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Pereyra, más que un edificio

Cristal Barrientos Torres

Los salones de preescolar y primaria son ahora sólo un terreno

El Siglo de Torreón

Torreón, Coah.- Los edificios de la escuela Carlos Pereyra quedaron hechos añicos, pero los ex alumnos aseguran que muchas vidas se reconstruyeron y salieron adelante a partir de la educación Jesuita. Ahora los salones de preescolar y la primaria sólo son un terreno y pronto lo serán las instalaciones de la secundaria y preparatoria, mas dicen que la nostalgia y las experiencias nada las puede borrar ni destruir.

La historia de la Pereyra es errante. Alejandro Treviño Noye, rector de la institución, dice que comienza en 1942 y en el primer año ocupó un salón de la Preparatoria Venustiano Carranza, después consiguieron una casa en la calle Morelos, en donde estuvo cerca de diez años, en 1954 se mudaron una vez más a Torreón Jardín, y posteriormente se construye la primaria en el bulevar Independencia en 1955.

Durante años, dice, se especuló sobre el cambio definitivo de las instalaciones, pero es hasta 2003 cuando se concreta el proyecto. Los anteriores rectores, Manuel Torres y Víctor Verdín, compraron poco a poco los terrenos actuales donde está la escuela, hasta contar con 15.5 hectáreas.

La construcción comenzó con los salones de preescolar, primaria, y la segunda etapa contempló la secundaria y el bachillerato. “Si no hubiera sido por los maestros y los directores, no me hubiera podido dedicar al 100 por ciento al proyecto del cambio de plantel, por eso considero que es labor de todos que por primera vez, desde hace 63 años, la Pereyra viva en el mismo local, en el mismo campus, con sus cuatro secciones: preescolar, primaria, secundaria y bachillerato.

“El poder estar todos juntos ayuda a que los mayores vayan sintiendo a los menores como los hermanos chicos del colegio y que estos se sientan protegidos, la misma comunidad educativa que apenas se conocía ya tiene más contacto, comparten instalaciones que son comunes como la biblioteca, salas de cómputo, además de los auditorios y salones de usos múltiples”.

La Pereyra, dice, es un lugar donde mucha gente de la Comarca Lagunera creció en su formación académica y espiritual: “la compañía de Jesús ha aportado cosas positivas para la región: misiones, retiros, servicios sociales, nos interesa una formación académica y espiritual, fuerte y sólida, eso les va ir dando herramientas para toda la vida, no queremos formar personas para un tiempo determinado, queremos personas para la vida”.

El rector asegura que la Pereyra no es una escuela elitista, pues el 30 por ciento de los alumnos tiene algún tipo de beca, y el reto es que con la compra del terreno de Torreón Jardín se consolide la construcción y hacer un capital fuerte para seguir apoyándolos económicamente.

Adriana Rodríguez Galindo estudió en esta institución y además lleva 20 años trabajando. Comenzó en 1985 en un área del voluntariado dentro del Departamento Psicopedagógico, y luego se convirtió en directora de preescolar y primaria, ahora está en la dirección del Departamento de Valoral Social.

“Teníamos años queriendo tener una institución común, toda la historia de la Pereyra ha sido de planteles separados, el reto de contar con una nueva escuela, dentro de tantos objetivos y sueños, se antojaba muy ambicioso, no teníamos la experiencia de ser el mismo colegio, es el único de la Compañía de Jesús que tenía esas características en el país”.

Desde el 19 de septiembre de 2005 están juntos y según Adriana Rodríguez Galindo, la experiencia es gratificante desde el compañerismo de los colaboradores hasta aprender a estorbarse los unos a los otros, porque estaban tan concentrados cada uno en los planteles que no tenían una experiencia de relación.

“Para los alumnos no ha sido difícil, es necesario aprender a soltar la energía y la creatividad, para que la experiencia de los alumnos de diferentes edades sea de crecimiento para ambos, de chicos a grandes y viceversa, hay que aprender a aventurarse para que fluya el compañerismo, el cuidado de los grandes por los chicos, la ilusión y la intención de compartir un mismo plantel, no ha sido tan difícil ha sido más sencillo de lo que imaginaba”.

Pero la nostalgia es un sentimiento que no puede evitar: “el edificio no existe pero las experiencias se quedan con uno, esas no se pueden tumbar ni borrar porque son parte de las personas, de los alumnos y de la historia del personal. A la mayoría de los niños, papás, maestros, les causa conflicto pasar por el bulevar Independencia y ver que ya no existe el edificio, pero es una etapa que ya terminó y hay que recomenzar y formar otra historia, es un proceso de cambio que invita a uno nuevo. La esencia no se pierde, hay nuevos retos y aventuras actuales en el ámbito educativo”.

Para la ex alumna Ángela Gómez Cantú y actual catedrática de la Universidad Iberoamericana, la Pereyra fue una segunda morada, una segunda familia, una segunda forma de vivir y de pensar que uno encuentra la felicidad con los otros, sirviendo a los demás: “fue de una visión de compañerismo en el mundo, nos ayudaron a descubrir el disfrute en eso, todas las experiencias, ya sea misiones, comunidades de vida cristiana, clases, todo fue enfocado a disfrutar el como ser solidario con el otro”.

Sobre el cambio de instalaciones comenta: “hay un fenómeno muy curioso con Pereyra a diferencia de otros colegios, todos los ex alumnos amamos la Pereyra a pesar de que las instalaciones eran horribles, estéticamente eran nefastas, a mí me tocó estar en la infraestructura arquitectónica de Torreón Jardín, y era horrible pero la amábamos”.

Por eso considera que el cambio de lugar significa sólo la nostalgia de un espacio, de recuerdos e imágenes: “los edificios quedarán hechos añicos pero no sabes cuántas vidas se reconstruyeron y salieron adelante a partir de la educación Jesuita, mucha gente salvó una vida que, a lo mejor por parte de la familia traía algo torcida, y mucha gente encontró la felicidad ahí; los maestros, los mismos alumnos aprendimos a crear lazos entrañables y a ayudarnos, hasta las secretarias y don Pancho, el conserje, y estoy convencida que los alumnos tendrán una experiencia enriquecedora ahora que van a compartir las instalaciones”.

TODOS JUNTOS

“El poder estar todos juntos ayuda a que los mayores vayan sintiendo a los menores como los hermanos chicos del colegio y que éstos se sientan protegidos, la misma comunidad educativa que apenas se conocía ya tiene más contacto, comparten instalaciones que son comunes como la biblioteca, salas de cómputo, además de los auditorios y salones de usos múltiples”.

Alejandro Treviño Noye,

rector de la Pereyra

OTRA HISTORIA

“A la mayoría de los niños, papás, maestros, les causa conflicto pasar por el bulevar Independencia y ver que ya no existe el edificio, pero es una etapa que ya terminó y hay que recomenzar y formar otra historia, es un proceso de cambio que invita a uno nuevo. La esencia no se pierde, hay nuevos retos y aventuras actuales en el ámbito educativo”.

Adriana Rodríguez Galindo,

directora del Departamento de Valoral Social

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