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¡Salvemos al Seguro Social!

Roberto Orozco Melo

Por encima de los defectos en algunos servicios -vg. la carencia de medicinas- que toda institución de medicina socializada padece en estos días, debe ponderarse el importante papel que el Instituto Mexicano del Seguro Social ha representado en sesenta años, sobre todo para la atención médica de los trabajadores y sus familias.

El Seguro Social atiende en la República a un total de 36 millones de derechohabientes, tiene casi once millones de asegurados permanentes y cuenta con millón y medio de personas pensionadas. Por ello, cualquier juicio que califique la crisis que hoy afronta debe considerar las múltiples facetas que concurren en el IMSS, tanto en la capacidad de eficiencia que posee, en varias áreas notable; como por la ineficiencia en otras, que suele ser exagerada con absurdo maniqueísmo; a pesar de tener causas remotas y ajenas a la voluntad de los administradores del Seguro Social.

Los primeros impulsos hacia la instalación de la seguridad social en México se dieron en 1904 y en 1906, por medio de disposiciones jurídicas en los estados de México y Nuevo León. Lo que éstas lograron fue dejar claro, en los textos de la ley, que los empresarios están obligados a atender a sus empleados en casos de enfermedad, accidente o muerte... pero nada más. En términos reales no hubo otra consecuencia, pues el poder de los patrones era en el porfirismo, como en la actualidad, una muralla infranqueable. Otros acercamientos hacia este necesario acto de justicia laboral tuvieron lugar en 1915, 1917 y 1925.

El más concreto avance vino a darse en la reforma constitucional de 1929 que consideraba de utilidad pública la expedición de una Ley del Seguro Social. Luego, en 1942 y 1943, bajo la presidencia de la República del general Manuel Ávila Camacho, se dieron pasos definitivos: primero, concertar con los sectores obrero y patronal las condiciones de la seguridad social en México y al año siguiente, con la aprobación del Congreso de la Unión, dar fuerza jurídica a la Ley que creaba la obligatoriedad del Seguro Social para trabajadores, empresarios y Gobierno.

¿Qué ha significado el Seguro Social para los trabajadores mexicanos y sus familias? Obviamente lo que su propio nombre expresa: seguridad de atención médica completa, para ellos y sus familias, tanto en casos de accidentes laborales como en los de enfermedades; la protección de los medios de subsistencia; la seguridad en los casos de invalidez, de vida, cesación involuntaria del trabajo y otros de fines análogos: salud, de vida, de atención médica, seguridad económica ante el desempleo, vejez, invalidez, etc.

No fue inmediata la aplicación de la Ley ni la creación de las Delegaciones del Seguro Social en las entidades federativas. A Coahuila nos llegaron sus beneficios alrededor en 1957 pero el organismo no fue precisamente bien recibido. Los empresarios se resistían a pagar las cuotas pues dudaban que los servicios médicos devinieran eficientes, que las medicinas resultaran eficaces, que el Gobierno pudiera construir hospitales y clínicas bastantes para atender a los asegurados estatales; también desconfiaban de que, llegado el día, el IMSS tuviera capacidad financiera para solventar las pensiones del potencial de asegurados que alcanzarían los 65 años.

No sólo se opusieron los patronos: los médicos crearon un sindicato para no recibir demasiada competencia de médicos de la capital del país a los que, supuestamente, iba a contratar el Seguro Social para atender a los asegurados y a sus familias en esta remota provincia. Tiempo le faltaba al memorable doctor Rogelio Montemayor Galindo, primer y eficaz delegado del IMSS en Coahuila, para atender reuniones con empresarios, médicos y líderes de las centrales obreras, los cuales también tenían sus dudas; pero finalmente todo fue resuelto en forma satisfactoria: Torreón, Monclova, Saltillo y Piedras Negras fueron, si mal no recuerdo, las primeras plazas donde el Seguro Social inició sus labores.

Hace más de un año un amigo de este columnista tuvo que internarse en un hospital privado, en Monterrey, para atenderse de un grave accidente cardiaco del cual salió vivo, gracias a Dios, pero tuvo que erogar más de dos millones y medio de pesos para pagar la cirugía y la atención post operatoria. Como coincidencia, en esos mismos días, dos parientes míos muy cercanos, sufrieron similares afecciones cardiacas, que fueron atendidas, mediante la misma complicada cirugía, en la Clínica 35 que tiene el IMSS en la misma ciudad de Monterrey. Sin la eficiente y oportuna atención del equipo médico de cirugía cardiovascular difícilmente mis primos habrían salvado el pellejo; pero lo hicieron, sin que les costara un solo peso. Gracias a Dios, pero también al Seguro Social...

Hoy no podríamos imaginar a nuestro país sin el Instituto Mexicano del Seguro Social y sus diversos servicios. Casos como los referidos se repiten a diario a lo largo y ancho de la República. El IMSS es una institución que pone al servicio de los trabajadores y de sus familias todos los avances de la medicina moderna, y en este sentido es un organismo que sirve a la igualdad de los mexicanos.

Hoy el IMSS afronta una severa crisis financiera, que se agudizará en el año 2011 y estallará el 2012 si no logra salvar el déficit que afrontará durante esos años por más de 20 mil millones de pesos, para los cuales no tiene reservas. Salvar al Seguro Social es una tarea prioritaria para el actual Gobierno y el que le suceda...

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