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Diarrea legislativa

En tres patadas

DIEGO PETERSEN FARAH

Los legisladores salen caros. Pero como bien dice Carlos Enrigue, lo caro no es el sueldo que les pagamos, que no es nada despreciable, por cierto, ni las dietas, gastos y aguinaldos que aún en la tan cacareada austeridad republicana siguen altísimos, sino las ocurrencias, los afanes protagónicos, las leyes para la tribuna, los pagos de favores que se traducen en leyes que acaban afectando el funcionamiento del de por sí maltrecho entramado legal del país en que vivimos. Al gran legislador en jefe de Palacio Nacional que manda línea desde la misa de siete -también conocida como la Mañanera- ahora se suman las ocurrencias de otros, particularmente del senador Ricardo Monreal.

Cambiar un país, transformarlo como se propone el presidente, es una afán titánico y que no puede hacerla, por más que "ya no se pertenezca" y se sienta tocado por la historia, un solo personaje. Es una tarea de plazos largos, de idas y vueltas, nunca lineal. Lo que sí hacen todos -otra de las cosas en que los que ya no son como antes son idénticos a los anteriores- es modificar leyes para hacer parecer como que están transformando al país. Pero en realidad no lo transforman, solo lo trastocan, pues lo que hacen es sumar más contradicciones al de por sí ya complejo entramado de leyes que nos rige.

De la gran cantidad de leyes que nuestros senadores han aprobado al vapor en los últimos días ninguna tan delicada como la que propuso el senador Monreal y aprobaron los senadores de Morena y aliados que obliga al Banco de México a comprar todos los dólares que le ofrezcan. Con la intención supuesta de ayudar a las familias que reciben dólares de sus parientes migrantes, el senador abre la puerta al lavado de dinero. Pero no solo eso: se trata de una legislación que atenta claramente contra la autonomía del del Banco de México al imponer por ley decisiones que tienen que ver con su campo de acción y su mandato. Ahora amenaza con proponer otra que regule las tasas de interés, lo cual es una reversa más o menos de cincuenta años. Sobre regular el mercado lo único que genera es la expansión del mercado negro en el que los que más pierden son los que menos tienen.

La diarrea legislativa en un año preelectoral es hasta cierto punto normal, o si se prefiere, a base de soportarlo hemos aprendido a sobrevivir con ello. Ya sabemos que las peores propuestas, las más populares iniciativas y las más protagónicas de las ocurrencias se dan en contextos preelectorales y en uso y abuso de las mayorías. En el mundo ideal no debería aprobarse ninguna ley sin que antes se estudiara con toda seriedad el impacto de ésta, desde lo más obvio como lo concerniente al presupuesto hasta lo más complejo que tiene que ver con la convivencia y posible contradicción de otras leyes.

Si seguimos con esta diarrea legislativa vamos a terminar regándola de un hilo (por decirlo bonito).

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