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Las vacunas contra la enfermedad y contra la corrupción

JULIO FAESLER CARLISLE

Esta semana termina con hechos que tienen que ver con dos facetas muy diferentes de nuestra América Latina. Una, anuncia que tan pronto se cumpla la tercera fase de las pruebas que se están realizando, empezará la producción masiva de la vacuna contra el COVID-19 y que ha sido desarrollada por el laboratorio AstraZeneca, en colaboración con la universidad de Oxford. Con este histórico hecho hace posible que los países latinoamericanos tengan acceso a la vacuna a un precio entre tres y cuatro dólares. El programa anunciado simultáneamente por los presidentes de Argentina y México, y que se anticipa a las investigaciones en los Estados Unidos o Rusia contó con el respaldo financiero de la Fundación Carlos Slim.

El otro asunto es el proceso iniciado para llevar a la justicia la serie de maniobras político financieras centradas en las corruptelas de la empresa brasileña Odebrecht para obtener contratos en México. Con base en las revelaciones del testigo colaborador Emilio Lozoya, exdirector de Pemex, se irá detallando la densa red de corrupción que generó fortunas multimillonarias personales a la vez de confirmarse como factor decisivo en el pasado proceso electoral federal.

La Fiscalía General de la República, ya se anota como un éxito del presidente López Obrador que desde su campaña se comprometió a eliminar la corrupción que ha infestado a todos los sectores y niveles de la vida nacional desde el siglo XIX, se enquistó durante todo el Siglo XX y los primeros años del actual. Su efecto ha lastrado todos los programas públicos y privados que, uno tras otro, han pretendido traducir en bienestar el inmenso potencial de nuestros recursos humanos y materiales.

El actual desastre educativo de nuestro país es otro ejemplo de la gran corrupción sindical que arrastró a la vocación y entrega personal del numeroso magisterio nacional a convertirse en un pilar indispensable del control político post revolucionario. Esa clase de control sindical llevó a la ruina el vital proyecto nacionalista petrolero.

La corrupción en todos los órdenes y niveles de la actividad económica, industrial y financiera, drenó sistemáticamente los presupuestos oficiales y convirtió al quehacer político en la vía más fácil para crear las fortunas personales de funcionarios a costa de frustrar y degradar los programas bajo su cuidado.

El presidente López Obrador deriva justificada satisfacción en el proceso enderezado por su gobierno contra la densa red de connivencias que operó a partir de los cohechos repartidos por la constructora Odebrecht. Todos deseamos que el largo camino que se inicia aboque en sentencias justas y firmes que castiguen los operadores de este caso, uno más de los millares de saqueos que han baldado la marcha nacional.

Este objetivo puede frustrarse si no es controlado en todos sus detalles por la más alta autoridad de la República. Ha habido, sin embargo, desde el ascenso político de López Obrador, constante preocupación por la cuestionable calidad moral de varios personajes que lo acompañan en su empeño por transformar al país. Evaluar las características de algunos de sus colaboradores más destacados alza esa preocupación a nivel de genuina alarma.

Confiar, por ejemplo, la estrategia de la CFE a un individuo marcado por fraudes electorales que el propio López Obrador conoce y cuya exagerada fortuna personal rebasa hace irónica mofa de la modestia "republicana" que López Obrador receta a sus colaboradores. Las numerosas propiedades del personaje y los negocios manejados por parientes e hijos defraudando a la nación son ampliamente reseñadas en los medios. Es este un aspecto que el señor presidente no ha sabido o podido controlar en su propio entorno familiar y que resta confiabilidad en el desempeño de la suprema magistratura que tiene encomendada.

Las redes sociales son conductos de información y de inmisericorde calificación de toda figura pública. Son indispensables puntos de referencia para el que ocupa una responsabilidad social entienda que el sonido del agua delata que hay río.

El presidente no le ha transmitido a su descendencia la virtuosa y noble sencillez de su origen provinciano. Una de las piedras de toque, rara vez hallado en los políticos mexicanos ni, por cierto, en algunos empresarios de éxito, es precisamente la consistencia de sus vidas con sus convicciones más íntimas. El fenómeno del político enriquecido no es nuevo. El único antídoto es el castigo oportuno y ejemplar, estigmatizar a la corrupción.

El asunto es serio. Si el presidente está empeñado en dar lecciones de moral y aplicación imparcial de la justicia tiene que darse tiempo para advertir los contrastes que tiene a su alrededor. No puede dejarse engañar.

El triunfo que esperamos de la vacuna producida en América Latina será fruto de una sobria disciplina científica. El triunfo de la cruzada de AMLO contra la inveterada corrupción será necesariamente resultado de la congruencia con que el jefe del Estado Mexicano la conduzca.

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Escrito en: Editorial Julio Faesler

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