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Política: un espectáculo más para el consumo

ÉDGAR SALINAS URIBE

Los medios masivos son plataformas de contenidos transmitidos a través de diversas tecnologías: televisión, radio, impresos y ahora redes sociales. Ofrecen a sus clientes contenidos diversos, desde musicales hasta noticias. Por muchos años la televisión nacional, habiendo superado a la radio en audiencia, configuró a placer su propia clientela ante la ausencia de una plataforma que le compitiera. En ese contexto tuvo que inventar sus contenidos e inventar a su masa consumidora. Una vez desarrollada esta, durante décadas le ofreció contenidos según los hábitos que le había creado. Por ejemplo, la popularidad del futbol en México ha estado aparejada con la penetración de la televisión más que por el maravilloso nivel futbolístico nacional. Esa popularidad tiene como antecedente la conversión del futbol en contenido televisivo. Las telenovelas son otro caso.

En la medida en que nuevas tecnologías y más jugadores irrumpen en el mercado de contenidos, la televisión tradicional ha tenido que ajustar su modelo. A las otrora únicas cadenas nacionales le compiten ahora nuevos canales y cadenas internacionales. Y también ofrecen futbol y otros deportes que comienzan a ganar importantes audiencias debido a que son transmitidos y, claro, convertidos en contenido. Allí está el caso del futbol americano, dirigido por la liga profesional con la que, quizá, sea la mejor estrategia de mercadotecnia deportiva del mundo.

El acceso a múltiples contenidos y la presencia de muchos jugadores que ofrecen contenido obliga a competir minuto a minuto por la preferencia del consumidor. En el remoto siglo XX, al consumidor se le decía qué debía consumir y por cuánto tiempo. En nuestros días, además de la gran cantidad de jugadores en el mercado de consumo de contenidos televisivos, se agrega un jugador que ha sacudido en ciento ochenta grados las reglas, se trata de las redes sociales. A través de ellas el contenido estelar ha sido originalmente el consumidor. Y ahora un video de treinta segundos con un costo de producción de diez pesos puede lograr una cantidad de visualizaciones mayor que un video musical de un millón de dólares. Si a esto se agrega que la antigua televisión en casa está actualmente en la mano de toda persona con acceso a un teléfono celular de los llamados, quién sabe por qué, inteligentes, lo que tenemos en el mercado de consumo de contenidos son miles de jugadores ofreciendo su producto en una competencia feroz.

¿Cómo ganar en este mercado? ¿Cómo ganar el clic o la vista o la audiencia? Entre otras maneras, se ha hecho uso de herramientas como la banalización, el escándalo, la conversión de un hecho en espectáculo y hasta la franca mentira ha sido recurso. Además de la simplificación hasta el absurdo y hacer de lo complejo algo resumido en un meme, lo anterior ha traído como consecuencia la construcción de una masa de consumo acorde a la tecnología donde se privilegia lo efímero. No importa la noticia sino el encabezado de ella. No importa lo sucedido en el juego sino el resultado final. No importan los matices sino la definición binaria en bueno o malo. No importa la diferencia de pensamientos sino el ataque a la persona. No importa lo grave sino lo chistoso. No importa si es verdad o mentira sino si me resulta creíble.

A esta dinámica no ha estado ajena la política. Al contrario, pareciera que sus profesionales han accedido y propiciado la conversión de los asuntos de la comunidad en un espectáculo más para el mercado de consumo masivo de contenidos. Y, ante esa situación, como ocurre con los otros contenidos, la meta es ganar el clic, la audiencia y la percepción. De lleno han entrado a un juego donde las reglas se resumen en marcar tendencias digitales, ganar seguidores (¿Seguidor de la persona? ¿De sus cuentas de redes sociales? ¿De sus ideas?) y hacer creíble lo que dice, con independencia de si es verdad o no.

Una consecuencia de esto último es la reducción del ejercicio de razonamiento. Paradójico que en la era de los cruceros inteligentes, semáforos inteligentes, teléfonos inteligentes, sea precisamente la inteligencia humana (permítase el pleonasmo) a lo que menos se recurra, precisamente cuando la política ha sido convertida en un espectáculo más del mercado de consumo masivo de contenidos. Pregunta abierta: ¿Cuál noticia de hoy en la sección de política en El Siglo de Torreón considera que podría estar en la de espectáculos y no parecer fuera de lugar? Solo elija una.

@EdgarSalinasU

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