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La tercera… ¿La vencida?

ARTURO SARUKHÁN

Tras 15 años de intentos fallidos por lograr una reforma migratoria integral, Biden está apostando no solo a cumplir su promesa de campaña y restaurar la reputación de EUA como un "faro en el mundo" para migrantes y refugiados, sino a destrumpizar y exorcizar las medidas xenófobas y nativistas impulsadas en el último cuatrienio. El presidente presentó una iniciativa de ley que busca sacar de la penumbra a 11 millones de personas que viven en el país sin estatus legal, además de incluir otras disposiciones para los llamados Dreamers -jóvenes que llegaron de pequeños de la mano de sus padres de manera indocumentada al país- y adoptando nuevos techos de visas para distintas calidades migratorias.

Muchos se preguntarán, ¿Y cuál es la novedad, si ya ha habido intentos de reforma recientes? Hay tres diferencias fundamentales. Primero, a diferencia de sus predecesores, Bush y Obama, que se esperaron hasta sus segundos períodos presidenciales para impulsar una reforma, Biden lo ha hecho prácticamente desde el arranque. Segundo, a diferencia de las intentonas legislativas en 2007 y 2012, la iniciativa de ley presentada no lleva copatrocinio de legislador alguno del GOP. Incluso, ninguno de los temas sacrosantos para este partido en debates previos sobre la reforma -medidas físicas de seguridad en la frontera y un programa de trabajadores agrícolas temporales- están incorporados en el texto, rompiendo con ello el equilibrio que siempre se había procurado establecer entre demócratas y republicanos, poniendo sobre la mesa el otorgamiento de un estatus migratorio a los 11 millones de indocumentados, clave para los primeros, a cambio de un programa de circularidad laboral temporal, sobre todo para el campo, esencial para los segundos. Y tercero, en paralelo a esta iniciativa, como plan B los demócratas están decididos a cortar la salchicha migratoria en pequeños pedazos de política pública para cada uno de los temas centrales de reforma, como son legalizar a los dreamers o a los trabajadores esenciales, por si acaso la legislación integral, como es posible, vuelva a encallar. Los demócratas parecen haber aprendido la lección del error cometido por Obama al pensar que posturas de mano dura lograrían generar el apoyo del GOP a los otros aspectos de la reforma, sin entender que un GOP crecientemente radicalizado en inmigración sólo se dedicaría a mover hacia atrás las porterías. Esto explica el cálculo de Biden que estriba en que si los Republicanos quieren ver en la iniciativa, por ejemplo, un programa de trabajadores temporales, se van a tener que sentar a la mesa a negociar con la bancada Demócrata y la Casa Blanca.

Lo que está en juego para la agenda con México y para nuestros connacionales es significativo. Se dice fácil, pero los 5 millones de indocumentados mexicanos se encuentran repartidos en todas las categorías que se beneficiarían de estas reformas.

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Escrito en: Editorial Arturo Sarukhan

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