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Riesgo y reactivación económica

ÉDGAR SALINAS URIBE

En los últimos días se ha intensificado la discusión acerca del reinicio de actividades económicas que fueron consideradas no esenciales. Hay quien a esto llama regreso a la normalidad. El volumen de la conversación crece debido a que países afectados por la propagación del COVID-19 antes que México han tomado la decisión de poner fin, así sea de manera gradual, al periodo de suspensión de actividades económicas y al confinamiento ligado. La Organización Mundial de la Salud recién publicó una guía sobre la reapertura de escuelas y lugares de trabajo. Adicionalmente, la atopía propia de las redes sociales genera la percepción de que en todo el planeta ya estamos en ese momento de la pandemia, soslayando realidades regionales.

Lo cierto es que los tiempos de afectación han sido distintos en el mundo, por consiguiente, lo serían las reaperturas. Unos países fueron alcanzados de manera temprana por el virus y otros más tarde. Lo mismo sucedió con las medidas de distanciamiento, restricción a la movilidad, confinamiento, cuarentenas y suspensión de una buena cantidad de actividades económicas. La magnitud del daño también ha sido diversa en términos de infección y fallecimientos, así como la calidad de la información reportada. Además, la cooperación de la sociedad posee matices significativos. De acuerdo con las mediciones proporcionadas por Google, la disminución de la movilidad muestra valores muy diferentes: de un 73 por ciento en el sistema de transporte público en Francia, 60 en Ciudad de México y 35 por ciento en Estados Unidos (al 2 de mayo).

En esta diversidad, algunos países han tomado medidas de reactivación. Los resultados nos muestran a Corea del Sur, a un mes de haber retomado actividades, volviendo a cerrar restaurantes y bares por un brote de contagios; Alemania alertada por un incremento en la tasa de contagios (número de personas que un portador va a contagiar) a días de haber retomado ciertas actividades; y a China, luego de la reapertura, reportando casos, primero importados y posteriormente comunitarios. En estos tres ejemplos, las medidas de levantamiento se hicieron con cautela y monitoreo amplio. En los tres se ha presentado rebrote.

En el mar de incertidumbre que ha traído consigo el virus hay algunos islotes de certeza: mientras no haya vacuna, lo que tenemos al alcance para protegernos son medidas preventivas de distanciamiento físico, lavado de manos, estornudo de etiqueta e, idealmente, monitoreo y pruebas. Ante la reactivación, el riesgo de rebrotes está presente como ha sucedido en países que ya dieron ese paso.

Un virus que se transmite principalmente por gotitas de las vías respiratorias o por contacto con superficies contaminadas es ubicuo. Un desafío permanente. Alguien ejemplificó toda esta situación como una fila donde se espera turno para pasar a ventanilla, pero los turnos no tienen ni número ni orden, solo sabemos que tenemos turno. La mejor noticia sería que aún teniendo turno, al llegar a ventanilla ya existiera una vacuna. Como no es el caso, al menos se busca que llegado el turno existiera suficiente capacidad de tratamiento. Y, muy importante, se trataría de evitar que fueran muchos los llamados al mismo tiempo y por tanto insuficientes las capacidades de atención. También se buscaría evitarle turno a aquellas personas con afecciones que dificultan un tratamiento exitoso y aumentan la probabilidad de un desenlace fatal. La ventanilla está abierta. Y los turnos no se han acabado. Toda medida de reactivación debe considerar que se hace en un entorno de riesgo permanente.

Así que al reactivar hemos de lidiar con el riesgo impuesto por el virus. Como dijo el Dr. Fauci, el reloj sigue siendo el virus. No lo olvidemos. En este sentido, la guía publicada por la OMS es un adelanto de lo que es de esperar se anuncie en México. Para los centros de trabajo incluirán medidas universales como el lavado regular de manos, uso de mascarillas, distanciamiento físico (sí, en los lugares de trabajo), mayores controles sobre acceso a plantas u oficinas, reducción de la densidad de personas en los sitios de trabajo, desinfección permanente de superficies, estaciones de higiene, sitios específicos para la disposición de mascarillas, guantes, y un largo etcétera.

En conclusión, reactivar no significará regresar, porque los lugares que dejamos al cerrar no volverán a ser los mismos y nuestras prácticas tampoco. Solo el invisible dinosaurio sigue por ahí.

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Escrito en: editorial Edgar Salinas Uribe

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