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Los dos discursos

JULIO FAESLER CARLISLE

Los resultados de la visita del presidente mexicano a Washington serán juzgados conforme a las perspectivas que se quieran aplicar.

Para algunos observadores se verá la confirmación de los pronósticos, como el de Bernardo Sepúlveda, de resultados negativos. Para otros, hubo elementos que sustentan una interpretación amable.

Hay razones para las dos posiciones. El secreto está al análisis de los discursos de ambos y la comparación con los antecedentes que a cada uno corresponde.

Por cuanto al presidente Trump, los antecedentes auguraban a su vez dos posibilidades, una en el sentido de que prevalecería su ya muy repetido desprecio a todo lo que representa México y lo mexicano. Degradación social en todos los aspectos que son un peligro para la seguridad nacional y la necesidad de aislar por todos los medios de la contaminación. Desde el principio de la gestión de ese desarrollista inmobiliario determinó la construcción de un muro. La otra posibilidad era una recepción de artificial amabilidad para dar una cara positiva que curara la distancia que sus constantes declaraciones y funestas decisiones administrativas que han dañado a la comunidad latina residente en su país.

La caída en los índices de preferencia ha sido notoria en las últimas semanas por lo que la visita de López Obrador era obviamente significativa.

El tono del discurso del presidente norteamericano, veloz y planamente leído, fue singularmente amable respecto a la persona de López Obrador lo que confirmó con claridad su intención de buscar sanear el rechazo que está cosechando entre el electorado latino y que hace crecer la posibilidad de que pierda las elecciones del próximo noviembre.

De la presentación del presidente mexicano, eran posibles a su vez dos versiones. Una, de justo reclamo por los insultantes conceptos que Trump nos ha dedicado a lo largo de su gestión y, la otra, la de un tono conciliatorio.

De hecho, el texto del Presidente de México, más del doble en extensión, se distinguió por el sorprendente tono favorable a la personalidad de su anfitrión. López Obrador optó por una versión conciliadora, completamente de acuerdo con la manera en que ha venido tratando sus comunicaciones matutinas desde Palacio Nacional.

La intervención leída en el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca en la corta ceremonia de inauguración del Tratado Trilateral, "T MEC", ha sido inmediatamente criticada por algunos comentaristas en los medios mexicanos. En primer lugar por omitir los muy justificados reclamos que se esperaban listando los agravios acumulados y demandando de Trump las disculpas correspondientes.

Fue marcado el tono notoriamente espartano de todo el encuentro de los dos jefes de Estado. Escaso de ceremonia, apegado no a protocolos de gentilezas diplomáticas, tanto la conversación privada de los dos actores que apenas duró cuarenta y cinco minutos, insuficiente para permitir los más someros intercambios, seguida de una cena casi informal a la que asistieron empresarios de la estrecha confianza personal del presidente López Obrador y olvidando los líderes empresariales mexicanos que mucho tuvieron que ver con las negociaciones del instrumento.

La visita del Presidente López Obrador, tan variadamente anticipada en ambos países será juzgada exclusivamente en relación con los dos discursos a que aludimos. De ellos puede desprenderse lo breve de la conversación entre ambos personajes. Podemos conjeturar, a reserva de que se revele su contenido, que no hubo reclamos mexicanos por las agresiones verbales del Presidente Trump, que se mencionó la necesidad de controlar a las mafias que operan en ambos países, que el papel de México como factor de control en el creciente problema de Venezuela y los apoyos a las candidaturas para la OMC y el BID.

Esperemos que en cuanto a lo económico, además de la marcha del flamante T-MEC se hayan mencionado facilidades y financiamientos para las inversiones en México en condiciones más "amables", como hoy se estila decir, que las que López Obrador hasta la fecha ha permitido.

En la historia de las relaciones entre los dos países, la reunión en Wáshington podría marcar un quiebre positivo en la ruta que se venía siguiendo. Mucho más por presiones de Trump que por iniciativa de López Obrador. En este sentido la evaluación de más fondo se encuentra en que ha quedado más remachado el carácter norteamericano del desarrollo de México. El nacionalismo de los "neoliberales" quedó atrás.

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