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Estantería del año

JESÚS SILVA-HERZOG

Retomo aquí algunos apuntes de los libros de este año que han reflexionado sobre la naturaleza de nuestros desafíos políticos.

Se han publicado muchos ensayos que sobre la crisis de la democracia liberal en el mundo. Textos teóricos, apuntes sociológicos, crónicas y denuncias. Uno de los apuntes más interesantes que he leído es el libro que publicó Anne Applebaum. Su reflexión se distingue del resto porque apunta al impacto personal de la polarización. La intensificación del conflicto rompe amistades y familias. De eso habla en El crepúsculo de la democracia. La periodista, ganadora de un premio Pulitzer, recuerda el optimismo con el que se recibió el siglo y la animosidad que prevalece hoy. La enemistad no solamente impide el acuerdo entre políticos, rompe familias. ¿Es posible la amistad en esta atmósfera?, se pregunta la periodista.

Escapando de Putin, Masha Gessen entendió como nadie a Donald Trump. Cuando éste ganó la elección, advirtió el peligro que significaba el demagogo. Sonó la alarma de inmediato para gritar que Trump ponía en riesgo a la democracia y para pedir que la amenaza se tomara en serio. El artículo que envió al New York Times le pareció desmesurado a la mesa de redacción. No se publicó ahí sino en el New York Review of Books, donde encontró millones de lectores. Trump había ganado no como candidato a presidente sino como candidato a dictador, decía. A finales de su gobierno, un poco antes de la elección, publicó como libro su diagnóstico del fenómeno Trump. Lo ha traducido la editorial Turner al español. Ahí aborda una marca de la comunicación del autócrata: la mentira del poder. Se trata dice Gessen de una mentira que no es ocultamiento ni maquillaje. Es la palabra que se utiliza para demostrar quién manda. Es una afirmación que negando lo ostensible, planta un reto a los aliados y es una amenaza al resto: ¿te atreves a confiar en tus ojos o demuestras lealtad a la palabra del Supremo?

Dos textos importantes sobre el populismo se tradujeron al español este año. El primero es Yo, el pueblo, de Nadia Urbinati, el segundo es El siglo del populismo, de Pierre Rosanvallon. Ambos pretenden esclarecer un fenómeno crucial de nuestra era que sigue escurriéndose al concepto. En Urbinati se advertirá el carácter irremediablemente faccioso del discurso y la práctica populistas y en la Rosanvallon la importancia de ese régimen de pasiones y emociones que no puede seguir siendo menospreciado como irracionalidad.

La pandemia no es solamente un reto epidemiológico, sino un epistemológico, escribió Daniel Innerarity en su Pandemocracia, el librito que aparece como una especie de postfacio a su Democracia compleja. No resulta fácil comprenderlo políticamente; el reflejo de la política tradicional nos empuja a definirlo, por su gravedad, como una guerra. Esto es una guerra contra el enemigo invisible, se dice por todas partes. Será otra cosa muy distinta porque lejos de una política de combate se requiere de una política del cuidado. En esa política reaparece la necesidad de contar con capacidades estatales y la disposición a confiar en los expertos que se conducen con verdad.

El economista francés Thomas Piketty exploró en su nuevo tabique los regímenes de la desigualdad. Capital e ideologia, más que el libro de un economista, es el libro de un historiador de la cultura que desentraña las justificaciones de la desigualdad a lo largo del tiempo. La base de la desigualdad, sostiene, es más ideológica y política que propiamente económica. ¿Qué cuentos nos hemos contado para legitimar la disparidad de cargas y beneficios? El más reciente es seguramente el mérito: quien goza de ventajas se las merece. Por su esfuerzo, por su creatividad, por su talento, se ha ganado lo que disfruta. A derribar ese mito se dedica La tiranía del mérito, de Michael Sandel. La idea de la meritocracia suena bien: el lugar que ocupo es el que me he ganado con el sudor de mi frente. Pero eso que llamamos meritocracia no suele ser recompensa al esfuerzo personal sino, más bien, reflejo de azares, ventajas iniciales y aportaciones colectivas. Es contra la santa autonomía liberal que se planta Sandel. Nadie es el arquitecto solitario de su destino.

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