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Estado y mercado

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LUIS F. SALAZAR WOOLFOLK

La acusación de traición a la patria, con la que López Obrador fustigó a los abogados de las empresas extranjeras que celebraron contratos con el Estado Mexicano, al amparo de la Reforma Energética de Peña Nieto, es parte del debate entre estado y mercado. La réplica dada por el Consejo Nacional de Litigio Estratégico, equipo de abogados creado por los empresarios Claudio X. González y Gustavo de Hoyos, se conducen por parte de los abogados en el terreno de lo obvio, bajo el argumento según el cual, en un estado derecho toda persona física o colectiva, tienen derecho a su defensa y a una representación legal.

La respuesta es correcta pero incompleta, porque no considera el interés de los consumidores que en su carácter de ciudadanos electores, son los que quitan y ponen gobiernos. Ni los abogados ni las empresas que representan, dan respuesta al planteamiento esencial de López Obrador, que sostiene que los contratos de referencia son leoninos y fueron celebrados en perjuicio del Estado Mexicano, debido a la corrupción imperante en la pasada administración priísta, porque a decir del presidente, tales contratos garantizan una preferencia en la adquisición de las energías producidas por el sector privado, a precios que son más caros que los vigentes en el mercado.

La postura del presidente no cierra la puerta a la inversión extranjera sino que la sujeta a un mayor control por parte del gobierno, lo que cuenta con el apoyo de un buen número de ciudadanos, que tienen una percepción clara de que en la celebración de los contratos que se concertaron con empresas extranjeras en el pasado sexenio, se generó una corrupción cuya existencia es considerada evidente y por tanto, no requiere demostración. Los abogados no contradicen los argumentos del presidente y tampoco explican la posición de sus clientes extranjeros con números al alcance de la opinión del público, con el añadido de que la reforma Peña Nieto por tardía o por corrupta, no logró una mejoría en cuanto a los precios al consumidor.

Lo anterior tiene como resultado que el debate energético se encuentre alejado del ciudadano común, y quede situado a nivel de los intereses particulares de las partes en el negocio jurídico y comercial propiamente dicho. En el tema energético, ha llegado el momento de pasar de lo abstracto a concretar el debate en sus detalles, dando por sentadas verdades tan evidentes que resulta inútil citarlas, como la obviedad que sostiene que para proteger al planeta, lo mejor es abandonar la explotación y consumo de combustibles fósiles y apostar al desarrollo de energías limpias.

Nadie discute lo anterior, pero falta el "cómo" superar el esquema actual basado en los hidrocarburos que si tenemos y pasar a la energía del futuro que no tenemos, cuando ni siquiera existe en el presente, una solución tecnológica viable, que permita el almacenamiento de la energía solar y eólica. La situación del país es semejante a la economía de ciudadanos y empresas que seguimos utilizando vehículos de combustión a gasolina, porque los eléctricos son más caros y tienen un rango muy reducido de autonomía.

El propio globalista Bill Gates acaba de publicar un libro sobre toda clase de temas, en el que entre otras cosas, hace una previsión según la cual, se requerirán de diez a quince años para lograr que los automóviles eléctricos lleguen a dominar el mercado, lo que implica que los vehículos de gasolina seguirán existiendo. ¿Qué hacer mientras tanto? A la centenaria disputa entre estado y mercado sobre el tema energético, tenemos que agregar en un primer nivel de importancia, el atender la transición entre los hidrocarburos y las energías renovables.

Es probable que en el largo plazo, los combustibles fósiles dejen de consumirse por razones ecológicas y conveniencia del mercado, pero lo cierto es que en el corto y mediano plazo, el futuro nos depara el uso simultáneo y alternativo de distintas fuentes de energía. Al respecto resulta pertinente considerar el modelo texano, que siendo el primer productor mundial de energía y un precursor en materia de innovación, mantiene un pie en la producción y consumo de combustibles fósiles en un setenta por ciento, y el otro treinta por ciento, lo tiene repartido entre la energía nuclear, la solar y la eólica.

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