La solicitud de las compañías petroleras de los Estados Unidos, en el sentido de que el Gobierno de Donald Trump utilice los canales diplomáticos para pedirle al Gobierno de México que cumpla con los compromisos contraídos por nuestro país en el Tratado México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), confirma que la política energética de nuestro país, se encuentra integrada a la de nuestro vecino del norte.
De acuerdo a información que aparece en la edición de El Siglo de Torreón del día de ayer, el Instituto Americano del Petróleo que reúne a seiscientas empresas de la industria petrolera y del gas natural de los Estados Unidos, envió a los Secretarios de Estado y de Energía del Gobierno Norteamericano, una carta en la que expresa su preocupación por que a su decir, la Secretaria de Energía de México Rocío Nahle, está restringiendo y retrasando los permisos de importación a nuestro país, de gasolina procedente de los Estados Unidos.
Resalta en el texto de la misiva, la afirmación según la cual México y Canadá son los principales compradores de los hidrocarburos producidos y refinados en Estados Unidos, lo que revela la magnitud de los intereses comerciales y estratégicos a los que en materia energética, se encuentra vinculado nuestro país en virtud del T-MEC. En tal escenario se explica el acuerdo de la Secretaría de Energía (Sener) emitido a mediados del mes pasado, que contiene nuevas regulaciones a las concesiones para producir energías renovables solar y eólica en nuestro país, afectando a empresas concesionarias de la Unión Europea, lo que a fin de cuentas fortalece la opción energética basada en el petróleo y el gas natural, y favorece la importación de gasolinas procedentes de los Estados Unidos, al amparo del T-MEC.
La carta de reclamación del Instituto Americano del Petróleo, revela que nuestra relación con los Estados Unidos conlleva sus propias tensiones recurrentes, porque se entiende que la severa recesión económica que estamos viviendo incide en una baja en la demanda de gasolinas y en consecuencia, la razón por la cual la SENER restringe los permisos de importación de gasolina refinada, lo hace para proteger a la débil industria petroquímica nacional y regular el sensible mercado de consumo de gasolina al interior de nuestras fronteras.
Lo anterior confirma la necesidad de mantener la ruta de diversificar tanto nuestras fuentes de energía como nuestros tratos comerciales con diversos países del planeta, con independencia de que la geografía nos une a un vecino muy poderoso, que además es el principal destino de nuestras exportaciones. En efecto, no debemos dar por resuelto el dilema entre los hidrocarburos y las energías renovables, en función de las políticas aplicadas en nuestro país por el actual Gobierno y los que precedieron antes de la Reforma Energética de 2013.
Se entiende que México esté ligado al consumo de petróleo tanto en su condición de productor, como en virtud de los compromisos comerciales derivados del T-MEC, con el añadido de que hoy día el aprovechamiento de la energía solar y eólica está limitado por la falta de una tecnología que permita almacenar la electricidad generada a partir de esas dos fuentes. De hecho ningún país se cierra por gusto a utilizar energías procedentes de alternativas distintas al petróleo, pero la existencia de una planta industrial y un mercado de consumo asociados a los combustibles fósiles y la dificultad y alto costo de una reconversión tecnológica al respecto, ligan el presente de la humanidad a su pasado petrolero.
Ante la fuerza de la realidad actual y la evidencia de que el futuro apunta a la utilización de las energías limpias y renovables, lo conveniente y obligado es transitar en ambas vías es decir, administrar de manera eficiente nuestra condición de país productor de petróleo que nos alinea a los intereses de nuestros socios comerciales del T-MEC y hasta donde nos sea posible, continuar en la producción de energías limpias en los términos acordados con los países de la Unión Europea, en el Protocolo de Kioto y en el Tratado de París.
