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Apuntes sobre el momento Biden /Harris

Urbe y orbe

ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

Si bien la elección presidencial no es un asunto cerrado -falta la resolución del Poder Judicial-, todo apunta a que Joe Biden será el próximo presidente de Estados Unidos y Kamala Harris la primera mujer en ocupar la vicepresidencia. Hay mucho qué decir sobre este momento y sobre el proceso y lo que viene para la primera potencia y su relación con el mundo. Ensayo aquí unos primeros apuntes sobre el panorama interno del vecino del norte.

Lo primero a señalar es la situación crítica por la que atraviesa EUA. La más evidente y cercana es la crisis sanitaria, económica y social desencadenada por la pandemia de COVID-19 y la pésima gestión de la misma por parte del Gobierno de Donald Trump. La Unión Americana enfrenta la tercera ola de incremento de contagios, con cifras mucho más altas que en las dos anteriores y sin certeza de que el problema se vaya a resolver en el corto plazo. Pero esta crisis se inserta en una mayor, que es la crisis de la hegemonía estadounidense en el mundo, con una pérdida de liderazgo y prestigio de muchos ámbitos, la degradación de alianzas históricas y el crecimiento de la rivalidad con potencias emergentes. Y esta crisis hegemónica no fue provocada por Trump, sino que éste es apenas un síntoma de dicha crisis, la cual se profundizó con sus decisiones erráticas.

Por otra parte, EUA refleja un aumento de la polarización social, política y económica. Con Trump se acelerado la acumulación de riqueza en unas cuantas manos, es decir, los ricos cada vez son menos en proporción y cada vez más ricos en términos monetarios. En el plano político, si bien es de destacarse la participación histórica del electorado, con el porcentaje más alto de votación en 120 años, la elección evidencia la división de la sociedad estadounidense entre un sector muy conservador e, incluso, reaccionario, que ve en Trump al defensor de sus intereses y privilegios frente a la irrupción de la pluralidad y la diversidad que se convirtió en una de las bases sobre la cual Biden y Harris construyeron su plataforma. La mayoría de los votantes afroamericanos y, en menor medida, los de origen latinoamericano, apoyaron a la dupla demócrata, mientras la mayoría de los hombres blancos se decantaron porque Trump continuara en la presidencia.

En el plano social, el tema racial sigue siendo una herida abierta por la discriminación que ejerce la población blanca más conservadora contra negros, latinos, asiáticos, etc., que se reproduce en ciertas instituciones municipales, estatales o federales, y que ha sido azuzada por el propio Trump con una posición xenófoba y racista. La lucha por el pleno reconocimiento de los derechos de las mujeres también ha sido un elemento importante frente a un presidente que no ha tenido empacho en manifestar posturas claramente misóginas en medio de una ola feminista que reclama el fin del patriarcado y de la cultura machista que prevalece en muchos estados de la Unión Americana. Lo que parecen no entender los más conservadores es que la crítica de los movimientos feministas no va contra los hombres en general, sino contra la visión que una minoría de hombres, además blancos y cristianos, ha impuesto al resto de la sociedad desde hace siglos.

El triunfo electoral de Biden y Harris debe entenderse como una suma de factores. Sí, es cierto, entre los más de 74 millones de sufragios que los demócratas consiguieron hay muchos votos de castigo a Trump. Personas que votaron más convencidas por la idea de sacar al magnate republicano de la Casa Blanca que por los planteamientos políticos o la retórica de Joe Biden. Pero también hay que reconocer que Biden y Harris lograron armar una gran coalición de grupos de interés que, pese a su diversidad, encontró en esa dupla la posibilidad de hacer avanzar sus agendas y preocupaciones. El talante moderado y bajo perfil de Joe Biden, un político con 40 años de carrera, curtido en la tragedia familiar (perdió a su primera esposa y a su primera hija en un accidente, y a uno de sus hijos víctima del cáncer) y de origen proletario, embonó muy bien con el empuje y la energía de Kamala Harris, una mujer de ascendencia afroamericana y de padres inmigrantes que en poco más de una década ha sabido construir una exitosa trayectoria, primero como fiscal de distrito, luego fiscal general de California, de donde saltó al Senado de EUA. Es sumamente significativo que, de confirmarse el triunfo, Kamala Harris será la primera mujer en ocupar la vicepresidencia. Moderación y diversidad fue la fórmula que los demócratas usaron para derrotar a Trump.

Pero no hay que engañarse: la derrota de Trump no significa la desaparición de los elementos que le permitieron asumir la presidencia en 2017. El racismo, la xenofobia y el machismo seguirán existiendo en EUA, al igual que persistirá el desencanto y la desconfianza de una población que, sin abrazar esas posiciones ideológicas extremas, se siente afectada por las políticas aplicadas en los últimos 40 años por el establishment político de Washington, que han repercutido en la desindustrialización, la pérdida de poder adquisitivo de la clase trabajadora y la desesperanza de no ver reflejada su realidad en las decisiones de representantes y mandatarios. La lógica neoliberal se impuso durante tres décadas sobre los intereses de los sectores obreros tradicionales. La reacción a esto fue el proteccionismo y neoconservadurismo virulento de Trump. Biden lo sabe y es por ello que en su primer discurso como virtual presidente electo ha hecho un llamado a la reconciliación y no ver a los partidarios de Trump como enemigos.

Aún queda por ver la conformación de las dos cámaras del Congreso de EUA. De acuerdo a los datos disponibles hasta ahora, lo más probable es que los demócratas conserven la mayoría en la Cámara de Representantes. Sin embargo, todavía no está claro qué va a pasar en el Senado, en donde actualmente los republicanos tienen mayoría. Si los conservadores logran mantener su dominio en la cámara alta, Joe Biden tendría problemas para hacer avanzar puntos relevantes de su agenda. Contar con la mayoría en ambas instituciones sería favorable para que el demócrata pudiera revertir muchas de las políticas aplicadas por Donald Trump sin tener que hacer concesiones a los republicanos. Pero no hay que perder de vista el avance conservador en el Poder Judicial, un ámbito que ha ido adquiriendo relevancia debido a las resoluciones y controversias que ahí se dirimen y que tienen que ver con decisiones políticas. Trump ha podido nombrar a jueces conservadores en un buen número de distritos, y ampliar la mayoría de ministros afines a los republicanos en la Suprema Corte de Justicia, la que, por cierto, es la última esperanza de Trump para ganar la elección. De la posible nueva relación de EUA con el mundo me ocuparé en otra entrega.

@Artgonzaga

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