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¿Cuándo jugarán los niños?

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LUCY HOP

El 2020 será recordado como el año en el que, incrédulos, vimos cómo en pocas semanas una pandemia cambió nuestra forma de vivir. Cuando en marzo se impuso el confinamiento obligatorio, la vida de millones de niños cambió de forma radical.

Ellos abandonaron el colegio un viernes, salieron de puente, sin apenas poder despedirse de sus compañeros y sin saber que tardarían meses en reencontrarse con ellos, de hecho todavía no se ve claro cuando podrán regresar. Durante el confinamiento, la interacción social de los niños se limitó prácticamente a los miembros de su familia, en muy pocos casos se han organizado núcleos de pocos niños para que puedan convivir entre ellos, pero son muy pocos y solamente para los mas pequeños, ya que los grandes tienen que estar tomando clases en línea la mayor parte del día.

En general, los niños suelen adaptarse a situaciones novedosas sin dificultad, a veces con más éxito que los adultos. Sin embargo, ¿tienen suficientes recursos para afrontar los numerosos cambios vividos este año, a los que a muchos adultos nos ha costado adaptarnos? ¿Estos meses de encierro afectaron a su bienestar emocional?

En encuestas realizadas por nuestra institución a padres de familia durante los primeros meses de la pandemia, vimos que 8 de cada 10 percibieron en sus hijos: dificultades de concentración, inquietud, intranquilidad, nerviosismo, enfado, aburrimiento y una mayor dependencia hacia los padres, como reacciones más frecuentes.

El uso de las pantallas aumentó de forma considerable, así como también el sedentarismo, los niños dejaron de moverse, dejaron de hacer ejercicio, indispensable par su desarrollo psicomotor.

Los síntomas emocionales y conductuales que los niños manifestaron se relacionan con un nivel de estrés mayor en los padres, es decir, cuando los padres se comportaron mas aprensivos y menos abiertos a que sus hijos estén al aire libre en parques y jardines aunque sea con las medidas necesarias, los niños desarrollaron niveles de ansiedad mas altos. Lo anterior nos muestra que los niños están pidiendo a gritos volver a sus rutinas y sus actividades anteriores a la pandemia.

Las encuestas también arrojaron que el 56 por ciento de los padres observaron sintomatología ansiosa en sus hijos y el 26 por ciento síntomas depresivos. Y estos síntomas se acentúan aún más en aquellos niños que no tienen un jardín o área donde puedan jugar aunque sea un rato al aire libre, sin importar si están acompañados de otros niños o no.

Los niños rellenan la falta de información imaginando con frecuencia una realidad mucho más terrible que la que está sucediendo, lo que aumenta su preocupación e inquietud. Permanecer sin salir de casa privó a los niños del movimiento y de la estimulación sensorial que tanto necesitaban.

El contacto social limitado pudo aumentar la sensación de soledad. El cambio abrupto de rutinas, o la falta de ellas, pudo incrementar los conflictos entre padres e hijos y generar inseguridad en los pequeños en una situación ya de por sí llena de incertidumbre.

Las rutinas ayudan al niño en situaciones de incertidumbre y la información reduce sus preocupaciones. Un clima familiar favorable, con un nivel bajo de estrés en los padres, ayuda a los niños a sobrellevar la situación.

Sin duda, nadie esperaba vivir una situación como esta. Ningún adulto estaba preparado para una pandemia y para un confinamiento que llegó de forma inesperada. Los padres difícilmente pudieron dar información clara y con antelación a sus hijos sobre el virus que irrumpió en nuestras vidas, sobre el confinamiento obligatorio en casa y sobre las medidas de prevención que cambiaban de una semana a otra.

En nuestra historia reciente, esta es la única pandemia vivida. Hasta este año, nunca habíamos estado confinados, ni habíamos tenido que usar forzosamente un tapabocas, ni nos habíamos visto obligados a mantener distancia social con nuestros amigos y familiares.

Desgraciadamente no se tomaron medidas para proteger la salud mental de los niños y adolescentes porque esta situación llegó de forma sorpresiva. Desconocíamos casi todo acerca del virus, cómo éste podía cambiar nuestras vidas y cómo podía afectar nuestro bienestar emocional.

Ahora tenemos más información. Entendemos la necesidad de implementar medidas para que niños no sufran los efectos psicológicos de la pandemia y el confinamiento. Ahora sólo falta preguntar: Y los niños ¿Cuándo podrán volver a las aulas? ¿Cuándo podrán volver a jugar con otros niños? ¿Cuándo podremos volver a escuchar sus risas y travesuras? Y lo mas importante: ¿Cuándo jugarán los niños?

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