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No hubo camas, nació en un pesebre

ÉDGAR SALINAS URIBE

Composiciones de comunidades cristianas primitivas señalan que, al nacer, Jesús fue colocado en un pesebre pues había nacido en un corral a las afueras de Belén. Luego de que José junto con su esposa María habían ido a esa población para registrarse en el censo ordenado por el emperador, sucedió que ella dio a luz y, como no hubo lugar para hospedar a la familia, encontraron como único refugio un corral y un pesebre como cama para el recién nacido. No está demás señalar que el pesebre era la caja donde se ponía la comida para los animales.

El acontecimiento que motiva la Navidad en el mundo cristiano tuvo lugar en condiciones precarias y el relato que se ajusta a profecías veterotestamentarias enfatiza la marginalidad de una familia que no encontró cama disponible, por ponerlo en referencia a los usos actuales, y debió refugiarse junto a los animales. No hubo camas, y por ello el recién nacido tuvo que ser recostado en el objeto usado para la comida de los animales: un pesebre.

Una lectura de la Navidad desde lo acontecido este año, tiene tres componentes metafóricos de profunda relación entre aquel acontecimiento y la realidad presente. Primero, así como aquellos viajeros, María y José, necesitados de un refugio con las condiciones adecuadas para atender a una mujer a punto de dar a luz no lo encontraron, así el doloroso peregrinar de las familias que hoy no encuentran lugar para que sus pacientes sean atendidos con los cuidados que el COVID-19 exige. Y como el recién nacido de hace poco más de dos mil años tampoco encontró cama, esta semana en particular no las hay con el equipamiento necesario para cientos de pacientes infectados en gran parte del territorio mexicano.

Para el mundo cristiano, la Navidad, sin embargo, es ante todo un mensaje de esperanza. Precisamente cuando parecía todo adverso en aquella noche para esa pareja que se trasladó a Belén, según algunas de las primeras comunidades cristianas, el nacimiento de Jesús irrumpe como el sol lo hace en la oscuridad o como las plantas cuando abren la tierra que las ha cubierto en tu forma de semillas. Hoy la buena nueva de la Nochebuena nos llega en forma de vacuna. No encuentro mejor noticia a nivel planetario para este año que el desarrollo e incipiente distribución de la vacuna contra el virus que tanta vida nos ha arrancado y aún amenaza con llevarse más.

Pero la Buena Nueva se encuentra de inmediato ante el desafío de quienes por los motivos que sean, pretenden apagar esa nueva luz. Los relatos de aquellas comunidades cuentan que, ante las amenazas del poder, aquella familia debió esconderse por un tiempo e incluso huir a otro país para salvar la vida. Por sí misma la esperanza no es todo sino se acompaña de la sensibilidad y audacia para hacerla germinar y dar fruto. A la vacuna le sigue la vacunación, es decir, el proceso de hacer llegar la posibilidad de acceso a la vacuna para las personas. Y eso es un enorme trabajo de logística y recursos por venir. Para llegar la mayor cantidad de personas a esa posibilidad aún tenemos que ser sensibles y audaces y si bien no huiremos a otra tierra, si es preciso hacer frente a la amenaza, y mientras tanto: cubrebocas, higiene de manos, distancia social, no aglomeraciones.

Para quienes seguimos la tradición de colocar un nacimiento en casa recordando aquel acontecimiento, tenemos un reconocimiento especial por los pastores que la tradición dice fueron los primeros a quienes se les reveló lo que sucedía en aquel corral. Y fueron a adorar al niño. A la distancia y siguiendo la tradición, esa revelación se hace a las personas de corazón sensible, abierto y a prueba de todo. No tengo duda de que este año les habría sido relevada esa Buena Nueva a las mujeres y hombres que desde los servicios de salud han cuidado de las ovejas del rebaño. Sean creyentes o no, a todas y todos ellos, y en especial a quienes han estado cuidando de mucha gente querida, les deseo una navidad y una vida feliz y que Aquel niño que no encontró cama los siga bendiciendo.

@EdgarSalinasU

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