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La experiencia de la humillación

Francisco Pineda

"Nadie puede hacerte sentir inferior sin tu consentimiento", Eleanor Roosevelt

En algún lugar del mundo un presidente popular pierde las elecciones que de ganarlas le permitirían un segundo término. De acuerdo a varias agencias de noticias, este mandatario no podía ocultar su decepción después de haber sido derrotado, al grado que le era muy difícil reconocer los resultados, y al presidente electo. Después de las elecciones, la persona se ausenta de actividad pública por varios días lo cual permite a los medios de comunicación y las redes sociales especular sobre una posible reacción emocional a la experiencia humillante de perder. La idea de este caso ficticio es ilustrar la posible reacción de mucha gente cuando sienten que su ego, orgullo, dignidad, reputación, o amor propio, han sido seriamente dañados. Una experiencia llamada humillación.

Sea en la política, la comunidad, en la escuela, en el trabajo, en el hogar, en la infancia o etapa adulta, de alguna forma todos hemos pasado por la experiencia desagradable de haber sido humillados por medio de insultos o falta de respeto, que quizá nos hizo sentir muy enojados, dolidos emocionalmente, y con una sensación de haber sido tratados injustamente. Una humillación es una experiencia emocional en donde existe un sentimiento de degradación del amor propio, y una reducción en el orgullo de una persona, después de haberse sentido deshonrado, insultado, maltratado o avergonzado, particularmente si la experiencia sucede en público. Por ejemplo, un ejecutivo con alta reputación de una organización prestigiosa quien es destituido por incompetente. O el caso de un esposo o esposa quien es infiel a su pareja, y el evento es dado a conocer al público. Es decir, una circunstancia en donde una persona se siente inferior o desvalorada, sobretodo si el afectado es un individuo con cierto reconocimiento social. Normalmente una humillación esta asociada con otras experiencias psicológicas o emocionales, por ejemplo, la ira o el enojo, la percepción de rechazo, y en grados extremos, un alto grado de ansiedad y/o depresión, o conducta violenta.

Aunque es razonable sentirnos humillados ante algo que es ofensivo, no todos reaccionamos de la misma manera. El carácter o personalidad de un individuo, específicamente el aspecto de autoimagen o autoestima, y la capacidad de controlar impulsos, es importante no solo para la reacción al insulto, sino también, para la forma de analizar y resolver el conflicto. Personas con un carácter maduro, una autoestima estable, y un buen conocimiento sobre sí mismas, son mas resilientes a la mayoría de insultos. Un insulto no necesariamente presenta una verdad, por la tanto no siempre refleja lo que la persona insultada realmente es. Ahora, si el insulto es justificado porque se cometió un error, el sentimiento de vergüenza es natural, y muy posiblemente es menos complicado procesar y resolver las emociones. El punto importante aquí es que un insulto no debe de ser justificado si la intención del agresor es principalmente dañar la dignidad del otro.

En casos extremos una humillación puede ser un estado emocional muy intenso y negativo ya que muchas veces es un motivo principal en la búsqueda de venganza y posible violencia como consecuencia. Ejemplos de estos son los casos de "crímenes pasionales" en donde una de las partes en una relación formal romántica sorprende a su pareja en una situación de adulterio, y en un acto impulsivo e iracundo asesina a su pareja y al acompañante. Otro ejemplo puede ser el caso de un conflicto entre el Papa Benedicto XVI y un grupo musulmán (Associated Press septiembre 2006) en donde el Papa caracterizó algunas enseñanzas de Mahoma como "diabólicas e inhumanas" lo cual provocó humillación, ira intensa, y violencia por parte de muchos seguidores musulmanes en la forma de protestas en las calles de algunas ciudades de Alemania demandando "Muerte al Papa."

A simple vista la experiencia de ser humillado parece inconsecuente, sin embargo, dependiendo de la persona afectada y las circunstancias en que la ofensa toma lugar, puede ser bastante incómoda o destructiva, debido a que puede ser una experiencia emocional dolorosa si llega a provocar estrés, ansiedad, ira, temor, celos, depresión, trauma, y en algunos casos suicidio. Muchos reaccionan a nivel mental mediante fantasías de venganza, o algún tipo de conducta agresiva, pero sin actuar. Desafortunadamente otros actúan a esos pensamientos y reaccionan violentamente. Generalmente se recomienda analizar si el insulto es justificado. Si no lo es, y dependiendo de la situación, es preferible ignorar la ofensa, y reflexionar sobre el factor autoestima en relación con el impacto emocional del insulto. Nadie puede hacernos sentir inferiores sin nuestro consentimiento. Gracias por su interés en esta columna.

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