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Ley y nutrición

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LUIS F. SALAZAR WOOLFOLK

La pandemia del COVID-19, interpela a nuestros hábitos alimenticios como presupuesto de un buen estado de salud, y como base de un sistema de inmunidad que nos permita enfrentar no solo la amenaza que dicha enfermedad implica, sino el riesgo que representa cualquier otro padecimiento patológico.

La Ley General de Salud contiene todo un universo de regulaciones relacionadas con el Derecho Humano a la Salud y en esta oportunidad, enfocamos nuestra atención sobre las reformas decretadas por el Congreso de la Unión, que fueron publicadas en el Diario oficial de la Federación el 29 de noviembre de 2019, solo en cuanto obligan a los fabricantes de alimentos empacados y embotellados, a incluir en sus envases y etiquetas, la información nutrimental de su contenido.

El proceso de reformas concluyó el 27 de marzo de 2020 con la publicación de la Norma Oficial Mexicana, que entrará en vigor el próximo 1º de octubre, por lo que ha cobrado actualidad un debate al respecto. Por información nutrimental se entiende el conjunto de datos, que revelan la composición del alimento o bebida de que se trate, en cuanto a la proporción de proteínas, vitaminas, azúcares, carbohidratos y grasas, así como a su valor medido en calorías.

El tema es relevante, porque México está entre los primeros lugares del mundo en cuanto a obesidad y diabetes, como enfermedades asociadas a una mala nutrición. Sufrimos una mala nutrición no por falta de alimentos, sino en virtud de pésimos hábitos alimenticios en los que abunda el consumo de refrescos azucarados y harinas en muy diversas formas, y si bien el fenómeno se encuentran impulsado por fuertes aparatos comerciales y publicitarios, tiene sus más hondas raíces en nuestra falta de educación como sociedad y en una inconsciencia suicida individual y colectiva.

Lo peor del caso es que en vez de que el Gobierno asuma aliados el reto en comento, el ambiente tóxico de confrontación que impera en nuestro país, resulta propicio para alegatos tan absurdos como el expresado por el presidente de la Asociación Nacional de Abarroteros Mayoristas (ANAM). Según el dirigente en cita, la nueva Norma Oficial Mexicana genera una competencia desleal, porque mientras los productos envasados deben ajustarse a las nuevas reglas de etiquetado, los puestos de comida de la calle y las panaderías de barrio no están obligados, lo que a su decir pone en peligro de quiebra a ciento cuarenta empresas mayoristas y seiscientos treinta mil comerciantes al menudeo.

El reclamo del presidente de la ANAM no tiene sentido, porque establece una comparación equivocada e impertinente e invita a un enfrentamiento estéril. Lo cierto es que incluir la información nutricional en las etiquetas, apenas sirve como guía para que el consumidor de productos envasados tome sus propias decisiones y no basta por sí sola para producir un cambio positivo en nuestros hábitos alimenticios en el futuro inmediato, ni una mejoría en la salud general de la población en el largo plazo.

Para generar una convicción profunda y la voluntad que nos lleve a una mejor alimentación, los mexicanos debemos cerrar filas en torno a la dieta balanceada, desde la misma educación en el hogar y en la escuela. La experiencia de la pandemia que afecta en especial a grupos vulnerables afectados por enfermedades asociadas a malos hábitos alimenticios, es una buena oportunidad para detonar una campaña nutricional permanente y si nada de esto fuere suficiente, la vista diaria al espejo con un sentido de autocrítica y el uso cotidiano de la báscula, serán valiosos auxiliares.

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