La visita del presidente Andrés Manuel López Obrador a La Laguna ya le empezó a ser diferente. De las anteriores giras a ésta, el presidente encontró un ambiente que denota que el final de la luna de miel de un mandatario que ganó la elección de manera aplastante y que luego de su triunfo y ascenso al poder su nivel de aprobación rebasó el 80%, ha llegado.
Desde su llegada el martes pasado por la tarde en un vuelo comercial de Aeroméxico proveniente de la capital del país, los grupos de apoyo y protesta ya lo esperaban con ímpetu en la terminal aérea. En esa circunstancia, el presidente decidió salir por otra puerta y eludir a las personas que lo esperaban.
De ahí López Obrador se trasladó al hotel Crown Plaza, sito en el bulevar Revolución y se dedicó a actividades privadas. Su mañana arrancó muy temprano como lo acostumbra en su reunión diaria de seguridad a las seis de la mañana. Luego, a su acto favorito: su conferencia de prensa denominada mañanera por el horario que se lleva a cabo y en la cual el presidente disfruta enormemente.
En lugar de ser un encuentro con la prensa, la Mañanera es el espacio donde Andrés Manuel pontifica, donde adoctrina, donde acusa.
El sempiterno candidato de protesta sigue en el mismo tenor, pero lleva ya 20 meses en el ejercicio del poder.
No obstante la necesidad urgente de que el presidente venga a las entidades federativas a auxiliar en una situación inédita donde la pandemia pegó y la hecatombe económica que desencadenó, el presidente sigue en lo mismo.
En la inédita conferencia de prensa en La Laguna (nunca antes un presidente de México habría comparecido en este formato ante los medios) AMLO siguió mayormente en los temas que sólo a él le interesan, aunque cuando se trasladó del campo militar de La Joya en Torreón a la Expo Feria de Gómez Palacio, en donde se llevó a cabo el evento principal, en que el objetivo era dar seguimiento a su promesa de construir una potabilizadora de agua que traiga el vital líquido desde la presa reguladora Francisco Zarco (Las Tórtolas) y con ello dotar a la mancha urbana de agua, exenta de las cantidades de arsénico que hoy se obtienen de casi todos los pozos profundos donde se extrae el agua que bebemos y que son venenosas, el presidente en una danza de cifras, prometió una inversión para la potabilizadora y las obras de tubería para el bombeo y conducción del agua de la presa a la metrópoli 9 mil millones de pesos.
Se había dicho que el proyecto rondaría los 11 mil millones, para que luego se redujera a diez mil y finalmente el propio dignatario lo dejará en los mentados 9 mil, porque dijo que se va a ahorrar y con eso pues la obra sería más barata. Así, como suele decir esas cosas.
Los productores privados laguneros, según ellos conscientes de la situación de desequilibrio hídrico provocado por lo que se le sacan a los mantos freáticos a lo que los mismos se recuperan por recargas naturales, que es del orden de una sobreexplotación de entre 600 y 500 millones de metros cúbicos de agua resultante de la extracción de alrededor de mil cien millones de metros cúbicos versus una recuperación por filtración de 500, regalaron derechos de agua rodada por un volumen de 50 millones.
El plan de la potabilizadora contempla filtrar 200 millones que será la demanda estimada de agua para el año 2045 cuando la proyección sea que en La Laguna vivan 1.6 millones de personas.
También se aclaró que falta que el sector social aporte un volumen de agua del ciclo agrícola anual que ronda los mil millones de metros cúbicos.
Que bueno entonces que parece que el presidente cumplirá su promesa acerca del tema de la potabilizadora, pero debe saber que eso no es suficiente para el tiempo de apremio que vivimos en los estados. Ojalá el licenciado López Obrador salga pronto de la burbuja en la que está metido y pueda aterrizar planes y proyectos que realmente ayuden a la provincia, como lo está haciendo con el agua.
