Columnas Social

Las palabras tienen palabra

El ganado sirve para ganar

Juan Recaredo

Parecería que el hecho de saber un poco acerca de los usos del lenguaje como que nos obliga a usar palabras raras e inentendibles y a manejarnos siempre en un tono pretencioso y supuestamente magistral, algo que a mí en lo particular me resulta muy antipático y de plano absurdo.

¿Cómo es posible —me pregunto sin poderme contestar— que el que usa la lengua… no, digo… que el que conoce perfectamente el idioma y sus funciones, diga las cosas de una manera tan enredada y lo haga con tanta mala leche, que logre su tonto objetivo de que nadie comprenda lo que está diciendo? ¿Para qué es eso? ¿Qué objeto tiene? Si lo que queremos precisamente es comunicarnos por medio del lenguaje, y comunicarse es “hacer comunes” las ideas, transmitirlas a través de ese código maravilloso que es el lenguaje, para que todos podamos tenerlas, acariciarlas y aplicarlas… me refiero a las ideas.

Un lector se comunica conmigo y en tono amistoso pero como presumiendo de muy sabio me dice “Leo su columna bihebdomadariamente…” luego se queda un momento esperando que yo haga un gesto de complicidad o de perdido le cierre un ojo en señal de aprobación, como diciendo: “Le entiendo perfectamente… Usted y yo somos tan cultos que hasta sabemos que con esa palabreja me está diciendo que lee mi columna “dos veces por semana…” Pero yo no le digo eso.

Lo que si le digo es: “señor, perdóneme pero si ante un grupo de cien personas nativas de nuestro suelo, me lanza usted esa frase, probablemente haya dos o tres de las cien que le entiendan. En cambio, si me dice “Leo su columna dos veces por semana”, le aseguro de antemano que los cien mexicanos van a entender lo que los cien mexicanos dijeron. Entonces ¿para qué decirlo así, para presumir de conocedor? Pues fíjese señor que anda usted ‘chispeando fuera del recipiente’”.

También hay qué recordar que existe el otro lado de la moneda, porque a algunas personas les parece inconcebible que un supuesto experto en el uso de la lengua le diga “lana” al dinero y “codos” a los avaros, suponiendo que esas palabras son vulgarismos que denotan ignorancia en grado sumo. En la antigüedad, el ganado era el patrimonio de la gente del pueblo. Y cuando se criaba ovejas, la lana que producían era como dinero en efectivo. De ahí se supone que nace la relación entre “ganar” y ganado y entre la “lana” y el dinero.

A los que somos de Monterrey nos dicen “codos” porque se supone que somos codiciosos, que practicamos obsesivamente la codicia que es la obsesión de tener más, yendo aún más allá de todo lo razonable.

No olvidemos entonces que la función principal del lenguaje es facilitar la comunicación. Lo demás siempre será de menos importancia.

Soy Don Juan Recaredo… compártame sus dudas y comentarios. [email protected] Twitter: @donjuanrecaredo

ME PREGUNTA:

Humberto de la Colina: ¿Verdad que decir acomedido es un barbarismo?

LE RESPONDO:

El adjetivo acomedido empezó siendo un barbarismo. Es una forma incorrecta de pronunciar la palabra comedido, pero ha sido usado así con tanta frecuencia, que la Academia de la Lengua acabó por aceptarlo. Ahora tienen significados diferentes: acomedido es servicial, que se presta para ayudar sin que se lo pidan y comedido significa ágil, que hace las cosas con prontitud.

LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA: Recuerda bien que, en cada madre, hay una suegra en potencia. Cuidado

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