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PEQUEÑAS ESPECIES

Carta a mi nieto

M.V.Z. FRANCISCO NÚÑEZ GONZÁLEZ

Antes de abordar el tren en el andén de mi partida, llegó el milagro más grande de la vida, la dicha inmensa de ser abuelo, si hubiera sabido cuan maravilloso es tener nietos, los hubiera tenido primero, la experiencia nos regresa con paciencia a compensar nuestros yerros con los hijos de nuestros hijos, porque solo sabemos a ser buenos hijos hasta que ya somos padres, y sabemos ser buenos padres, hasta que ya somos abuelos.

Alejandro. Hoy hace tres fugaces años iluminaste nuestras vidas, no tuve la dicha de conocerte ese día por tu enfermedad respiratoria que padeciste al nacer, tuviste que aguardar unas semanas más en la incubadora del hospital para darte cuenta de la ilusión y alegría con que te esperábamos. Tus padres no se apartaban de tu lado y solo esperaban el momento para tenerte en sus brazos, sonreían las enfermeras que cuidaban de ti día y noche, por el gusto con que recibías a tu pediatra que te visitaba a diario, al escuchar su voz hacías un espontaneo movimiento de tus bracitos porque sabías que te iría a ver.

Desde que naciste has sido un gran guerrero, no cabe duda que heredaste las agallas de tu bisabuela, regresaste dos veces al hospital venciendo a las enfermedades valientemente a tu corta edad, solo Dios sabe que le he pedido que sea tu abuelo el que ocupara tu lugar, porque a tu edad no debes de conocer el dolor ni el sufrimiento, me apena decirlo, porque no me atreví hacerlo con mis hijos cuando enfermaban.

Ahora entiendo porque de viejos somos abuelos, a tu llegada nos regresaste la juventud olvidada, se revivió la historia de amor en nuestro viejo hogar, volvió a florecer toda esperanza de vida, te damos los besos que tal vez no les dimos a nuestros hijos, y tú nos das los besos que quizá ya nadie nos da.

Cambiaste la vida a un viejo matrimonio, regresando la llamarada eterna del amor que nos juramos en nuestros viejos años. Qué decir de tu abuela consentidora, pilar de la familia, formadora de dos generaciones, que te lleva en sus brazos por un momento, y para siempre en su corazón.

Cuando nos visitas, se rompe la rutina y las viejas reglas de nuestro hogar, dejando que escape por la ventana la disciplina de antaño aplicada a nuestros hijos, escondiendo golosinas y chocolates para que los encuentren fácilmente y no pecar de abuelos consentidores, permitimos se adueñen de nuestro espacio, acaparan el televisor con sus programas infantiles, los premiamos al comer animándolos con múltiples aspavientos y alimentos en buffet, cuando a nuestros hijos con un solo platillo lo consumían sin reclamo alguno.

Ustedes los nietos son, el bálsamo al dolor, la sonrisa de nuestros quebrantos, el sueño a los insomnios, la calma de las angustias, la razón de nuestra existencia, la fuente de la juventud, la alegría de las mañanas, el olvido a las enfermedades, y el aferrarnos a la vida.

Orlando y Alejandro. Siempre serán para sus abuelos, nuestros pedacitos del alma, sabemos de antemano que ya no estaremos con ustedes dentro de unos cuantos años, qué más podemos desear que verles convertidos en hombres hechos y derechos, aunque estamos seguros que así será, porque llevan los valores de sus padres, que inculcaron los bisabuelos a sus abuelos.

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