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LA LUZ VENCE A LAS TINIEBLAS

ARTURO MACÍAS PEDROZA

Estamos en un sistema de mentiras y somos parte de él; lo sostenemos y lo apoyamos aún cuando no nos satisface como personas; creemos que no podemos salir de él y si lo intentamos ya se encargarán otros de meternos de nuevo a él. Pero la crisis sanitaria por esta pandemia nos da la oportunidad de recuperar nuestra dignidad perdida y de encontrar una luz que no sólo desenmascare la mentira, sino que ilumine un camino de plenitud humana.

Los culpables de este sistema de errores, falsedades, engaños y mentiras que tiranizan y controlan, no son organismos internacionales con conspiraciones de gobierno mundial, o grupos diabólicos que buscan la perdición de las almas, o poderes políticos o económicos nacionales o internacionales, que han hecho del mentir su forma natural de ser. Ellos si acaso sacan ventajas del sistema y también ponen su parte para mantenerlo.

Pero el sistema no necesita de tiranos concretos; tiene sus propios mecanismos para conservarse y fortalecerse. No necesita esclavizar a quienes solos se esclavizan a sí mismos, no necesita controlar a quien tiene en sí sus autocontroles, no necesita fuerzas represoras pues nosotros mismos nos mantenemos esclavizados unos a otros.

Habiendo asumido las mentiras del sistema como verdades inobjetables hacemos de ellas nuestro criterio de actuación: "vales por lo que tienes", "si no tranzas no avanzas", "primero mis dientes que mis parientes", "si me da placer lo hago", "no batalles"," si todos lo hacen porqué yo no", "esta mula es mi macho", "esta es mi verdad" "allá él, ya está grandecito", "cada quien tiene su verdad", "la verdad es lo que diga la mayoría", etc..

No es difícil desvelar el engaño, pues la naturaleza humana tiende por sí misma a la verdad y descubren las falsedades deshumanizantes. Pero el mismo sistema nos hace creer que no hay otra opción y que el mundo es así, por lo que a quienes buscan salir del sistema, son arrastrados implacablemente dentro de él de una u otra manera de modo que utiliza la perdida de relaciones, el desempleo, el desprestigio, la ruptura con amistades, la baja de estatus social, la crítica y hasta la muerte.

La tenebrosa cueva de nuestro interior debe ser iluminada para descubrir en ella la riqueza de la vocación humana a ser hijos de Dios, la grandeza del dar, del darse, del servir, de amar, de crecer como personas con las virtudes, de hacer arte, de gozar la vida. Sin embargo, somos obligados a sobrellevar la miseria de una vida que no satisface las aspiraciones más profundas. Una vida que camina en las tinieblas de un sistema basado en el error, la mentira y el engaño.

La crisis sanitaria puede ser la oportunidad de abrir nuestros ojos a la luz. Aunque algunos quieren volver a cubrirlos con las antiguas vendas del sistema, para muchos, los velos que han caído con la cuarentena, les han hecho descubrir las luces y las sombras que éstas proyectan sobre la economía, la educación, la religión, la cultura, las relaciones familiares e interpersonales, las verdaderas y falsas necesidades, la importancia de la solidaridad, de la familia, del medio ambiente. Con esta luz han quedado también al descubierto los profesionales del engaño.

Sin embargo, sin una luz permanente que dé sentido a la nueva época, el sistema volverá a imperar, los engaños volverán a maquinarse, y regresarán las sombras.

¿Hay una luz que ilumine un nuevo sistema? Sí. El camino del Evangelio que proclama una manera nueva de vivir basada en la verdad del hombre, del mundo y de Dios.

Es cierto que desde hace dos mil años se había iniciado este camino, pero el perverso sistema había logrado atraparlo con sus criterios, cubriendo su luz con un pesado velo. Ahora que la humanidad estrena un nuevo camino, amenazado con las sombras del sistema que quiere mantenerse, Cristo, luz del mundo viene a iluminar los ojos de los hombres para crear uno nuevo basado en la verdad.

Pero esta nueva luz que ilumina las tinieblas, es la base de un nuevo sistema que replantea la vida del hombre individual y social; es una luz que redefine el valor de las cosas, de las personas, del medio ambiente, de la economía, de la educación, de la cultura en general y no sólo de la religión. El extravío antropológico reencuentra su rumbo en Cristo, el hombre perfecto. Esta nueva propuesta basado en la verdad, tendrá que enfrentar las sombras de un sistema que se resiste a morir y cuyas sombras continúan proyectándose incluso dentro de la misma Iglesia.

Aquí está el nuevo reto de la Iglesia: crear con acciones concretas en todas las áreas de la realidad una nueva cultura cristiana. Un ejemplo sería implementar con detalle y formación profunda, un sistema económico, comercial, de producción y consumo que respete la dignidad del hombre, a todo hombre y a sus relaciones con la naturaleza, superando los engaños de un sistema explotador; concretizar la fe en experiencias de compartir, servir, y amar, para crear con ellas un ser humano digno, independiente y libre.

La verdad los hará libres (Jn. 8, 32). ¿Será capaz la Iglesia de asumir este reto que se le presenta para influir en esta cultura que necesita ser iluminada con la luz del Evangelio?

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