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¿Solo dos sopas?

DENISE DRESSER
López Obrador convoca a tomar partido, a cancelar el pensamiento libre y crítico, a cancelar la pluralidad rumbo a la colusión.— Denise Dresser

De fideo o de frijol. Para Andrés Manuel López Obrador solo hay dos sopas en este momento de definiciones en el cual convoca a tomar partido, a comer solo lo que él cocina. O somos liberales o somos conservadores; o se está por la transformación del país o se está en contra de ella; o se combate la corrupción o se apuesta a mantener los privilegios de unos cuantos. Así el maniqueísmo macuspaniano. Así la polarización disfrazada de transformación. Porque la disyuntiva que impone el presidente es falsa. No se trata se escoger entre el conservadurismo o el lopezobradorismo. Se trata de ser demócrata.

De fideo o de frijol. Para Andrés Manuel López Obrador solo hay dos sopas en este momento de definiciones en el cual convoca a tomar partido, a comer solo lo que él cocina. O somos liberales o somos conservadores; o se está por la transformación del país o se está en contra de ella; o se combate la corrupción o se apuesta a mantener los privilegios de unos cuantos. Así el maniqueísmo macuspaniano. Así la polarización disfrazada de transformación. Porque la disyuntiva que impone el presidente es falsa. No se trata se escoger entre el conservadurismo o el lopezobradorismo. Se trata de ser demócrata.

Y sí, hay quienes se sienten satisfechos con el platillo único que el presidente les sirve. Lo saborean y recalientan, lamiéndose los dedos. No vislumbran la brecha entre las promesas y los resultados; entre la propaganda y la realidad; entre el autoritarismo y el pluralismo. Otros sabemos que no podemos traicionar nuestros ideales así, porque la democracia es un enorme buffet de ideas. Es su mesa coexisten distintos platillos, salsas, aderezos y a nadie se le obliga a comer un menú fijo. Lo compartido es el comedor: las reglas para elaborar leyes, dirimir conflictos, crear o remodelar instituciones, procesar diferencias.

El presidente exige que dejemos de ser comensales de la democracia; demanda que nos transformemos en colaboradores de una regresión que pone en riesgo la capacidad de componerla. No está en busca de ciudadanos libres, críticos, capaces de pensar por sí mismos, sin necesidad de un caudillo carismático que les diga cómo hacerlo. No promueve la deliberación, sino la colusión; lo suyo no es la libertad sino la complicidad; no exalta la independencia sino la connivencia. Y los colaboradores que recluta son aquellos capaces de traicionar su ideología de izquierda, su moralidad, sus valores con tal de servir a un hombre. Porque en esencia de eso se trata: defender, justificar, legitimar y racionalizar una voluntad única. Si los colaboradores fueran congruentes con la causa de desmantelar los privilegios y combatir la corrupción y poner a los pobres primero, se opondrían a una larga lista de decretos que contradicen esa narrativa. Ahora más bien excusan los abusos de poder, minimizan la evidencia, tergiversan los datos, despliegan dobles estándares, y utilizan distintas varas de medición. Lo que fue inaceptable bajo Peña Nieto se vuelve palatable bajo AMLO; lo que hubiera sido condenable con Calderón se vuelve aplaudible con López Obrador.

Sí, son tiempos de definiciones y será necesario asumir una posición. He aquí la mía: México no es ni debería ser una teocracia o una monarquía o una tribu o una secta que acepte la palabra de un líder como ley. No es ni debería ser el país de la posverdad donde todo aquello que no le gusta al poder es catalogado como "fake news", donde la mentira es manufacturada en la mañanera para parecer verdad, donde los preceptos constitucionales son tratados como papel de baño, donde cualquiera que esboce un desacuerdo es etiquetado como conservador aunque no lo sea, donde la democracia disfuncional se vuelve la democracia acechada por el propio presidente.

México aún puede ser el país anhelado: el que debate datos, busca entender problemas, legisla soluciones, institucionaliza conflictos, encara desigualdades históricas, combate corrupciones endémicas y hace eso de acuerdo con reglas consensadas "a priori". Esa aspiración sigue viva. Habrá que seguir defendiéndola de un Gobierno que ha traicionado principios esenciales que lo llevaron al poder. Ignorando o violando las leyes, ignorando o menospreciando a las mujeres, ignorando o pisoteando a los pocos contrapesos construidos, ignorando o empobreciendo aún más o los pobres del Covid-19, ignorando o suprimiendo la laicidad del Estado, ignorando o eviscerando la demanda de desmilitarizar al país.

Los colaboradores que cierran los ojos podrán seguir engañándose a sí mismos y a los demás, sin entender que se han vuelto meros "apparatchiks" del poder arbitrario al que criticaron y ahora defienden. Pero como argumenta Anne Applebaum, la historia juzgará a los cómplices y reconocerá a los que se rehusaron a elegir entre solo dos sopas. Recordará a quienes tomaron partido por la democracia incluyente que queremos construir; a quienes insistieron en seguir cocinando y aderezando ese pozole de la pluralidad que es nuestro país.

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