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Prestar atención

No hagas cosas buenas...

ENRIQUE IRAZOQUI

Tal como se tenía programado, el martes fue el último día de la presidencia del magnate Donald Trump en los Estados Unidos.

La ceremonia levantó el interés del mundo entero, puesto que por fin llegaba a su último instante el mandato del hombre que conquistó la presidencia a base de azuzar los más básicos sentimientos de las masas, como el racismo y la xenofobia, a la vez que prometía encarnar para todos el éxito que su vida pública ha mostrado a través de los años en televisión.

Con el simplista razonamiento de darle el poder a quien representa aquello a lo que aspira, como ingentes cantidades de dinero, fama y hasta éxito en el acercamiento con el género opuesto, tal como siempre ha sido el señor Trump, el camino hacia la presidencia se convirtió en un viaje vertiginoso sin muchas cortapisas.

En 2015 anunció formalmente desde junio que deseaba ocupar el cargo que hasta entonces desempeñaba el demócrata Barack Obama, apenas poco más de dos años para que se celebraran los comicios presidenciales de noviembre de 2017 y sin haber desempeñado cargo público alguno previamente.

En vez de experiencia política, lo que Donald Trump ofrecía era la reivindicación del "establishment" de décadas atrás, donde la raza étnica blanca era la claramente mayoritaria en el espectro social de la población de los Estados Unidos. Culpar a los inmigrantes, particularmente a los mexicanos de ser violadores y criminales, al igual que acusar a China de ser un país que urdía todo el tiempo planes para dañar a su nación, era solo un ardid para hacerse de la simpatía de las masas suficientemente numerosas para obtener los votos que lo terminaron llevando a la silla que calentó por primera vez George Washington.

Por fortuna esa era por ahora ha quedado atrás. Joseph Biden, un veterano con casi cincuenta años en círculo político de primer nivel, logró derrotar en las urnas al funesto Trump logrando conseguir los votos electorales necesarios para hacerse de la presidencia, así como en términos prácticos, irrelevante competencia por el voto popular. Biden alcanzó 306 votos versus los 232 que obtuvo el hasta hace poco presidente. La ley de ese país establece que el Colegio Electoral norteamericano debe otorgar 270 votos al menos para que un candidato pueda ser declarado presidente. En el caso del voto popular, Joe Biden obtuvo 81 millones 283 mil 485 sufragios, mientras que Trump fue votado por 74 millones 223 mil 744 estadounidenses.

Nadie puede poner en duda que el flamante presidente de los Estados Unidos llegó con legitimidad suficiente y necesaria para actuar en su nuevo encargo con totales facultades jurídicas y políticas. Los infundios de su rival y hoy expresidente sobre las elecciones de noviembre pasado no fueron más allá que vergonzosas acusaciones sin sustento que suelen pregonar los malos perdedores.

Habiendo dado vuelta pues a la página, es interesante poner atención en las frases dominantes que Joseph Biden utilizó en su discurso: "La democracia ha prevalecido", "seré presidente de todos los estadounidenses", "voy a volver a unir a EUA y les pido se unan a la causa".

Respecto al mal de la pandemia que azota ese país dijo: "saldremos de esto juntos".

Por supuesto que dictó más frases que estas, y que invitan a una reflexión. Cuando asegura que la democracia ha prevalecido, quiere decir que por fortuna para el pueblo norteamericano la ley y el orden jurídico supieron subsistir aun bajo el hostigamiento brutal y mentiroso de su entonces presidente en funciones. Cuando dijo que será presidente de todos los estadounidenses y que volverá a unir a su país, y les pide que se unan a la causa, está decidiendo marchar por el sendero contrario que Trump había elegido del sectarismo.

En lo que respecta a la pandemia del COVID, que ha matado a más ciudadanos del coloso del norte que en ningún otro estado, solicitó que juntos puedan salir de ellos.

Esperanzadoras palabras de Biden, que dan un alivio a todo el mundo luego de cuatro años de exabruptos de su antecesor. Resalta su compromiso de gobernar para todos, de unidad y de democracia, así como la necesidad de actuar conjuntamente para luchar contra el letal coronavirus.

Ojalá nuestro presidente mexicano tuviese la humildad de escuchar a su homólogo norteamericano, que entiende que el divisionismo de clases no nos puede llevar a la larga a buen puerto. Trump no lo entendió y lo terminaron echando. Quizá valdría la pena prestar atención si no quiere que le suceda lo mismo.

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