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UNA PASCUA DIFERENTE

ARTURO MACÍAS PEDROZA

Estamos a tres semanas de celebrar la Pascua, que es el acontecimiento en el que Dios, por su hijo Jesucristo, libera al hombre de lo que lo esclaviza, y le devuelve su dignidad perdida. Hemos sido testigos del intenso dolor, sufrimiento y muerte que ha ocasionado y sigue ocasionando la pandemia del COVID-19, poniendo de manifiesto lo vulnerable y frágil que es la naturaleza humana. Las 200 mil muertes (números oficiales) son el resumen de un largo camino de cruz que, especialmente en esta primavera, anhela la resurrección, la liberación y la plenitud de vida.

Los más de un millón de empleos perdidos y las ayudas económicas insuficientes para solucionar las necesidades de todas las familias que carecen de ingresos. Las clases en línea ponen en riesgo la permanencia en la escuela y el aumento en el rezago educativo. Muchos no tienen televisión, computadora e internet para acceder a la educación a distancia. En medio del caos, del dolor y del sufrimiento, en vez de atender las prioridades y promover la unidad nacional para resolver las grandes problemáticas del país, se han perpetrado una serie de ataques contra la familia, la vida y derechos básicos de la persona y su dignidad. ¿Acaso están creyendo que la apatía y las celebraciones pascuales provenientes de una religiosidad vacía y superficial sería la oportunidad para hacer avanzar la agenda internacional de la ideología de genero? Tal vez esto sería posible en otras circunstancias, pero no ahora; existen elementos fuertes para afirmar que la celebración dela pasión-muerte y resurrección de Jesucristo de este año será muy diferente.

Estamos viviendo un momento determinante en la vida de la Iglesia de México; el cristianismo que se profesaba apático, incoherente y mediocre, camuflándose en folklor y tradiciones, tiene ahora que enfrentar la situación dramática provocada por la pandemia, con todas sus consecuencias sanitarias, económicas y sociales; desde la profundidad de una fe que se renueva ante la adversidad; el cristiano regresa a sus orígenes y se compromete en la transformación de la realidad; los concepto propios de estas celebraciones adquieren connotaciones sociales y políticas que estaban escondidas; limitados o suprimidos los ritos y tradiciones debido a la pandemia, la fe encuentra fundamentos profundos y experiencias de encuentro con un Dios vivo y cercano que no se encierra ni se agota en los ritos; la gran cantidad de cristianos en México es una fuerza poderosa que se despierta con la primera luna llena de la primavera del 2021, para estrenar un época y colorearla con polícroma fe.

La religiosidad que en México se renueva, tiene características muy diversas a la de otros países, por lo que no podrá ser conquistada por una agenda estándar ideológica internacional. Son bien conocidos los valores familiares que perviven en cultura nacional, por lo que querer dañarlos es atacar los fundamentos de la misma identidad mexicana. La Pascua llevada al círculo familiar con motivo de las restricciones sanitarias no hará sino fortalecer esos mismos valores familiares; el Episcopado Mexicano ha tomado ya cartas en el asunto haciendo declaraciones fuertes dirigidas a las autoridades, llamando a los cristianos a la participación social e invitando a la unidad nacional de todos los actores de la sociedad, constituyéndose en el factor de unidad que se necesitaba y que aún no había concretado aún.

Los lideres laicos que han surgido y que están utilizando bien las redes sociales, están ya sintiendo ese apoyo por parte de la jerarquía eclesiástica. La influencia de estos líderes no es poca y sus ideas son expresadas sin limitaciones por las plataformas de comunicación de la red digital. Apoyados por una nueva generación de cibernautas se están creando una unión en la diversidad y está formando conciencias incluso en generaciones no tan jóvenes que han logrado superar la barrera de las tecnologías.

Las elecciones próximas están llevando a los candidatos a declararse en contra de la ideología de genero que pretende imponerse cambiando la misma constitución, con el fin de ganar la aceptación de los electores y el triunfo en las urnas, resistiendo así presiones nacionales e internacionales y viendo que tendrán un buen capital político si se declaran abiertamente por la protección los valores familiares. En mala hora se ha querido imponer una ideología, creyendo que las vacaciones de Semana Santa sería un distractor, cuando precisamente es la fe alimentada en estos misterios la que impedirá que se impongan leyes destructoras de la vida y la familia.

No es que la Iglesia se meta en política, sino que es la población que está defendiendo valores sagrados de nuestra sociedad mexicana, haciendo valer la fuerza de la fe que las fiestas pascuales alimentan.

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