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SOLIDARIDAD Y ESPERANZA

MARÍA DEL CARMEN MAQUEO GARZA

La ciudad de México inició el año con la prohibición gubernamental de plásticos de un solo uso; medida medioambiental necesaria que, sin embargo, representó un duro golpe para la economía de empresas que, para entonces, habían invertido parte de su capital en el abasto de envases desechables. No se previó con tiempo suficiente desalentar la compra a fabricantes, lo que vino a resultar en un producto ocioso, una pérdida de capital, después de un año de grandes dificultades económicas.

De inmediato llevé esa realidad tangible al plano personal, intangible. De momento visualicé mi almacén de expectativas, experiencias y proyectos pendientes por desarrollar. Me hallé un rincón semejante a algún espacio que habrá quedado a un intermediario de productos de unicel, con una cantidad de mercancía a la cual no podrá dar uso en lo sucesivo. Regresé a mi fuero interno para evaluar cuales son los elementos que no hacen más que ocupar espacio en los estantes de mi ser interior, y me percaté de cuan necesario es liberarlos, para permitir la entrada de nuevos contenidos.

Hay una serie de contenidos que no por antiguos son obsoletos. Muchos de ellos, recuerdos de la infancia, que, para el afán creativo son detonadores de nueva obra. Se infiltran a nuestro presente como haces de luz que facilitan tener una óptica particular de lo que vivimos o creamos. A ratos, en cambio, se vuelcan como un alud que nos inunda de tal manera, que nos perdemos en el pasado. Me maravilla escuchar entrevistas de renombrados artistas, dentro de las cuales, con mucha frecuencia, salen a relucir las experiencias de su infancia como detonadoras de su vocación creadora. Esas vivencias tempranas han de quedarse como parte del inventario personal que llevamos con nosotros siempre.

Nos topamos más delante con el estante de los sentimientos, esos que en su momento fueron intensos y terminaron de forma estrepitosa; los que invertimos con gran ilusión en un proyecto de amistad que nunca fraguó, o bien, aquellos sentimientos que siguen presentes como herida viva causando dolor. Ahora es el mejor momento para liberarlos y liberarnos, y comenzar esta nueva estación del año con una disposición renovada para las relaciones interpersonales.

Llegamos más delante al estante de los proyectos personales inconclusos, pendientes o abortados. Esos que ocupan un espacio en el espíritu y lentifican nuestra marcha. No nos damos el tiempo para concluirlos; ni albergamos el propósito de hacerlo, pero tampoco nos atrevemos a desecharlos. No hacen más que añejarse y acumular polvo.

Una de las grandes lecciones del confinamiento ha sido aprender la estrategia para administrar nuestros recursos. Desde víveres hasta ropa, entretenimiento y amistades. Las circunstancias nos obligan a seleccionar, a inclinarnos por lo prioritario, y dejar de lado aquello que, en verdad, no pasa la prueba de costo-beneficio. De muchas maneras nos hemos organizado para hacer más con menos, minimalistas en nuestros afanes de consumo.

Ahora que ya empieza la fase de vacunación a población civil, es buen momento para recordar que estar vacunados no significa abandonar todas las medidas preventivas contra la COVID-19. Necesitamos asimilar, de una vez por todas, que durante un buen tiempo al menos, el uso de cubrebocas, de sana distancia y evitar aglomeraciones, resultan medidas que llegaron para quedarse. Nuestro pensamiento tiene que adaptarse a esta idea, si queremos estar en buenas condiciones. En lo personal tengo temor de que las vacaciones de Semana Santa disparen una oleada de nuevos casos, en gran medida debido a que la vacunación de la población adulta mayor nos hace suponer que ya se controló la pandemia. Además de que, como todo virus que se respete, el SARS-COV 2 está sufriendo mutaciones, esto es, cambios en su estructura y en su grado de contagiosidad, que obligan a los laboratorios productores a estar en constante actualización. Esto es, así estemos vacunados, siguen surgiendo nuevas cepas contra las que habrá que hacer los ajustes necesarios a los biológicos que hoy en día se aplican.

Cada uno de nosotros tendrá una historia distinta que contar a los nietos. En mi caso, afortunadamente, no ha habido bajas en la familia, sí hubo un par de casos de la enfermedad, que afortunadamente ya han salido adelante. Además, por razón de mi edad, recibí en días pasados la primera dosis de la vacuna. Sé que en muchos hogares la historia ha sido muy dolorosa, con fallecimientos o complicaciones severas, y en muchas ocasiones con pérdidas económicas catastróficas. Dentro de cada uno la esperanza de salir adelante sigue en pie. Ésta se basa en la sensatez y la solidaridad que nos corresponde tener a todos los mexicanos.

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