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Profesiones inútiles

ÉDGAR SALINAS URIBE

Estuve recordando una de las primeras peleas sin límite de tiempo de las muchas que se han dado en el entorno de pandemia en redes sociales, particularmente en Twitter. Se trata de aquella a propósito de quién era la voz autorizada para encargarse de la gestión de la pandemia. Ataviadas con un característico pensamiento lineal, catervas enardecidas se lanzaron al vacío envueltos en el lábaro de la epidemiología a cuyos profesionistas se les daba el báculo de autoridad exclusiva para una dirección con autoridad ante la crisis que salpicaba sus primeras manifestaciones. Esas masas vitorearon sin pudor declaraciones como aquella de que el COVID-19 era una enfermedad de baja virulencia, incluso más baja que la influenza pues esta última era más agresiva en términos de causar enfermedad grave o muerte como lo afirmó, ante la prensa nacional, un epidemiólogo hoy severamente cuestionado por la realidad de más de 150 mil personas oficialmente fallecidas en menos de un año a causa del COVID19. No obstante la dolorosa realidad, aquel vocero de diplomas múltiples y mayores desaciertos es aún vitoreado por los de entonces.

La atroz catástrofe ha enlutado a cientos de miles de hogares en México. También ha sido ocasión para reconocer el valor de algunas profesiones que, en estas circunstancias, son fundamentales por su utilidad inmediata y la diferencia que representan entre salvar o no la vida de una persona. Entre esas disciplinas se encuentran las vinculadas a la medicina y las especialidades de ella que podemos resumirlas en profesiones de la salud. De allí que la liga de futbol ha nombrado a sus torneos como Guardianes en homenaje al personal de salud que ha estado en la primera línea de atención frente al COVID-19.

No es que a la epidemiología se le resten méritos, por el contrario, se le reconoce su importancia en esta situación. Sin embargo, la complejidad del fenómeno implica el concurso de muchas disciplinas para enfrentarlo mejor y dar soluciones con el menor costo de vidas posible. Por eso debemos reconocer el extraordinario papel que han jugado disciplinas científicas como la biología celular, la molecular, la química, bioquímica, microbiología entre otras para el desarrollo de la vacuna contra este mal que tiene sometida a la humanidad.

En el contexto de la pandemia que nos enluta y del rol de las profesiones en ella, vienen a colación los contrastes que Camus nos entregó en La Peste a través del doctor Rieux y el sacerdote jesuita (más jansenista que ignaciano) Paneloux. Ante la muerte que propaga la peste, y en particular la de los indefensos -en la novela ejemplificada en un niño- emerge la relevancia que tiene en una circunstancia específica una y otra profesión. El jesuita le dice al doctor que quizá se deba amar lo que no podemos comprender, a lo que el médico responde que su idea de amor es otra, al final del día, su profesión también es distinta: no la curación de almas sino de cuerpos. Su manera de amar y rebelarse ante la peste es seguir tratando de curar.

Antes de concluir por anticipado la supremacía de la cura de cuerpos sobre la de almas, retomemos una idea que puede ayudar, todavía, a enfrentar la tormenta que aún nos espera. En otro pasaje de la novela, el doctor Rieux sostiene un diálogo con el periodista Rambert a quien le comparte una idea que sospecha puede hacerle reír: "el único medio de luchar contra la peste es la honestidad", Camus no dice si el periodista echó a reír, pero sí que preguntó "¿Qué es la honestidad?", a lo que Rieux respondió: "No sé qué es, en general. Pero, en mi caso, sé que no es más que hacer mi oficio".

A este punto quería llegar, la honestidad profesional en medio de una pandemia- en medio de la peste- entendida como hacer el propio oficio. No se trata de la profesión per se, sino de quien la encarna. Por eso el ritual de juramentos cuando se consigue un grado académico no es un momento más del protocolo de la ceremonia, sino un recordatorio del sentido del oficio profesional. Cuando no se actúa conforme a ese sentido, no se está siendo honesto y se traiciona el oficio que se profesa, y eso, en una pandemia, se cobra en vidas que pueden contarse por miles. Toda profesión que no se ejerce con honestidad es inútil y, en una pandemia, son irreversibles sus daños.

@EdgarSalinasU

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Escrito en: editorial Edgar Salinas Uribe

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