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El mundo hoy

JULIO FAESLER

Llegamos por fin casi al término de una de las fases de la pandemia. Se han echado a andar algunas actividades industriales sujetas a respetar ciertos principios como la sana distancia, el uso de mascarillas y tapabocas, desinfecciones constantes, entre otras medidas, solo se trata de actividades estratégicas como la minería, la automotriz y la construcción. Algunos gobernadores, sin embargo, han decidido aplicar su propia normatividad estatal hasta no ver mejoría en materia de contagios del COVID.

En el mundo, las cosas no andan bien. Abundan los ejemplos: Gran Bretaña, sin contar que aún no sale de la pandemia, después de más de un año de llegar al Brexit, en estos momentos se encuentra en difíciles negociaciones con Europa, simplemente para recuperar las preferencias comerciales y financieras de las que gozaban cuando eran miembros de la Unión Europa. En otros lugares como España, Francia e Italia, reina la confusión política y probable el cambio imprevisible de líderes.

En otras partes como Hong Kong, se sufre el inevitable contraste entre el compromiso que asumió Bejín al recuperar el dominio de esa colonia inglesa, de respetar el modo de vida y de hacer negocios, lo cual choca con el pujante capitalismo estatal chino. Puede preverse que con el paso del tiempo y después de un largo y complejo proceso acabará por predominar la voluntad democrática en toda China, diluyéndose el actual sistema centralista, sin que ello implique que ha de regresar en el Siglo XXI a los rancios principios del liberalismo clásico.

Parecería que el avance humano se va dando en condiciones de incongruencias sucesivas que nos obliga a pasar irremisiblemente, por razones de su dinámica propia, a resolver los problemas con fórmulas que, a su vez, cederán el paso a soluciones ulteriores.

Simultáneamente a estos procesos, observamos en Estados Unidos un reclamo enfurecido víctima de oprobios raciales que se vienen arrastrando de siglos atrás. Violencias callejeras, saqueos, destrucciones cargadas de odio, que no son sino expresiones de un rencor enquistado no sólo entre los afroamericanos, sino que ha venido incluyendo progresivamente a la población blanca. La mayoría de los manifestantes son jóvenes, al fin, preocupados por el ominoso futuro que todo mundo les receta de continuar las profundas injusticias sociales que predominan en la situación actual.

Lo anterior se agrava con la brutalidad de las políticas del presidente Trump que, contra su discurso en favor de la clase trabajadora, en realidad ha favorecido a los más ricos, ensanchando la brecha que él acusa a su antecesor de haber provocado. A unos cuantos meses de las elecciones de noviembre, Trump encuentra enfrentado a su país profundamente escindido por sus políticas contradictorias en materia de salud, escolar y migratoria. Frente a los disturbios actuales ha mostrado una insensibilidad e intolerancia que hiere cada vez más, hasta el grado de amenazar el uso de la fuerza militar violando la Constitución, para sofocar el descontento.

A pocos meses de terminar su periodo presidencial de 4 años, Trump se encuentra en la singular coyuntura de carecer el voto negro, como también ha perdido el voto latino al que ha lastimado brutalmente con sus políticas migratorias. También ha perdido el voto de la juventud universitaria agobiada por las impagables deudas escolares contraídas. La actuación desalmada de Trump durante los conflictos callejeros, le está provocando además la pérdida de apoyo de algunas personalidades de su propio partido republicano. El electorado norteamericano decidirá entre renovarle el mandato o entregárselo a su bien conocido rival del partido demócrata.

Ante tal escenario Trump está obligado a valerse de cualquier hecho, evento o personalidad que pueda ser un apoyo electoral. Son éstas las condiciones en que se encuentra la política de Estados Unidos y que serán el escenario en el que se insertaría una eventual visita del presidente de México prevista para el mes de julio.

México por el momento no es una pieza importante ni para la política interna ni para la externa de ese país. La única razón que AMLO tendría para visitar a Trump sería para obtener algún beneficio adicional para el Tec-Mec, cuyas normas de trabajo ya fueron aprobadas en esta misma semana, o bien, para solicitar un refuerzo financiero aplicable a los programas sociales en marcha en nuestro país.

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Escrito en: Editorial Julio Faesler

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