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Escenario posible (II)

A la ciudadanía

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

En la anterior colaboración mencionamos conceptos y datos sobre las sequías ocurridas en el ámbito de la cuenca Nazas-Aguanaval y la Comarca Lagunera, los cuales nos indican que este fenómeno se ha manifestado de diferentes maneras provocando condiciones de estrés hídrico entre la población humana, otras especies animales y la vegetación. Lo cierto es que este fenómeno continuará expresándose y se estima que por efecto del cambio climático en las zonas áridas podría acentuarse, es decir, ser más recurrente y con mayor severidad.

Según los datos vertidos la semana pasada, durante el período analizado (1980-2000) en la región se han presentado sequías meteorológica e hidrológica con diferentes grados de severidad, pero ha habido ciclos de sequía que abarcan varios años provocando diversos impactos.

Si durante un año se nos presenta una sequía meteorológica provoca un estrés hídrico entre los laguneros: se incrementa la demanda de agua durante el período en que se elevan las temperaturas al aumentar el consumo promedio por persona, como ocurre en estos días, surgiendo las dificultades para abastecer los rezagos y los picos que surgen en la temporada de calor. Esas dificultades aumentan cuando los abatimientos de las fuentes disponibles son de tal magnitud que las soluciones aplicadas por los organismos operadores son insuficientes, no basta con mejorar las líneas de distribución o perforar nuevos pozos, el problema está en la sobreexplotación del Acuífero Principal.

Aquellas familias o personas que no pueden acceder a volúmenes constantes y suficientes de agua en sus viviendas durante otros meses del año o durante la temporada de calor, sufren para satisfacer sus necesidades domésticas básicas (ingesta directa, higiene personal y de la vivienda, regar plantas), situación que les conduce a manifestarse protestando por el desabasto de agua, fenómeno que será cada vez más frecuente si no recuperamos el Acuífero Principal.

Si la sequía meteorológica es a la vez hidrológica, en regiones como La Laguna la situación se agrava porque ya no solo disminuye la disponibilidad de agua que llueve, sino que se afectan los flujos de agua superficial y subterránea y con ello los volúmenes que en forma natural se almacenan en los acuíferos donde la recarga es menor y los que artificialmente almacenamos en las presas. El impacto económico y social es mayor en virtud de que se disponen volúmenes menores para desarrollar las actividades económicas y la vida doméstica, estas se ven alteradas pasando del estrés hídrico al estrés social.

En nuestra región el total del volumen almacenado en las presas está concesionado para uso agrícola, por lo que al reducirse provocará una disminución en la superficie de cultivo irrigada con agua superficial, se acentuará el bombeo en los predios agrícolas para satisfacer la demanda de agua de los cultivos perennes (principalmente alfalfa y nogal), acentuando los abatimientos en los niveles de agua de los acuíferos. En 1995, el año en que se redujeron los volúmenes almacenados en las presas durante ese ciclo de sequía, se redujo la superficie agrícola bajo riego superficial en dos tercios del total que en promedio se siembra en el Distrito de Riego 017.

En ese ciclo de sequía se establecieron las llamadas áreas compactas de riego, que consistieron en superficies donde se concentraron las parcelas y predios de cultivo acorde con el mejor acceso a las redes de canales de riego. El impacto que esto tuvo fue que las parcelas ejidales se concentraron en sitios alejados de los poblados y ante una reducción en las asignaciones de agua a cada usuario, les complicó la atención de sus cultivos y provocó que no pocos enajenaran sus derechos de agua, algunos de ellos de plano los transmitieron en forma definitiva abandonando la actividad agrícola y su residencia en las comunidades rurales.

¿Qué pasaría si enfrentamos un ciclo de sequía de varios años? Como se está viendo las cosas en La laguna estamos ya en una situación que no solo acentúa el estrés hídrico entre los laguneros, sino también enfrentamos un problema de inseguridad hídrica, ya presente con la contaminación del agua subterránea pero que se agravará al vernos imposibilitados de satisfacer la demanda, no sólo doméstica sino también económica, con una sequía prolongada.

Ante un escenario cada vez más posible de vulnerabilidad ambiental, económica y social, a los laguneros nos preocupa la forma en que casi todos los políticos y algunos empresarios quieren resolver el problema de abasto y contaminación del agua que destinamos a uso doméstico-urbano, están pensando con una visión cortoplacista (para 2040) y parcial (es mínima su contribución a recuperar el acuífero) de crear una planta potabilizadora que asegure el suministro de agua potable extrayendo agua superficial al río Nazas, cuando esta fuente de agua resulta vulnerable ante pronósticos de sequías más recurrentes y con el riesgo de mayor severidad.

Creemos que si el gobierno federal tiene suficiente dinero (entre 5 y 10 mil millones de pesos podría costar esta obra) para construir la potabilizadora es desatinado no tener un proyecto paralelo de recuperación del Acuífero Principal y, entonces sí, pensaremos en esta opción cuando quizás ya sea demasiado tarde, pero mientras tanto deberemos ajustar nuestras actividades económicas y domésticas a la disponibilidad que tengamos de agua, un ajuste más severo de los que hemos vivido. Pésimo legado le transmitiremos a las siguientes generaciones de laguneros.

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