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La Laguna está en roj… ¿Fiesta?

ÉDGAR SALINAS URIBE

"Es que tengo miedo", dice una cajera a otra. "No deberías, más bien hazte a la idea que te va a dar, a todos nos va a dar, y así no vas a andar tan preocupada, yo así le he hecho. Pero ahorita te digo, voy a cobrar…". Mi presencia interrumpe involuntariamente ese diálogo en las cajas del súper. Esas dos actitudes ante la catástrofe del COVID-19 (intrascendente en contagios, según el cronista de la pandemia en México) son sintomáticas de la percepción común en la Comarca Lagunera.

La "inmunidad del rebaño", que subyace al consejo de la escena en el súper, no es opción para un país del tamaño poblacional del nuestro, dadas las enfermedades predominantes y las condiciones socioeconómicas de las personas mayores de sesenta años. A menos que enfriemos a tal grado los sentimientos y aflojemos tanto el razonamiento que 100, 200 mil o muchas más personas fallecidas a consecuencia del virus nos parezca, eventualmente, intrascendente. Es doloroso y muy difícil aceptar ese escenario cuando un familiar o una persona cercana es parte de la cifra. No, no deberíamos estar condenados al "nos va a dar a todos". No podríamos con eso. Basta ver las imágenes de este lunes con filas de decenas de personas buscando adquirir oxígeno de una fábrica en Gómez Palacio, o la cantidad de integrantes de los equipos de salud en confinamiento por haber sido contagiados.

Estamos a mitad de noviembre y en La Laguna ya se han registrado más fallecimientos que en todo octubre. También nos encontramos ante la ocupación de camas y el promedio móvil semanal de contagios más alto desde que inició la pandemia, así como una de las tres tasas de reproducción más altas para zonas metropolitanas. ¿La positividad? ocho veces mayor al valor de control de la pandemia. Pese a este escenario, ¿Por qué se sigue de fiesta cada fin de semana? La noche del sábado y madrugada del domingo se registraron 143 reportes de fiestas tan solo en Torreón. Una de ellas derivó en la clausura del salón de eventos del Club Campestre de Torreón.

Ha sido muy difícil encontrar una respuesta satisfactoria para comprender la recurrencia a conductas de riesgo que permita ejecutar acciones de control generalizado. Se extraña la voz analítica y propositiva de profesionales de la sociología, psicología, comunicación, historiadores y opinadores, de esos que cuando se trata de gorditas y fotos en sepia se les llena la boca de identidad lagunera, para comprender la idiosincrasia regional ante este escenario.

Hemos de subrayar que notables mujeres y hombres de los servicios de salud han intentado persuadirnos por todos los medios, incluyendo el testimonio y la ofrenda máxima, para tomar con seriedad y responsabilidad esta amenaza. Sin embargo, no se ha correspondido socialmente como se debe. Otros colectivos han impulsado campañas para promover el uso de cubrebocas recurriendo a todo lo recurrible en la región: memes, jugadores del Santos, cantantes, luchadores, boxeadores, cómicos, actrices, actores. Y, pese a ello, sigue sin generalizarse el uso del cubrebocas. Como recurso de choque, recientemente se han difundido testimonios dramáticos de personas que han padecido el contagio o han perdido una persona amada por el virus. Las fiestas siguen, siguen, siguen.

Pese a la intención de no profundizar los efectos económicos adversos para las familias y las empresas, ha sido muy complicado encontrar la respuesta necesaria para asumir con responsabilidad, solidaridad y disciplina las medidas sanitarias que la actividad económica exige en estas circunstancias. Recuerdo la única indicación que una señora, a quien admiro y respeto, daba a sus hijos cuando en los albores juveniles iban de fiesta: no hagan cosas estúpidas. Si funcionó con tres, ¿Por qué no funcionaría con más? Porque quizá al ampliar la muestra haya a quien le encanta hacer cosas estúpidas y encuentra divertido poner en riesgo a las personas que le aman.

¿Sirve de consuelo que incluso en Europa haya sido imposible evitar rebrotes como para aceptar que es mejor hacernos a la idea de que "a todos nos va a dar"? No. Y no porque conocemos bien la limitada capacidad en la región para atender a las personas graves por contagio, y ya estamos al borde. Un poco más y enfrentaremos el escenario del colapso hospitalario. El invierno asoma. La respuesta, otra vez, está en la conducta de las y los laguneros. Quien nos ayude a comprender la idiosincrasia lagunera ante un riesgo así, hable ya, y le invito las gorditas que quiera.

@EdgarSalinasU

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Escrito en: editorial Edgar Salinas Uribe

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