Migrar es una acción presente en toda la historia de la humanidad. Por múltiples motivos, la migración se convierte en esperanza de un futuro digno para quien migra y su familia. Migrar también significa encuentro de pueblos, tradiciones y culturas. Quien migra encuentra nuevos mundos y quienes reciben migrantes descubren modos distintos de ser humano y ser comunidad. La migración, sin embargo, suele ser la cara visible de dolores ancestrales que se pretende dejar atrás y que no siempre están a la vista. Por otro lado, cuando la ignorancia y el temor se juntan en quienes ven transitadas las calles de sus comunidades por nuevos rostros, la luminosidad de la esperanza puede convertirse en una dolorosa pesadilla para el migrante.
México se ha caracterizado por ser un pueblo amigo. Y también se ha beneficiado de los frutos del agradecimiento y del esfuerzo emprendedor de quienes aquí han llegado en busca de una tierra hospitalaria para florecer. Tristemente, en varios momentos de nuestra historia el rostro que los migrantes encuentran en nuestro país es el más lamentable de todos: el odio.
Ayer se conmemoró en Torreón un episodio de mucho dolor. La matanza de más de tres centenares de personas sencillamente por ser de origen chino.
Para bien de La Laguna, esas expresiones violentas de odio en contra de migrantes chinos asentados en esta tierra, no pudieron vencer a la fuerza serena de esa comunidad que tras la tragedia se supo levantar. Entre la narrativa local tenemos al esfuerzo como un rasgo típico de la región. Si revisamos los textos que nos permiten mirar de cerca el devenir de la comunidad china en la Comarca, es irrefutable que fueron ejemplo perseverante de ese esfuerzo que hoy damos por sentado en las características de la identidad lagunera.
Del pasado solo se puede aprender si nos acercamos a él con actitud abierta y con disposición a cuestionar incluso creencias o supuestos propios. En el caso del vergonzante acontecimiento aludido, muchos han contribuido para llegar a este momento simbólico descendientes de aquella comunidad e historiadores como Sergio Corona Páez (QEPD) y Carlos Castañón Cuadros. Considero un acto de educación colectiva el evento simbólico promovido por el presidente López Obrador. Como parte de esos aprendizajes debería estar en la agenda pública atender a las víctimas actuales de actos xenófobos y discriminatorios para que no deba pasar un siglo antes de que los errores se reconozcan.
En el entorno de estos actos simbólicos, la comunidad china lagunera actual presentó la intención de desarrollar un Centro integral de promoción económica y cultural México- China con sede en Torreón que funja como oficina de enlace entre aquella nación y La Laguna en lo comercial, educativo, la innovación económica y el intercambio cultural. Un elemento para destacar es la oportunidad histórica que brinda la posibilidad de robustecer relaciones con las dos mayores economías globales.
Además de la funcionalidad que de suyo tendría un centro con las características que propusieron, es valioso el acento que pone en el presente, pero sobre todo en la construcción del futuro. En otras ocasiones me he referido en este espacio a las debilidades estructurales que la economía local padece y al apremio con que de manera colectiva habría que encarar una reactivación sostenible de la economía lagunera. En ese contexto, la propuesta presentada suma a lo que ya habría que impulsar.
Retomar el pasado con un evento y el conjunto de actividades desarrolladas en torno a él, cobra sentido en la medida que se aprenda a crear ambientes que dignifiquen las relaciones humanas y promuevan el florecimiento de las comunidades. De poco sirve hacer las paces con el pasado si el presente es salpicado por prácticas que atentan contra las libertades y los derechos humanos de los pueblos. La historia está llena de ejemplos de cómo los oprimidos de ayer se han convertido en opresores de hoy. Una nación así no ha aprendido ni de su propio dolor.
@EdgarSalinasU
