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Sin perdón alguno

ENRIQUE IRAZOQUI

Se fue Trump hace más de una semana sin mayor aspaviento. Si acaso los intentos de los legisladores pertenecientes al Partido Demócrata para sepultar las aspiraciones del hoy expresidente de volver a competir intentando convertirlo en el primer presidente en enfrentar dos juicios políticos (Impeachment) de esa nación, cosa que ha quedado prácticamente desechada, puesto que para que el juicio proceda se necesitan dos terceras partes del Senado norteamericano, compuesto por 100 miembros, curiosamente 50 por cada bando de los dos partidos dominantes de esa democracia, y aunque cinco republicanos manifestaron que tomarían la misma postura que sus rivales, para sumar 55, lejos están de los 67 necesarios. Por ello, por ahora el trumpismo poco daño podrá causar si se comparara con la posibilidad que existió de que el magnate inmobiliario y racista hubiese conseguido la reelección.

En el ámbito nacional mexicano, el domingo anterior el presidente Andrés Manuel López Obrador informó a través de sus redes sociales que contrajo el coronavirus, por lo que el protocolo le obliga al aislamiento. Por fortuna los escuetos reportes que se tienen sobre su salud son que el primer mandatario ha presentado síntomas leves y que su recuperación está en camino. Mientras esto ocurre, el pueblo mexicano, tan aficionado a la invención de conspiraciones inverosímiles, se debate en las mesas de café especulando si es verdad o no que AMLO tiene COVID.

Con estas circunstancias, se puede esperar que quizá en menos de diez días el jefe del Estado mexicano reaparezca en la escena pública y la marcha del Gobierno federal regrese a la habitualidad que el tabasqueño le ha impreso a su gestión. Mientras tanto es agradable observar que el fenómeno del acto político pilar de este sexenio creado bajo el disfraz de conferencia de prensa, la denominada mañanera, sea encabezado por la secretaria de Gobernación, la ministra Olga Sánchez Cordero. Con sobrada capacidad intelectual la titular del ministerio responsable de la política interior del país está sustituyendo al presidente en su acto favorito y por momentos, aunque sea en arena meramente política y no jurídica, parezca que quien conduce a México es en esta ocasión especial, por el contagio de López Obrador, una mujer, y qué mejor que además sea de la capacidad de la secretaria Sánchez.

Así entonces parece que la agenda pública está entrando en un pasmo en lo que se refiere al dinamismo de la vida pública nacional. Y que esto suceda es realmente trágico.

Trágico porque en estos momentos la pandemia del COVID está en su punto más alto y las muertes que está desatando con facilidad superan el millar de mexicanos diarios y los contagios parecen ser masivos.

Ya no tiene siquiera sentido combatir con argumentos al petulante y al finalmente instrumento propagandístico Hugo López-Gatell, quien decidió apartarse de la cordura científica con la que él ampliamente está calificado para comprender, por apoyar a un Gobierno idealizado de tal manera que le impide afrontar la pandemia con más ciencia y conocimiento que rancios dogmas ideológicos que nada tenían que ver con la salud pública, y ante esta circunstancia inédita en más de un siglo está resultando en un Gobierno que ha sido falaz en cuanto a la lucha y contención que el coronavirus ha causado en México en términos de salud y vida. No vale la pena para efectos de análisis siquiera entrar en materia de las respuestas que el Gobierno de Andrés Manuel ha planteado para enfrentar la devastación económica que la pandemia ha traído consigo a nivel mundial y que México no puede estar exento de ello.

Hoy quizá más que nunca se debe levantar la mano, protestar y exigir que el Gobierno federal se aparte ya de sus particulares axiomas parcialmente anacrónicos si en verdad quiere, como lo ha dicho, gobernar para todos y enfrentar de mejor forma esta tragedia colosal que podría haber sido conducida de mejor manera.

Además lejos está la pandemia de ser domada; en algunas partes del territorio nacional, particularmente en la Ciudad de México, la capacidad hospitalaria está a punto de colapsar y las desoladoras historias que pueden ser aisladas de personas que mueren asfixiadas por no tener acceso a una cama de hospital crece de tal manera que se convierte en un mal masivo.

Es cierto que por décadas las clases populares han sido abusadas por los Gobiernos en turno y por algunos empresarios oportunistas y corruptos, pero han sido unos cuantos en proporción a miles y miles que por años con trabajo y talento han salido adelante, y el presidente y los suyos, los más radicales y por lo tanto irracionales, pretenden poner el mismo cajón, y con ese argumento revanchista pretenden justificar sus yerros y torpezas. Incluir la pandemia bajo esta premisa de que todo se soporta con tal de tomar revancha y dañar a las clases medias y altas, porque sí, no tiene perdón alguno.

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