La gestión nacional de la crisis sanitaria ha sido caracterizada por la descoordinación y, en no pocas ocasiones, por el enfrentamiento entre los gobiernos central y locales. En la comunicación oficial se ha presentado desorden y contradicciones y pasaron del desempeño técnico sobrio y puntual a la retórica inútil y opaca. Además, ha sufrido un desgaste acelerado provocado en buena medida por el formato y su vocero principal. Desde el punto de vista de los instrumentos legales que debían acompañar la gestión, la formulación y publicación ha sido errática y controvertida, y su legalidad cuestionada por expertos con profundo conocimiento del derecho mexicano. Y, por si fuera poco, ha sido tristísimo observar al personal de salud exigiendo condiciones e insumos básicos de seguridad para cumplir con su servicio; petición secundada por gobernadores de todos los partidos.
Al cabo de estos meses, se rebasaron los diez mil fallecimientos y esta semana se cruzará la cifra de 100 mil contagios oficiales. En fin, sucede que llegamos al punto de la finalización de la Jornada Nacional de Sana Distancia y la reapertura económica escalonada (llamada "nueva normalidad") en el preciso momento en que el semáforo nacional de riesgo se encuentra en rojo. Pareciera como si en un crucero altamente transitado se hubiese esperado a la hora pico del tráfico para poner todos los semáforos en rojo y al mismo tiempo anunciar que el paso se reanuda, pero debe hacerse con cuidado considerando que los hospitales más cercanos están llenos pero dispuestos a recibir a los heridos producto de los lamentables accidentes que seguramente ocasionará la situación. Y como derroche de flexibilidad, en una nota al margen, se ofrece a los encargados de tránsito de cada esquina la atribución de decidir medidas particulares siempre y cuando se cumpla al menos con las instrucciones generales dadas. Es decir, un lavado de manos de grandes proporciones.
Para el caso mexicano es importante tener presente que se pone fin a la Jornada de Distancia mientras la curva formada por el número de nuevos contagios por día aún dibuja la línea de ascenso en la parábola. El de fallecidos por igual. ¿Cómo es que entramos entonces a una etapa que se supone debe darse cuando la línea de la parábola debería ser descendente y la capacidad hospitalaria amplia? La decisión de poner fin a la Jornada de Distancia e iniciar con la etapa de reapertura es una decisión política. Puede parecer que por tratarse de una crisis sanitaria la decisión de reactivación recayera en los expertos en salud de los equipos de gestión federal y estatales, pero, en los hechos, no solo se trata de una cuestión de salud, sino que hay elementos económicos, sociales, de seguridad y escolares, por mencionar algunos, que confluyen en los factores a considerar para dar paso a la "nueva normalidad". Si bien la voz técnica de la salud marca la pauta para la discusión sobre los riesgos y capacidades para actuar, en el discernimiento último y definitorio se consideran más factores. La ponderación y decisión final son políticas. ¿Cómo estarán los factores no sanitarios en el país para que, pese al ascenso en la curva de riesgo, la escalada de contagio y casos graves no sean factor determinante para postergar la reapertura y sí por el contrario se decidiera por ella? Visto lo visto, se optó por la apuesta más alta.
¿Qué le toca a la sociedad, la parte menos visible en toda esta circunstancia, pero que al final del día es la protagonista la historia? Hemos observado que el confinamiento fue sumamente flexible si juzgamos desde los datos que nos ofrece la herramienta de movilidad de Google. A partir del primer día de junio es muy probable que con la reactivación de ciertos sectores de la industria y el comercio todo se torne bastante relajado pese al entorno de riesgo.
Si en momentos en que el confinamiento y la sana distancia eran medidas a seguir no fueron llevadas a cabo en el nivel deseado, los días que vienen serán un tianguis. Por eso cabe apelar al sentido común. Mantener la distancia, usar cubrebocas, lavarse las manos con frecuencia, evitar aglomeraciones. Quizá con esos básicos agreguemos seguridad y cordura en esta etapa. Sentido común, por lo menos.