EDITORIAL Sergio Sarmiento Caricatura Editorial Columna editoriales

¿La Unión Europea al rescate?

Urbe y orbe

ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

Ahora que el "America First" le ha explotado en la cara a Donald Trump de la peor manera posible, con una desastrosa gestión de la pandemia en su país, la peor crisis económica en décadas y grandes protestas sociales contra la violencia racista alimentada por el discurso del mandatario, los principales líderes de la Unión Europea ya no quieren tener tratos con el presidente de Estados Unidos… al menos hasta que no se defina la elección de noviembre próximo. Y es que el inquilino de la Casa Blanca se ha encargado de dinamitar la histórica relación de EUA con sus aliados europeos, montado en los caballos del proteccionismo, el populismo nacionalista, el antiliberalismo y el unilateralismo. En su discurso inaugural como presidente en enero de 2017, Trump prometió ver más hacia dentro de la Unión Americana, lo que implicaba una renuncia tácita a las responsabilidades de la gran potencia como hegemón del mundo, y una sacudida al orden mundial construido por Washington tras la Segunda Guerra Mundial. Pues bien, hoy está obligado a hacerlo por los graves problemas que enfrenta su país y, por ahora, parece no contar con el respaldo de una UE que se siente traicionada. Esta, por su parte, ha entrado en un proceso de redefinición con miras a una mayor independencia respecto a EUA en materia de seguridad y política exterior, y con la posibilidad de convertirse en el nuevo garante de las libertades democráticas y de un orden mundial multilateral basado más en la colaboración que en la competencia. Porque China, el gigante asiático que ha asomado la cabeza en medio de la pandemia, no genera aún la suficiente confianza por su modelo autoritario, con todo y las grandes capacidades humanas, económicas y materiales, y es mirado con suspicacia por muchos países europeos que saben que necesitan asociarse con Pekín, pero no a cualquier precio. La gran pregunta que surge es si la UE puede constituirse como el nuevo líder de ese "mundo libre" que hasta hace poco encabezaba EUA. Una respuesta es que no la tiene fácil. Veamos por qué.

La última década ha sido complicada para la UE. La crisis económica de 2008-2009 reveló la debilidad del modelo financiero aplicado en los países integrantes, con programas de estricta disciplina fiscal que ataron de manos a muchos gobiernos para sostener al Estado de bienestar, lo que dejó desprotegidas a amplias capas de la población. Además, la falta de regulación del capital financiero transnacional incrementó la vulnerabilidad del sistema, dejando a millones de personas literalmente en la calle tras la crisis. El descontento social producido por esta debacle se volvió caldo de cultivo de grupos políticos que, usando el nacionalismo y el populismo, apuntaron sus baterías contras las instituciones de la unión, a las que vieron como un lastre para el mejoramiento de las condiciones de vida de ciertos sectores de la población. El discurso de estos grupos hizo mella en Reino Unido en donde, a través de un referéndum realizado bajo un clima político viciado por las noticias falsas y la manipulación, se decidió abandonar la UE, un proceso que ha resultado tortuoso y nocivo para ambas partes. Ese nacionalismo populista ha adquirido diferentes matices en otros países, como Hungría, Italia y Austria, en donde la xenofobia institucionalizada contra los inmigrantes refugiados ha puesto en entredicho los propios valores fundacionales de la unión y ha metido a Europa en una contradicción ética: siendo en buena parte responsable del desastre, la violencia y la pobreza de muchos países de África y Oriente Medio que hoy son expulsores de migrantes, algunos grupos de ultraderecha impulsan el cierre de fronteras a dicha población. Más recientemente, el llamado "viejo continente" ha sido golpeado brutalmente por la pandemia de COVID-19 que ha ocasionado, además de decenas de miles de muertos, el colapso de los sistemas sanitarios y una parálisis económica convertida en crisis, la suspensión momentánea de instituciones fundamentales del europeísmo, como el espacio Schengen, la zona de libre circulación de personas, en donde han sido restablecidos los controles fronterizos. El parto de un plan de reconstrucción de las economías y sociedades de los países integrantes de la unión ha sido muy doloroso por las diferentes visiones que privan dentro y por el creciente choque de las naciones del sur con las naciones del norte.

Al tratarse de un espacio plural, multicultural y diverso, el segundo mercado más atractivo por su poder adquisitivo, la segunda economía más grande del mundo en conjunto, y con el más alto nivel de desarrollo humano y social, es normal que crezca la idea de que la UE es la candidata natural a suceder a EUA como líder del orden liberal. Además, su experiencia -que no está exenta de problemas- en la construcción de un esquema de gobernanza internacional, le brinda atributos que otras potencias no tienen. Pero la unión debe superar sus propias contradicciones y sus problemas internos que no son pocos ni tampoco pequeños. La población europea está en constante envejecimiento y la resistencia a la recepción de extranjeros que puedan inyectar juventud a la sociedad sigue creciendo. Las fallas en las políticas de adaptación de la población inmigrante han generado problemas de marginación, discriminación y resentimiento. En el plano de las nuevas capacidades materiales, los países europeos van muy detrás de China y EUA en la carrera por construir su propio modelo tecnológico de telecomunicaciones de quinta generación (5G) y de inteligencia artificial. En materia de cohesión institucional, la UE enfrenta aún el reto de avanzar hacia una verdadera unión fiscal y de la construcción de una política exterior coherente con los valores europeos y un sistema de defensa que ya no dependa de los caprichos de Washington. En este sentido, poco cambiaría un relevo demócrata en la Casa Blanca, ya que Trump ha echado a andar una maquinaria difícil de parar. Otros dos desafíos tiene Europa: la redefinición de su relación con el mundo subdesarrollado que en tiempos pasados conquistó y explotó para enriquecerse, y su relación con Rusia, potencia energética y militar indiscutible, vital para la seguridad del continente, pero poco confiable por sus crecientes vaivenes geopolíticos. En conclusión, la vía de un posible liderazgo europeo es un sinuoso y largo camino. El problema es que no parece haber otra alternativa.

Twitter: @Artgonzaga

E-mail: [email protected]

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 1709877

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx