
Pionero. Actualmente, Moisés Castillejos comparte el rock con su nieto en los escenarios de Chiapas.
La vida lo trajo a la Comarca Lagunera desde un terruño veracruzano. Moisés Castillejos tenía cuatro años de edad y fue inscrito en el jardín de niños del Instituto 18 de Marzo de Gómez Palacio. A través de una llamada telefónica, su voz comienza a soltar éste y otros recuerdos, como los terregales del desierto que imprime en sus anécdotas.
"¿Qué recuerdo? El calor del desierto. Anduvimos por todo el desierto con mi papá, porque mi papá arreglaba transmisores. Eran unos aparatos enormes. En los ranchos había muchos transmisores y había que recorrer todo el desierto".
Además de la tierra seca, también se le aparecen momentos bellos como los juegos en el Parque Morelos y las tardes comiendo elotes, a los que se refiere como 'esquites'.
Y es que Gómez Palacio es clave para el curso que tomaría su vida. Aquí se dio su primer encuentro con el rock, cuando escuchó por primera vez la canción Tequila de la banda californiana The Champs. Aquello fue una revolución en sus oídos, una tolvanera hecha música.
Pero a finales de los años sesenta, Moisés diría adiós a La Laguna. La entrada de su adolescencia marcó su salida de estas tierras, en un viaje en carretera que lo llevaría hasta el estado de Chiapas.
"Yo no me quería venir a Chiapas, pero pues aquí me trajeron, aquí me enamoré y aquí me quedé".
LA AVENTURA CHIAPANECA
Impresionante, ese es el adjetivo con el que Moisés Castillejos describe su arribo a Chiapas. En un acorde natural, aquel estado le mostró toda su vegetación, sus ríos, sus frutos, su clima.
Moisés había transbordado a un tren en la costa chiapaneca, desde Arriaga hasta Tapachula. Por eso las imágenes de los árboles rozando el ferrocarril y los cantos de los vendedores de comida, le resuenan en la mente.
"Lo que más me gustaba era la entonación de su voz, su extraña manera de hablar y los arcaísmos que usaban".
Moisés llegó a Tapachula, donde su pasión por el rock se acentuó durante la secundaria y fundó el grupo Los Vagos. Entonces, el rock en español se limitaba a una especie de traducciones en voz de Enrique Guzmán o César Costa.
"Recuerdo que, el primer grupo que vi en vivo, era un grupo de Tapachula llamado Los Caras Negras, nomás que lo decían en inglés: The Black Faces. Y ahí fue donde empecé a ver lo de las guitarras eléctricas y todo. Eso fue más o menos en 1960 o 1961".
Cuando la música de The Beatles aún no llegaba a México, Moisés ya comenzaba a rasguear guitarras. Años más tarde, cuando la fiebre por los británicos invadió el país, el lagunero adoptado por Chiapas arribó a Tuxtla Gutiérrez y comenzó un proyecto para poder tocar las canciones del cuarteto de Liverpool. Sin embargo, la respuesta de la gente, en principio, era tosca.
"A mí sí me gustaba mucho escuchar aquello. Era un sonido tan especial escuchar guitarras eléctricas. Simplemente un cuerdazo de guitarra ya nos emocionaba. No necesitábamos una canción".
Así, Moisés y su banda La Resurrección comenzaron a labrar su nombre en la escena chiapaneca. Con la motivación de la juventud, corrían a las tiendas de discos para obtener todo el rock de exportación de esa época. Luego, llevaban el acetato a su cuarto de ensayos, donde el plástico solía rayarse de tanto que repetían una canción para extraer su melodía y armonía.
Siempre con el sentimiento lúdico antes que el laboral, la banda comenzó a ganar seguidores en la capital de Chiapas. Los integrantes empezó a progresar y a comprar más equipo para enriquecer su sonido.
El repertorio de la banda se amplió con canciones de los Rollings Stones, The Monkees, The Animals y demás bandas británicas
"¡Estábamos como enloquecidos! Nos levantábamos pensando en The Beatles y varios grupos así buenos. Llegábamos a la escuela y preguntábamos: '¡Oye! ¿Ya oyeron esto, esto otro y a tal grupo?'. Has de cuenta que estaban floreciendo de manera muy poderosa".
Éra el cambio generacional de la marimba hacia el rock. El público incluso llegaba al domicilio de Moisés para observar el calendario escrito que llevaban de las presentaciones.
Moisés Castillejos pausó su andanza sobre los escenarios al entrar la década de los años ochenta. Entonces, otro relevo generacional con la música de discoteca llegó a cambiar el panorama. Moisés entonces se dedicó al magisterio, pero nunca dejó de lado la música. Tanto que le permitió enseñar inglés valiéndose de las canciones de rock.
Su legado es reconocido en Chiapas. La escena del rock sabe que fue uno de los pioneros en aquel estado. Su importancia es tal que el compositor Federico Álvarez del Toro lo entrevistó para su libro Contracultura, Ciencias, Artes y Reflexión Poética (2011). Actualmente ha vuelto a dar conciertos en compañía de su nieto y otro amigo, acto que le ha devuelto la satisfacción.
"Creo que la sabiduría, más que nada, sale de la actitud ante la vida, de la intuición que nos lleva hacia el amor a los demás. A la actitud, porque más que nada es una actitud, en los momentos más difíciles, conservar la serenidad, apreciar al amigo, estar con el corazón abierto siempre. Yo soy un gran presumido porque tengo varios amigos a quienes quiero de corazón desde hace muchos años, que ahora veo que tienen un chorro de canas, que los conocí de jóvenes, muchachos y todo. Y claro que me dicen: '¡Oye, tú! Cuando tú tocabas, yo me acuerdo mucho, yo era un chavalo y me gustaba ir a oírlos'(...) Escuchar esas palabras es muy dulce, es hermoso. Ha sido una hermosa aventura", concluyó.