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Paideia/Lázaro Cárdenas y el exilio español

Gabriel Castillo

Es innegable que la política mexicana pasa por una de sus peores épocas. Ausencia de liderazgo de parte de quien tiene la responsabilidad de conducir el Estado, partidos en el mayor de los descréditos, políticos que aspiran a la Presidencia de la República moviéndose en el lodazal de sus precampañas, excesiva aplicación de recursos financieros al ámbito electoral que pudieran destinarse al gasto social, en fin, malos tiempos y escenarios complicados, por las desmedidas ambiciones de ciertos actores políticos, a los que les importa muy poco pensar en el país y contribuir a enderezar el rumbo del mismo.

En este ambiente resulta gratificante que nos lleguen de Europa, particularmente de España, noticias acerca del homenaje “Gracias México” que tuvo lugar en días pasados y que está relacionado con la actuación del general Lázaro Cárdenas del Río durante los años de la Guerra Civil española entre 1936 y 1939. Siendo presidente de México el general Cárdenas no dudó en ponerse de lado de quienes representaban La República en la nación ibérica y en proporcionarles apoyo de diversas maneras. Ello le ha merecido que, aunque sea después de muchos años, en España se le rinda este homenaje y se considere a su acción gubernamental como “el único ejemplo de dignidad del mundo occidental” frente a la expansión del fascismo en Europa. Estoy seguro que para muchos mexicanos esto es causa de orgullo y reclama nuestra atención, sobre todo cuando se hace bajo la lógica de la necesidad de “mantener viva la memoria de los pueblos” para que no se repitan los errores del pasado.

Este diecinueve de octubre, que se cumplen 35 años del fallecimiento del general Lázaro Cárdenas, es más que propicio recordarlo haciendo alusión al homenaje que el Gobierno y los exiliados españoles le ofrecen. Fue precisamente la ministra de Cultura del Gobierno español Carmen Calvo quien, con la representación del Ejecutivo, José Luis Rodríguez Zapatero, inauguró el Congreso “Cárdenas y el exilio español en México” e indicó la importancia de Lázaro Cárdenas y su Gobierno para “hacer posible que tantos miles de españoles expulsados de su patria por un régimen autoritario e ilegítimo pudieran incorporarse al tejido social mexicano”. Desconozco la razón específica que haya motivado a quienes mostraron este gesto de reconocimiento por estas fechas, pero me parece que siempre es bueno tener o buscar un pretexto para defender la memoria histórica y valorar a personajes de la talla de don Lázaro Cárdenas, pues siguen siendo un ejemplo para las nuevas generaciones.

En este tenor se ubica la reciente declaración en Madrid del director de El Colegio de México, Javier Garciadiego, quien considera a Lázaro Cárdenas un presidente con prestigio en la historia de México y “el único legado moral del siglo XX”. Sin embargo, hay que reconocer que su obra no tuvo continuidad por parte de quienes le sucedieron en el Gobierno, porque otro grupo de orientación distinta a la del general Cárdenas fue el que tomó el poder. Pero eso no quita que se le siga recordando con respeto y cariño, como un presidente magnánimo, impulsor de grandes reformas, con orientación obrerista y agrarista que se ubicó y actuó como hombre de su tiempo, trascendiéndolo. Por ello también intelectuales de la estatura del poeta Tomás Segovia, otro “hijo del exilio” quien llegara a México a la edad de 12 años, consideran como una gran suerte que les haya tocado el Gobierno del general Cárdenas, pues fue un Gobierno ejemplar, no sólo con respecto a los exiliados sino con respecto a la política interna e internacional.

Cárdenas fue un hombre que se formó en el movimiento revolucionario, que incorporó ideales reivindicatorios y principios a su actuar personal y de gobernante, teniendo como principales características la congruencia y el compromiso con el pueblo. Fue considerado como el último de los grandes utopistas mexicanos por el historiador Fernando Benítez, “sólo que su utopía se fundaba en las inmensas posibilidades de un pueblo desdeñado a lo largo de la historia”. Tuvo el gran sueño de la igualdad para los mexicanos, pero le tocó ver el avance de la desigualdad en nuestro país y ese sueño se fue desvaneciendo aún en vida.

Todo lo señalado y mucho más que se pudiera decir, nos confirman que en estos tiempos de liliputenses de la política, la figura de Cárdenas se agiganta, pues nos enseñó lo que significa ser un verdadero mandatario estadista, un hombre de principios y un hábil operador político que pudo sacar adelante trascendentes reformas o acciones en materias agraria, laboral, energética y educativa, entre otras, siempre con el respaldo del pueblo de México. A 35 años de su desaparición física, la ausencia de Lázaro Cárdenas sigue siendo una inquietante y fuerte presencia en la vida política y en el imaginario colectivo de los mexicanos.

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