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YAMIL DARWICH

Empecemos con una pregunta y haciendo la reflexión: ¿En qué momento dejamos de reconocer en la mujer su igualdad con el hombre?

El inicio de la humanidad se dio con igualdad de trato entre los seres humanos, quienes, por razones propias de la naturaleza, debieron aprovechar las potencialidades de cada sexo para subsistir.

Así, al observar los fenómenos naturales, el cavernario decidió darle reconocimiento al sol como dador de vida que le daba su calor y luminosidad, permitiéndole observar su entorno, sin dejar de reconocer en la luna a la deidad femenina que envolvía la noche y también lo iluminaba.

Las primeras figuras de dios fueron mujeres y hombres a la par; entre ellos: Eloáh o Elah, cuya esposa principal era Asera, que los babilonios transformaron en Ishtar; "Adobe", diosa principal, desplazada hasta ser eliminada de la lista divina; Hator, egipcia, de la música, danza, belleza y la feminidad; más tarde, se reconoció a Gea, griega, de la Tierra, de ella surgieron todos los dioses y los primeros humanos.

También aparecería la Venus de los romanos, Yahave entre los judíos, son diosas, quienes dieron base religiosa a los cristianos, quienes reconocemos a María, como la madre de Dios. Existen otras muchas, de diferentes culturas.

En algún momento de la historia las desplazamos, dejándolas en un segundo término, quitándoles importancia mitológica y finalmente eliminándolas, lo que en parte motivó la desigualdad.

Lo que de inicio fue diferenciación del trabajo, dejando a la mujer funciones de gestadora -inevitable-, criadora, educadora, responsable del hogar y bienes, así como el cuidado de ancianos y desvalidos; de pronto, su participación en el desarrollo humano fue considerado de segundo nivel.

Con el sedentarismo apareció el concepto de propiedad privada, luego la especialización del trabajo y, de forma natural, la dedicación de la mujer al cuidado del hogar, posesiones y crianza de los hijos. Al parecer, el proceso profundizó el celo masculino y el desconocimiento igualitario a lo femenino.

La lógica se centraba en la fuerza física del hombre: para cazar, recolectar, pescar, cultivar y hasta guerrear que, si bien es cierto fue fundamental, tampoco era más importante que el cuidado de la descendencia y/o trabajos de soporte y sobrevivencia.

Poco a poco, el deterioro del derecho a la igualdad se fue incrementando y si la mujer era estéril o vieja, dejaba de tener valor intrínseco para el grupo, con el consecuente descuido a su persona. Ni que decir del adulterio que pagaba con su vida.

Los griegos les negaron derechos y las llevaron a ser dependientes de los varones, hasta afirmar en pleno machismo: "contamos con hetairas -prostitutas- para gozar, esclavas para el cuidado de nuestro cuerpo y esposas para tener hijos y un custodio fiel de la casa". Los romanos continuaron con el legado cultural, aunque les permitieron pequeñas libertades, como salir del hogar, hacer visitas a amistades y asistir a fiestas; además, también tuvieron acceso a la educación, aunque cayeron en frivolidades sociales.

La Edad Media, les permitió ejercer autoridad hogareña ante la ausencia del varon guerrero, persistiendo la esclavitud con servicios de plebeyas, pobres, pueblerinas o cortezanas sometidas al machismo. Todas transformadas en material dispuesto para negociar matrimonios buscando poder y/o fortuna.

Durante el XVII y XVIII, pudieron avanzar gracias a las ideas liberales y, sobre todo, por las revoluciones sociales, sobresaliendo la francesa. Al arribar los XVIII-XIX, con la industrialización, fueron víctimas de la explotación laboral, que detonó la lucha por el respeto e igualdad.

El siglo XX, mostró menor agresividad al derecho femenino, cuando fueron valiosas en la producción bélica haciendo trabajos dejados por los varones; confirmaban su capacidad independiente. Le recomiendo lea "Confianza" de Francis Fukuyama.

Como puede reflexionar, son muchos siglos de agravios que, llegados los XX y XXI, fortalecieron en la mujer el deseo de romper con el yugo impuesto. Justo de toda justicia.

Hoy día han avanzado, aunque no todo lo deseable y empiezan a ocupar espacios que eran exclusivos del hombre; con la mecanización, automatización y robótica, participan en trabajos pesados, anteriormente imposibles por razones de fuerza física y lo hacen igual o mejor.

Aún queda mucho camino por recorrer, aunque la acentuación del fenómeno de reconocimiento empiece a ser minado por radicales que confunden el derecho femenino y la reivindicación histórica con la oportunidad de vengar agravios que han sufrido individualmente. Ellas pueden transformarse en verdaderas barreras del éxito de la equidad de género.

Mantengámonos atentos al empoderamiento y apoyemos a las mujeres en sus logros; también alertemos a las desorientadas, fácilmente influenciables por las posturas maliciosas de las dañadas psicológicamente, que sueñan con un mundo amazónico.

Por lo pronto, que no sea solamente un mes de reconocimiento a la mujer, sino el verdadero fin del machismo y su idea desvariada del sometimiento de las féminas. ¿Acepta?

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