En nuestra profesión nos encontramos con casos clínicos que nos han quitado el sueño, aún y realicemos la misma cirugía, encontramos imprevistos, comportamientos extraños o diferentes formas de responder el organismo de los pacientes. En la práctica veterinaria de las pequeñas especies, al igual que en otras especialidades, siempre habrá innovaciones; técnicas de cirugía, medicamentos, aparatos y hasta nuevas enfermedades. Cuando estudiaba en la facultad de veterinaria, ningún maestro mencionó la enfermedad del Parvovirus canino, simplemente porque no existía, fue precisamente hasta 1978 cuando se diagnosticó por primera vez en México, lo recuerdo bien pues fue el año que egresé, posteriormente se presentaron como en cascada los casos. Así que el veterinario que no se actualiza, seguirá durmiendo en sus laureles.
Quise hacer esta introducción, para que mis colegas conocieran este caso clínico que pasó a principio de los años noventa, antes de emitir un juicio. Se trataba de "Chispa" una perrita Schnauzer, sal y pimienta, de cuatro años de edad, me localizaron de urgencia un domingo para checarla, conocía a mi paciente desde pequeña, su dueño un buen amigo, médico traumatólogo y compañero motociclista, fue quien la llevó a consulta, realmente su esposa es quien se encargaba de ella. En esta ocasión notaron que la hernia había aumentado considerablemente de tamaño y por primera vez la veían triste y había dejado de comer. No se los recordé, pero años atrás había insistido en operar esa hernia inguinal desde cachorrita. Al mencionar a su dueño los riesgos que podían surgir con la operación, no se inmutó, y me dijo, Paco está en tus manos, haz lo que creas conveniente, no sé por qué mi señora dejó esto hasta última hora, por cierto, también me dijo que de una vez la esterilizaras, nosotros vamos a salir fuera de la ciudad, así que te la encargamos por unos días hasta que regresemos, era muy traumático realizar dos cirugías el mismo día, la esterilización la dejaríamos para otra ocasión, le comenté y estuvo de acuerdo. No hubo tiempo de estudios de laboratorio, de una radiografía o de algún ultrasonido, además conocía el caso de años atrás, había empezado con una pequeña hernia al tamaño de una nuez, ahora se encontraba con las dimensiones de una naranja, y por los signos era muy probable que la hernia empezara a estrangular al intestino. Sé que nunca hay que subestimar una cirugía, antes de operar calculé una duración de treinta minutos por la anestesia, pasé el bisturí esperando encontrar al intestino en la cápsula herniaria, cuál fue mi sorpresa que no había ningún intestino, en su lugar se encontraba un cuerno uterino con fetos de cinco semanas, era algo extraño, como pudo alojarse en ese lugar y haber desplazado al intestino, siendo que el anillo inguinal donde se encontraba la hernia era tan pequeño el diámetro que no podía introducir un solo dedo. Resultaba imposible volver a introducir por ese mismo "agujero" al cuerno uterino junto con los cachorros, así que no tuve más remedio que hacer más grande ese orificio y aprovechar esa misma incisión para poder trabajar. Mi primera intención fue meter todo a su lugar, cerrar el anillo, suturar, y santo remedio, pero había utilizado como anestésicos pentobarbital sódico y como preanestésicos la xilacina y ketamina, desafortunadamente con el pentobarbital era probable que hubiese ocasionado algún daño a los cachorros, no los podía dejar así, ponía en riesgo la vida de "Chispa", me encontraba en un dilema, de hacer la cesárea o aprovechaba la oportunidad para esterilizarla, que resultaría más traumático, llevaría más tiempo, más anestesia y más riego. Recordé que su dueña quería que ya no tuviera crías y opté por la extracción del útero y ovarios. Fue laboriosa la cirugía, pues "Chispa" es una perrita de escasos seis kilogramos, y tenía que realizar la operación por la incisión que había hecho desde un principio. Todo estaba resultando bien, cuando momentáneamente dejó de respirar, aún no terminaba de suturar cuando se presentó el paro respiratorio, inmediatamente le administré estimulantes cardiorrespiratorios y un antídoto para la xilacina, afortunadamente empezó a respirar de nuevo, después del susto continué suturando y volvió a presentarse otro paro, una vez más salió con la respiración artificial, al terminar la cirugía vi el reloj, lo que pensaba realizar en media hora lo había hecho en más de sesenta minutos, realmente el tiempo no importaba en absoluto, la recuperación de "Chispa" era lo primordial, las constantes fisiológicas de mi paciente eran normales, las que se encontraban alteradas eran las mías. Volví a checar mis dosis de anestesia, y a repasar los pasos de la intervención, todo estaba perfectamente en orden, fue uno de esos casos raros en que todo nos pasa en una cirugía. Pasaron algunos días y afortunadamente la salud de "Chispa" era excelente, al regresar su dueño, le comenté por lo que había pasado y mi amigo reía, realmente gozaba con los apuros que había tenido con su mascota, estoy seguro que no alcanzó a preocuparse, pues al verle saltar y correr, no se llegó a imaginar a la mascota de su esposa en paro respiratorio. Me dijo, no le voy a comentar nada a mi señora sobre las complicaciones, pues es la niña de sus ojos, al contrario, le diré que sus deseos se habían cumplido y estará muy contenta de que "Chispa" haya sido operada de su hernia y también haya quedado esterilizada.
He visto a la señora en un par de ocasiones, y jamás ha hecho comentario alguno al respecto, estoy seguro que no se enteró nunca de que su mascota estuvo al borde de la muerte en dos ocasiones. Solo espero que no haya reclamo alguno al ver el presente artículo, pues ella es uno de mis pocos lectores. "Y que no solo arreglé dos pájaros de un tiro, también había tenido dos paros en una cirugía".