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La guía para la transformación: Telón de fondo

JULIO FAESLER

La autoridad del presidente de la república desvanece cuando predica. No es que carezca de razón al señalar la corrupción como plaga de la sociedad, sino porque mientras no cumpla cabalmente con las responsabilidades que su alto cargo le impone, no tiene base para recordarle a la ciudadanía sus innegables fallas. Todos somos imperfectos, pero la mejor prédica es el ejemplo. Sin repetir aquí la larga lista de faltas y equivocaciones que ha acumulado en sus dos primeros años de gestión, es evidente que la primera exigencia que debe aplicar es a sí mismo.

El equipo redactor reunió en la "Guía de Ética para la transformación de México" trozos de inmarcesible sabiduría rescatando valores espirituales. Hacía falta hacerlo, pero cuando el diablo se mete a predicador nadie le cree lo que invoca. Cae en contradicciones. La política es la reina de las actividades y el pueblo sabio pide congruencia entre lo que el líder dice y lo que el líder hace, igual su familia y su equipo. En el caso que nos ocupa es público que algunos de esos personajes se ocultan tras de un vergonzoso telón de fondo que es la impunidad.

Pero si de auténticos valores hablamos, es oportuno leer el texto que el papa Francisco acaba de escribir sobre lo que hay que hacer en momentos actuales tan dramáticos y de tanto sufrimiento que pasan en todo el mundo. Conceptos bien anclados en las realidades actuales y en la experiencia, incluso personal y compartidos con profunda solidaridad y compasión. Es un mensaje que enaltece.

Los tiempos ya eran difíciles y la pandemia todo lo agravó. Por todas partes brotan inquietudes y violencias, los casos se multiplican en nuestra América, Estados Unidos, Guatemala, Perú, Venezuela, igual que en Europa, Asia y África. El reclamo callejero aumenta cuando los Gobiernos, corruptos o ineficientes, dejan sin atender las carencias o injusticias de sus pueblos y se dedican a tomar decisiones que no atacan de frente los problemas sociales realmente urgentes y lo que más hiere a todos los pueblos es recurrir a distractores para mantenerse en el poder.

Mientras en los distritos costeros de Tabasco, con las inesperadas lluvias, se inundaban por haber seguido protocolos equivocados... dejaron inundados ya hace más de un mes a pueblos enteros que hasta corren peligros sanitarios. La asistencia ofrecida por el presidente a sus paisanos no incluyó un amplio número de casas, equipos de emergencia, comida y cocinas móviles. El presidente que sobrevoló la región careció del espíritu de solidaridad que su guía aconseja. El apoyo rápido y generoso llegó más de la sociedad civil que del Gobierno.

Y es el apoyo de emergencia el que también falta para miles de empresas de pequeña y mediana dimensión que zozobran en su esfuerzo por mantener su nivel de empleo. El presidente de la república, sin embargo, discurre en el momento menos oportuno, desaparecer por entero sin matices, la tercerización (outsourcing). Ahora hay que distraer energías para enmendar el entuerto; esfuerzos que debieran dirigirse a coordinar el fomento financiado de empleos formales con un uso inteligente de recursos públicos, incluso de préstamos internacionales, para estimular toda la economía. La obstinación en un presupuesto aparentemente equilibrado olvida que, como en una economía casera, un préstamo bien pensado hace posible invertir en instrumentos o asistencia más grandes que lo que permite el ingreso corriente. Una administración frugal permite un endeudamiento bien administrado.

En relación a lo anterior, las experiencias recogidas y el inminente inicio del tercer año de López Obrador apuntan a la necesidad de modificar varios aspectos de su Gobierno, aterrizándolo en las necesidades populares reales así como en las responsabilidades nacionales e internacionales.

En primer lugar, y de inmediato, hay que reforzar la política antipandémica instruyendo a la población sobre la responsabilidad personal de cumplir con los sencillos cuidados que la ciencia indica. No basta desde la óptica del gobernante confiar en la conciencia individual. El deber es social y el Gobierno está para educar y ver que se cumpla. Lo contrario se traduce en más muertos de los que el Gobierno, en su actual cómoda indulgencia, será culpable.

La nación está sin suficientes recursos presupuestales para sufragar sus programas a nivel individual, familiar o estudiantil a la que se añade el ávido importe de los tres icónicos proyectos de la Administración. En su urgencia toma recursos de fondos, fideicomisos, entidades y se demora en pagar deudas de Pemex. No es la primera vez en nuestra historia, pero puede ser la primera vez en que se salga del problema aplicando curiosamente la guía de ayer que recomienda evitar gastos superfluos y compras innecesarias que lastran y estorban para atender programas realmente productivos.

Con reorientar los tres magnos proyectos presidenciales y financiar a las pymes con préstamos de capital de trabajo, se aliviaría el aspecto económico de nuestra complicada crisis actual sin cerrar programas sociales. Pero el presidente no acepta cometer errores. Si no se toma este par de decisiones la "Guía para la Cuarta Transformación" solo será el telón de fondo para el escenario de un lúgubre 2021 y los cuatro años que aún restan.

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