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LA IGLESIA, PUNTA DE LANZA DE LA NUEVA ÉPOCA

ARTURO MACÍAS PEDROZA

El Papa Francisco en la bendición Urbi et Orbi (27 III 2020) decía que es "Frente al sufrimiento, donde se mide el verdadero desarrollo de nuestros pueblos" y el pueblo de México ha demostrado su calidad, gracias a los valores que ha desarrollado dentro de su historia y en cuya formación es innegable el papel que jugó el cristianismo en la construcción de esta nación. La pandemia que estamos padeciendo es una llamada a la Iglesia a ser nuevamente protagonista en la inédita coyuntura de esta etapa de la historia de México.

El mundo se estaba configurando con un extravío antropológico fuerte y con elementos del pasado que amenazaban con marcarlo negativamente con fuerzas, ideologías y poderes nefastos. En ellos la fuerza de la fe se estaba difuminada y tenían poco por decir y menos por hacer. Pero la pandemia del COVID-19 ha sido un catalizador de la nueva época que ha replanteado toda la sociedad y sus sistemas económicos, políticos y sociales. La Iglesia ahora tiene la oportunidad de ser punta de lanza en la reconstrucción de esta sociedad que ha sufrido una profunda transformación, para o­frecer la riqueza del mensaje que la Iglesia ha descubierto en esta Pascua tan especial que acaba de vivir. Su protagonismo sobrepasa las fronteras del país, no sólo por el número de bautizados que la integran sino porque la Iglesia europea se ha envejecido y las nuevas iglesias de África y Asia aún no tienen la madures suficiente.

La cuarentena vivida por la familia, Iglesia doméstica, lejos de debilitarla la fortaleció. El tiempo de Semana Santa marcó además esta experiencia de profunda fe, y ahora le toca anunciarla ante un mundo que ha descubierto que la necesita. El mundo que ha quedado perplejo, desnudo, vacío y pobre, está dispuesto a recibir el testimonio de unidad, de confianza, de alegría y de vida plena de los cristianos.

La crisis económica ofrece la oportunidad de replantear un estilo de vida nuevo, de solidaridad y de comunión, por medio de un sistema económico alternativo. Si queremos salvar al hombre es preciso un cambio de mentalidad para dejar el materialismo embrutecedor que deshumaniza, rebaja y frustra al ser humano. El mundo está dispuesto a recibir el Pan verdadero que comunica la vida eterna, dentro de un nuevo sistema económico y social. La crisis económica limitará "apoyos" que abrían los puños de los indignados pobres para extender las manos y convertirlas en mansas e inútiles, el nuevo Lázaro salido de la tumba de la pandemia, se deshace de su mortaja que lo aprisionaba, recibiendo de los cristianos el testimonio de la vida nueva de los renacidos e hijos de Dios.

Se trata de hacer ver la nueva manera de vivir, con un sistema económico y social más justo y solidario, libre de egoísmos, de individualismos, relativismos, secularismos y hedonismos; se trata de ayuda mutua, de amor y misericordia, de compartir y poner cada quien lo que tiene al servicio de la comunidad para que nadie pase necesidades, al estilo de los primeros cristianos, concretizada en intercambio de bienes, servicios, productos y conocimientos.

Ante esta contingencia que pone de manifiesto la debilidad del sistema financiero, buscamos soluciones, nos descubrimos "importantes, necesarios, necesitados de conforto y ayuda mutua" ("Urbi et Orbi, Ibid). La esperanza en Jesús Resucitado es nuestra certeza y nuestro camino, recordando que, a lo largo de esta historia él actúa como salvador por medio su Iglesia que somos todos los bautizados. El trabajo es amplio; requiere organización, liderazgos, formación, disposición al trabajo y al servicio, cualidades que se supone ya existen en la Iglesia.

La Iglesia hoy se ve urgida por los gritos de quienes no tienen trabajo, de quienes han perdido la fe, de quienes se sienten decepcionados, de quienes buscaron en otros lados lo que no veían en la comunidad de creyentes. Hoy tenemos la oportunidad de fortalecer la creatividad bajo la acción del Espíritu del Resucitado, para hacer una comunidad que promueve la verdad, la justicia y la paz, manifestada eficazmente en la unidad y colaboración, libre de intereses partidistas, ideológicos y políticos; hemos redescubierto la belleza de nuestra humanidad y la llamada a recrear un mundo nuevo en todo sentido; a edificar nuestra vida y la sociedad en el amor, la responsabilidad y la solidaridad. La tarea es rehacer el tejido social resaltando los valores de la vida y la dignidad humana. Esta sociedad dañada debe transformarse en espacio en donde la vida es acogida, tutelada, respetada y servida. En estos tiempos de dolorosas pruebas estamos llamados a vivir la unidad ante la tentación del egoísmo, la división y la autosuficiencia. Es tiempo de cuidarnos con amor y de saber que nos necesitamos unos a otros. Hoy, sin salir aún de casa, es el tiempo de ser signo de unidad. Es el tiempo de la Iglesia.

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