
Aniversario luctuoso. Hace 70 años falleció el poeta Xavier Villaurrutia, una nochebuena florece en su tumba ubicada en el panteón de Guadalupe, el cual está situado en la cima del Cerro del Tepeyac, en Ciudad de México.
Una nochebuena custodia una tumba en el panteón de Guadalupe, en la cima del Cerro del Tepeyac, al norte de Ciudad de México. Los cuidadores aseguran que la planta ha estado en ese lugar desde el domingo 25 de diciembre de 1950, cuando el hombre que descansa bajo sus raíces perdió la vida.
Sobre la lápida se lee la leyenda: "Dicen que estoy muerto. No moriré jamás. ¡Estoy despierto!". Se trata del sepulcro de Xavier Villaurrutia, uno de los poetas mexicanos más laureados de la historia.
Las crónicas archivadas relatan que al sepelio de aquel ilustre asistieron personajes de la cultura mexicana como el filósofo Adolfo Menéndez Samará, los escritores Salvador Novo, Fernando Benítez, José Revueltas e incluso el pintor Diego Rivera, entre otros.
"No fue precisamente u cortejo luctuoso el de Villaurrutia, sino un grupo de amigos que lo acompañaron hasta el borde de la fosa, y lo vieron bajar en espera de lo misterioso y desconocido, mientas una voz grave y profunda, la de Dagoberto Cervantes, dejaba caer los versos de la Décima muerte del viajero", relató Pablo C. Moreno en una columna publicada en este diario en 1960, una década después de que el poeta falleciera.
En ese mismo texto, Pablo C. Moreno comparte que, junto a un grupo de escritores laguneros, decidió escribirle a Villaurrutia para externarle su admiración y solicitarle estímulo literario. El poeta contestó en una carta:
"Muy estimado señor. Me pide usted unas líneas de estímulo para su grupo literario. ¿A qué orden de actividades del espíritu debo estimularlos? Casi nada sé de ustedes. Desde luego no los estimulo a pedir estímulo. Y menos en forma tan ecléctica. ¡Cómo han podido conciliar nombres y valores tan desiguales! Si ustedes no han encontrado aquello que piden en las obras de los autores a quienes se dirigen, pierdan la esperanza de encontrarlo en sus cartas. Y, en último extremo, de encontrarlo ¿qué harían ustedes con una colección de direcciones diversas cuando no opuestas? No sé si me equivoque, no sé, pero imagino que ustedes solicitan estímulos porque no se atreven a solicitar autógrafos. Créame que, pensando en esto, he dejado que la pluma dibuje, no las líneas de un pensamiento, sino las alternativas de mis letras que deben estimularlos (si esto no es preciso), no a la literatura, sino a la grafología. Soy suyo, Xavier Villaurrutia".
Pablo C. Moreno culmina con nostalgia su colaboración asegurando que lejos de decepcionarlo, el regaño irónico de Villaurrutia motivó a él y a sus compañeros a seguir escribiendo: "Vivir en el mundo del espíritu y ayudar a vivir, fue nuestro lema inextinto", concluyó el escritor lagunero.
INFLUENCIA EN LA JUVENTUD
Y es que Xavier Villaurrutia es un poeta vigente en las nuevas generaciones de autores mexicanos. Así lo confirma el poeta lagunero Julio Mejía III, quien describe al autor de Nostalgia de la muerte como un poeta que formó parte de la generación de los contemporáneos.
Mejía retoma la idea de Octavio Paz, quien dictó que aunque la obra reunida de Villaurrutia es bastante amplia, pues su producción sobrepasa las mil páginas, se le reconoce como autor solamente de unos 15 poemas. Es breve, pero potente.
"Lo más llamativo de Villaurrutia es que era un poeta muy solitario, al menos en su obra, en su producción poética. Los temas de la noche, la soledad, la muerte lo convierten en un poeta muy oscuro".
Por lo tanto, los versos de Villaurrutia aún apelan a la sensibilidad de los lectores y se sitúan en un punto intermedio entre clasicismo y el romanticismo.
"Su poesía apela mucho a los sentimientos de soledad. Sobre todo es eso, que es un poeta nocturno, es un poeta solitario que apela a ese tipo de sensibilidad nostálgica y melancólica".
Fallecido precisamente en una Navidad, Xavier Villaurrutia abordo a la muerte como ese destino inminente del que se tiene nostalgia. Pero según Julio Mejía III, trata el tema con un sentimiento de resignación.
"Esta idea de extrañar el futuro, pero no es una nostalgia de un futuro como luminoso, no es una nostalgia optimista, sino que es un sentimiento de resignación, tal vez un poco pesimista".
Por su parte, para el joven poeta chihuahuense Alexandro Castro, su relación con la obra de Villaurrutia brota de la emoción y del sentimiento que le provoca leerle.
"Hace unos años unos amigos me pidieron que grabara una lectura en voz alta del Nocturno grito. Ese fue mi primer acercamiento al autor. Recuerdo escuchar una y otra vez el audio que había enviado para esa tarea que ellos debían entregar. "Tengo miedo de mi voz / y busco mi sombra en vano", una y otra vez esos versos resonaban, (siguen resonando) en mi cabeza y me hacían volver al poema. Villaurrutia fue un poeta que llevó a otro nivel la representación pictórica de su sentir. Con este, su Nocturno grito, estamos ante un ejemplo. Es un poeta que nos hace vivir la maravilla de estar muertos".
Castro menciona que el poema de Villaurrutia es un espacio a donde el lector vuelve y cita a su amigo Fernando Hernández, para quien la poesía es "una casa destruida a la que volvemos para encontrar, entre los escombros, un retrato de nosotros mismos. Esa casa se puede convertir en un panteón, pero nunca un panteón se convertirá en una casa".
En ese tono, Castro asegura que Villaurrutia pareciera que esa casa no ha sido destruida, pero que está abandonada y es rondada por fantasmas. Por lo tanto, el mismo lector es quien la habita con fulgor fantasmagórico, sin darse cuenta de que el otro está ahí.
"La casa es el poema, en Villaurrutia, es una casa abandonada, onírica, en la que ya no vive nadie, un cementerio al que volvemos de vez en cuando para recordar cómo nos dijeron que se sentía morir", cerró Castro.