EDITORIAL Caricatura Editorial Columna Astillero Sergio Sarmiento editoriales

Salvador Sánchez Pérez, SJ, in memoriam

ÉDGAR SALINAS URIBE

A uno de mis amigos de infancia lo conocí cuando él había terminado su carrera de ingeniero químico y yo concluía el segundo semestre de economía. Contrario a la idea popular, las amistades de la niñez, esas que duran para toda la vida y que constantemente imaginan mundos alternos, no siempre son encontradas en la infancia sino años después. Eso me ocurrió con Salvador Sánchez Pérez a quien comencé a tratar cuando él colaboraba a tiempo parcial en el Centro Pro de Derechos Humanos y yo hacía lo propio en Matraca, organización que en Xalapa acompañaba a niñas y niños en situación de calle. Un año después, en el noviciado de la Compañía de Jesús, y junto con Mario Cisneros, recibíamos el apodo peyorativo de la "triada", mote impuesto por un jesuita lagunero para quien la amistad que tejimos tlaxcalteca, coahuilense y michoacano rebasaba sus amurallados parámetros emocionales.

Muchos años después la vida nos volvió a reunir, ahora en la Comarca Lagunera, a Salvador y a mí. La noche que me tocó presentar su libro "Ciudadanía y organización social", concluí que el postulado transversal de los ocho capítulos del volumen era la consideración de la pobreza como privación de ciudadanía. Pienso ahora en la frase y caigo en la cuenta de que quizá fue esa la idea y llamado a la acción, desde la fe, en torno a la cual tejimos una sólida amistad propiciada por la formación jesuita, académica y de experiencias comunes compartidas por años, así como por las innumerables conversaciones que, en ocasiones y a ojos de quien no supiera de nuestra amistad, pudieran parecer francas disputas no lejos de los golpes. La ironía, no difícil para ninguno de los dos, siempre nos ayudó a transformar una diferencia en carcajada liberadora.

La experiencia, entendida como probación física de realidad, según el Zubiri que nos enseñaron en el filosofado, en aquella casona de la calle Madero junto al templo Expiatorio de Guadalajara, nos ayudó a mantener la alerta frente a los límites del discurso, del logos. Recuerdo, en ese sentido, una experiencia que nos marcó definitivamente: el trabajo en maquiladoras aquel duro invierno en que fuimos enviados, él junto al Bosh a Matamoros y yo con el torreonense Ricardo Jiménez a Reynosa, y que tuvimos oportunidad de aquilatar, ignacianamente, en una eucaristía inolvidable arropados por la neblina de una fría playa Bagdad. Como esas, muchas otras experiencias nos formaron y fortalecieron en la amistad, desde las precursoras de la modulación del servicio hasta otras de mayor responsabilidad en Jalisco, Chiapas, Veracruz, La Laguna y Chihuahua.

A partir de su accidente en León el entusiasmo que le caracterizaba sufrió un oscuro matiz. Las secuelas físicas fueron quizá menores a las sufridas en el ánimo y sentido misional. Afianzado en el "Principio y fundamento" de todas las cosas y con mucho coraje personal fue reencontrando para sí un lugar con sentido. No fue sencillo y nunca más tuvo la integralidad previa. Diversas fronteras, unas propias y otras del entorno, fueron llevando su vocación por nuevos derroteros entre colectivos civiles y causas comunitarias. También se abrió camino por territorios distintos con la consigna "el Barrio, ya". Pese a haber decidido no continuar estudios doctorales, dada su experiencia en Alemania, había reiniciado el doctorado en filosofía pues sus afanes intelectuales (y quizá los vitales) le pedían retomar un cauce integrador.

Hace algunos años, Salvador fue enviado a La Laguna, entre otras tareas, a recuperar su salud. Pese a sus reniegos aquí encontró amigas y amigos entrañables y pudo reinventar su sentido de "pecador llamado" al servicio en causas periféricas, en territorios de dignidad hurtada y ciudadanía sistémicamente socavada. Nunca pudo entender por qué el Santos tenía cuatro porras distintas, así que optó por la risa, como método, ante la dificultad de encontrar explicación a la endémica división lagunera. Tal vez eso motivó que en su libro escribiera: "Las grandes transformaciones no se lograrán con una sola persona, ni con vías unidireccionales ni esquemas clientelares... Todos los actores de una sociedad deben encontrar un terreno común en su búsqueda de un cambio social."

Junto a otros amigos, alguna vez subimos al piso más alto del nevado de Colima. He vuelto a ver esa fotografía. Con esa me quedaré: reías a plenitud, Sánchez. Descansa en paz, has llegado a la cima final Ad maiorem Dei gloriam.

@EdgarSalinasU

Leer más de EDITORIAL

Escrito en: editorial Edgar Salinas Uribe

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 1864761

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx