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Andrea Bajani y la escritura del dolor

El autor habla sobre su obra Un bien al mundo

Publicación. El autor redacta los puntos por donde se mueve el dolor humano. (CORTESÍA / Notimex)

Publicación. El autor redacta los puntos por donde se mueve el dolor humano. (CORTESÍA / Notimex)

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El novelista italiano Andrea Bajani (Roma, 1975), merecedor de premios como Super Mondello, Recanati, Bracanti y Bagutta, distinciones otorgadas en el circuito literario de su país natal, pertenece al primer tipo de personas, aquellas que no sueltan de la mano al niño o niña que fueron en la lejana infancia, esos días colmados de pantalones cortos, un corazón que se estrena ante un primer amor, cuentos de dragones y princesas… y días azules, como los de Machado.

Y como Bajani reconoce que el pasado no es algo ya acabado y dejado en el olvido, sino es una entidad con fuerte incidencia en nuestro presente, por ello en su novela Un bien al mundo decidió abordar la historia de un dolor y su dueño, cierto niño que ante cada acto y en todo lugar no suelta a ese inseparable compañero: el dolor. Ante situaciones difíciles, llenas de adversidad y marcas que se quedan tatuadas a fuego en la piel y en la memoria, allí está un niño que aprende a convivir con sensaciones nada gratas pero impostergables.

El novelista italiano muestra cómo transita de un lado al otro de cierto puente que ha construido para conectar su infancia con el adulto que hoy en día es, como si el calendario mintiera y no fuera obvio que poco queda del niño o de la niña que fuimos, como si los pagos del alquiler de la casa donde habitamos y de la energía eléctrica que utilizamos no fueran suficiente conjuro para anular cualquier pretensión de volver a la infancia. La pelota que arrojé cuando jugaba en el parque aún no ha tocado el suelo, dijo el poeta Dylan Thomas… Y Andrea Bajani pareciera que, gustoso y con un gesto de satisfacción, a lo lejos desde su escritorio mira a través del ventanal y constata que, en efecto, esa pelota aún sigue en el aire.

El dolor no es una felicidad fallida.

Andrea, usted nació en Roma en el año 1975, ¿qué rasgos de la cultura italiana de aquellas décadas de los ochenta y noventa se posicionan en la literatura suya?

Es interesante esta pregunta porque la novela que actualmente estoy escribiendo habla acerca de eso: cómo la muerte del director de cine Pier Paolo Pasolini en 1975 y el secuestro y homicidio de Aldo Moro [político italiano] en 1978 por parte de las Brigadas Rojas influenciaron a un niño que, en ese entonces, sólo tenía tres años. En este caso, con Un bien al mundo me concentré en unos aspectos que no tienen caducidad, pues son universales, tales como la relación de un niño con su propio dolor y la capacidad de aprender acerca de ello. El tipo de relación que cada época y cada vida tiene con aquello que llamamos dolor dice mucho sobre esa vida y esa época en particular.

Para que exista el registro emocional del dolor es necesaria una etapa previa sin él, con felicidad incluso. A nivel biográfico, ¿usted dónde situaría sus puntos máximos de felicidad y dolor?

El punto es que para mí, y eso es el corazón de este libro, el dolor y la felicidad siempre van juntos. En alguna época al dolor se le consideraba una enfermedad, una felicidad fallida… rota. Lo que yo quiero decir (y es lo que cuenta Un bien al mundo) es que las cosas siempre van juntas, entonces puedo decir que en mi infancia tuve mucho miedo, pero eso no significa que no haya sido feliz; y seguramente mi vida adulta me gusta muchísimo, sobre todo porque tengo la escritura… sin embargo, esto no significa que no tenga dolores profundos.

En la lectura de Un bien al mundo, no existe un mensaje en donde haya que habitar al dolor o quedarse ahí, estando cerca de la depresión o la inmovilidad; por el contrario, noto una enseñanza: deberíamos reconocer al dolor propio, vivirlo, aprender y trascenderlo. ¿Es así el abordaje que usted quiere presentar en su obra? No quedarse a vivir en el dolor.

Es una relación y, como en toda relación, a veces una de las dos partes toma el mando, entonces el dolor parece que lo es todo y, en ocasiones, parece que se escapó. Si existe un mensaje en este libro es que el dolor es un súper poder. Si uno logra tener una relación con su propio dolor, podrá así ver el dolor de los demás: de alguna manera es un libro sobre la empatía. Y si rechazas o encierras en un cuarto a tu propio dolor, en vez de ser feliz serás infeliz y estarás en solitario.

Pareciera que en las sociedades actuales occidentales existe una tendencia a dominarnos a través del dolor físico o emocional. Pero usted a esta sensación la percibe como un mensaje de empatía y, hasta cierto punto y subterráneamente, un mensaje político.

Claro, porque de alguna manera una sociedad que es capaz de educar para el dolor es capaz también de defenderse del uso instrumental del dolor.

Al escribir el libro no sé qué tanto se haya percatado de que en Occidente estamos atravesados por una narrativa cristiana, desde donde el dolor debe ser casi un método de purificación de nuestras culpa

Sí, aunque crecí en un país católico yo no soy católico, y aunque no soy budista este es un libro más budista… porque el budismo dice que a través del dolor puedes conocer el dolor de los demás. Sobre todo lo que a mí me interesa es una relación casi fisiológica, material y natural con el dolor para decir que es uno de los órganos que tenemos tal como contamos con el hígado, el corazón o la vesícula.

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Escrito en: Andrea Bajani

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