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Metrópoli sin agua (I)

A la ciudadanía

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

Durante el presente año ¿Cuántos conflictos o protestas ciudadanas sobre problemas de abasto de agua en sus viviendas han ocurrido en la Comarca Lagunera? Si bien no hemos elaborado un recuento sobre los grupos de colonos urbanos o habitantes de comunidades rurales que se han manifestado, es claro y se evidencia a través de los medios de comunicación que ya son varios miles de personas las que se quejan de que no sale agua en las tomas domiciliarias, y si lo hace es un chorrito insuficiente para cubrir sus necesidades básicas, o que el suministro solo ocurre en determinados horarios mediante tandeo.

La mayor parte de estas protestas ocurren en las ciudades de la zona metropolitana, sean por baja presión, reposición o reparación de las redes de distribución, tandeo, problemas en el suministro de energía eléctrica, abatimiento y caducidad de pozos, u otros motivos. Durante esta primavera y verano se ha agravado dicha problemática, fenómeno que no inició este año sino que es una réplica acentuada de los anteriores que presiona a los organismos operadores (SIMAS, SIDEAPA, SAPAL) responsables del suministro de agua para uso doméstico.

Es a estos organismos a quienes les toca enfrentar la peor situación: a) gran parte de las redes de suministro urbano son obsoletas y se operan en promedio con un 50% de eficiencia física, ya que en el transcurso de las últimas cuatro décadas, al igual que las redes de drenaje, han recibido poca atención; b) se presenta una caducidad periódica de pozos que implica su reposición, impactando sus finanzas por las inversiones que realizan en las nuevas perforaciones y los costos al operarlos, aunado a que la extracción se efectúa a mayor profundidad aumentando los costos energéticos; c) la eficiencia comercial no es suficiente, aunque aumente la facturación no sucede lo mismo con el cobro del servicio de suministro, entre otras.

Los organismos operadores municipales podrían mejorar la eficiencia física y con ello disponer de mayores volúmenes para cubrir el déficit en el abasto a la población, pero para ello requieren fuertes inversiones que ni ellos, que de por si es común arrastren pasivos financieros, ni los gobiernos municipales disponen de recursos suficientes para resolver un problema que al ser desatendido por décadas se piense resolver en un año o durante el período de una administración municipal. Requieren, inevitablemente, para no impactar sus finanzas y desatender otras responsabilidades esenciales, de fondos adicionales provenientes de los estados o de la federación.

Esta situación implica, en primer término, que la gestión del agua urbana metropolitana que realizan los gobiernos locales sea una prioridad en la asignación de presupuestos, y en segundo, que su atención responda a una planeación estratégica mediante la cual se proyecte esa rehabilitación o reposición de las redes de distribución urbana en el mediano o largo plazo, donde los candidatos y luego los que ganen las elecciones de los gobiernos municipales y estatales asignen los fondos, en el entendido que una administración solo podrá resolver parcialmente los casos que le sea posible y las siguientes continuarían con el plan estratégico, y no que actúen cíclicamente de manera reactiva, cuando los problemas les broten o sus esfuerzos se centren en operar y mantener la infraestructura vigente.

Pero una planeación estratégica también implica el concurso de la diversidad de actores económicos y sociales que demandan el agua urbana, y tal parece que con el modelo de gestión del agua urbana no es suficiente o adecuado para lograr esa participación ciudadana que permita construir consensos sobre las prioridades que deban atenderse, no solo sobre el mejoramiento de las redes de distribución de agua, sino de todo el proceso de gestión que incluya el drenaje y saneamiento.

Hoy en día un tema nodal de la agenda pública como es el agua requiere un replanteamiento en el modelo de gestión del agua urbana, es necesario revisar cual sería el modelo de gobernanza que podría aplicarse en nuestras ciudades, el cual, también necesariamente debe contemplarse y abordarse con un enfoque metropolitano. Vale la pena este ejercicio si se pretende transitar hacia un desarrollo sostenible de esta metrópoli, ya que la gestión del agua urbana es un factor clave en el reordenamiento del proceso de expansión urbana, particularmente en nuestras ciudades que crecieron desarticuladamente.

Pero no es en estos organismos operadores donde se encuentra la solución de fondo. El problema de abasto se acentúa en esta temporada de calor porque aumenta la demanda y, probablemente sea aún mayor debido al confinamiento de la población en sus viviendas derivado de la pandemia, pero ya es un tema crónico que se origina en el abatimiento de los conos donde se almacena el agua en el acuífero, abatimiento provocado por la sobreexplotación que sufre nuestro cuerpo de agua dulce subterráneo al extraerse mayores volúmenes que los que se recargan anualmente, por tanto, un asunto de competencia federal.

Por ello, si ben es necesario mejorar la gestión del agua urbana para aumentar la eficiencia física y comercial, drenar y sanear las aguas residuales y darles un reúso más pertinente, es inevitable atender el problema de fondo porque no se puede aspirar a desarrollar una metrópoli como la nuestra sin tener asegurado el abasto de agua potable a la población, ya que además de que una parte importante de los volúmenes actualmente suministrados no son potables debido a la contaminación que presentan. El desarrollo sostenible de esta metrópoli depende crucialmente de resolver esta cuestión.

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