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Doctor Guapell: no se deje

Sin lugar a dudas

PATRICIO DE LA FUENTE
"La propaganda desvirtúa el producto que, vendido a voces, pierde el silencio de su calidad".— Juan Benet

Impecables, nadie las podría refutar viéndolas plasmadas en un currículum: así su bagaje y credenciales académicas. Hijo de médicos, médico por la UNAM, maestrante de la Máxima Casa de Estudios y doctor en Epidemiología graduado de la Universidad John Hopkins. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores de México con extensa obra publicada. Científico, actualmente subsecretario federal.

Alumno del titular del ramo, Jorge Alcocer. Aunque todo indique lo contrario y a riesgo de sorprenderte, querido lector, México sí tiene secretario de Salud. Y, bueno, también hay secretaria de Gobernación, de Turismo -por citar dos ejemplos- aunque muy pocos lo perciban.

Hasta ahí todo bien con el doctor Guapell y ni cómo ponerle peros a tan extenso y loable pedigrí. Además, para tranquilidad del ala neoliberal y fifí, que no cesa en su intentona perversa y malévola de frustrar los sueños de la transformación tabasqueña con fuerte tufo a energías sucias cortesía de Inmobiliaria y Adjudicaciones Directas Bartlett e hijo S. A. de C. V., el doctor Guapell -al igual que Marcelo- sí habla inglés, quizá francés, y además se fogueó en el extranjero.

Bendito Dios, exclaman los amigos de Polanco, no todo lo que emana del actual Gobierno pretende, como la camarada Yeidckol, instaurar el modelo comunista trasnochado que compra y vive al estilo totalmente Palacio.

Guapell, dirían ciertas amistades de la capitalina urbanización de Las Lomas de Chapultepec, "sí ha viajado y tiene mundo, no como el jefe de su jefe, al que claramente, comentan, bien le haría "orearse tantito". Para tal demográfico, conservador, neoliberal, mezquino y fifí, Hugo posee las credenciales académicas y la solvencia moral que lo blinda ante el virus y otros males posmodernos.

Guapell también fue bendecido con "tipo de gente decente". Sumémosle telegenia, porque retrata divino, igualito que Jorge Lavat cuando anunciaba las Pastisetas. Para rematar, los fines de semana cuando asiste vestido de sport a Palacio Nacional, Guapell es de los pocos que saben portar la Chemise Lacoste como se debe, es decir, sin parecer tinaco.

Gatell funciona para la narrativa fifí y también conecta con nuestra audiencia proclive y afecta a la pantalla y sus dramas y enredos de la tarde/noche. De eso ya se dieron cuenta en Palacio y por ello lo exprimen. Además de científico, Guapell es carita y tiene prestancia. ¿Qué más se puede pedir, caray? Ni el final de El Maleficio o Cuna de Lobos tuvo la audiencia que hoy registra nuestra telenovela de las siete de la noche.

Lo de menos son las cifras, no le hace si el modelo Centinela sirve o no, si ya aplanamos o no la curva o el número de fallecidos. Faltaba más, Guapell ya fue elevado al olimpo de la estratósfera mediática por órdenes del jefe máximo. Además, gracias a los buenos oficios del Goebbels región 4 a cargo de la propaganda... Perdón, de la comunicación social, quien ose criticar a Guapell o cuestionar las cifras que ofrece será quemado en la hoguera como se estila con quien ose disentir en este sexenio.

A Guapell se le vieron fines de producto multipropósito y hacia allá orientan la estrategia de posicionamiento. Terminada la pandemia, quizá se le desinflará. Hugo Guapell lo mismo da cifras, luego las contradice, que ocupa sus tardes leyendo poemas o engalanando la portada de la revista Quién. Aunado a su capacidad profesional, innegable, también la vida privada de Guapell es motivo de análisis en las tertulias vía Zoom y en la prensa del corazón.

Que si está casado, que si no, que si le quiere adelantar a Marcelo, a Claudia la hija pródiga, a Zoé últimamente tan ansioso por llegar a 2024 en calidad de quién sabe qué diantres, que ya hasta funge como gerente y comité de bienvenida en Los Pinos, hoy transformado en residencia médica. Ojalá y con esa misma enjundia dirigiera al IMSS y visitara Monclova, pero esa es otra historia.

Existen científicos y especialistas que le toman demasiado gusto al reflector y de médicos quieren pasar a políticos en rutilante ascenso. Espero lo de Guapell sea momentáneo y no pretenda dedicarse a faenas que simplemente no le corresponden. Además, si hablando de política, es importante recordarle a don Hugo que si algo no está permitido y se castiga en tales menesteres es cuando los subalternos brillan más que el jefe.

Aguas, don Hugo, no me lo vayan a querer bajar del estrado por andar destellando, ya sea a propósito u obligado, con mayor intensidad que el mismísimo rey.

Abusado, don Hugo. No se preste usted a la intentona del ala radical de Palacio, aquella afecta a poemas, gestas bolivarianas venidas de Caracas y supuestos consultores políticos traídos de España, porque de lector de versos de Miguel Hernández en horario estelar de la televisora del empresario consentido del sexenio, al rato lo obligarán a recitar el corrido de Rosita Alvírez, que por cierto tanto nos gusta aquí en Coahuila.

Mejor, don Hugo, dedíquese a lo que sabe y hágalo bien. Distíngase por ser diferente, un verdadero profesional dentro de un reino a menudo infestado de omnipresencias tortuosas, egos inflados, mediocridad al por mayor, descoordinación y eslóganes propagandísticos repetidos hasta que se convierten en verdades a medias.

No ceda, doctor Guapell, a la tentación de los reflectores y tampoco imite el circo que ocurre todos los días a las siete de la mañana. Tal circo, doctor Guapell, tiene a nuestro pueblo embelesado, mareado, aturdido y sumido en la ignorancia tan conveniente para ciertos grupos de poder. Comprenda, doctor Guapell, que las querencias presidenciales a la tabasqueña siempre han sido pasajeras, y los odios, interminables y de pronóstico reservado…

Sálvese, doctor Guapell, y no se preste al espectáculo. Limítese, en su calidad de especialista, a informar con la verdad por dolorosa que resulte y tal vez estaremos del otro lado.

Tal vez.

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