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Alejandro, escribiente del camposanto de Torreón

Con solo 22 años, Alejandro lleva una década escribiendo epitafios en las lápidas del cementerio

ILUSTRACIÓN / ANA SOFÍA MENDOZA

ILUSTRACIÓN / ANA SOFÍA MENDOZA

IVÁN HERNÁNDEZ

El Panteón Municipal Número 1, al noroeste del poniente de Torreón, tiene dos accesos oficiales. Su entrada principal, sobre la calle 20 de Noviembre, está adornada con un dato: "Fundado en 1906".

Frente a la puerta lateral, por la avenida Constitución, se encuentra la Marmolera García, allí trabaja Alejandro. A sus 22 años de edad ya reúne más de una década de experiencia en el oficio.

De su padre, hombre que acumuló más de 30 años de contacto con la roca, aprendió a mezclar el cemento, a moldear el mármol y el granito. Alejandro estudió hasta secundaria. Por un tiempo, intentó ganarse la vida en otro punto eminente del poniente torreonense: el Mercado Alianza. En los puestos no halló la prosperidad deseada. Volvió al redil. Reanudó el trato con la piedra.

"Es lo que nos enseñaron desde niños", dice, y el compañero que atestigua la conversación, otro joven, asiente.

Los dos dominan con suficiencia cada instrumento, desde la pulidora hasta el cincel. El polvo forma parte de la rutina. Las flotantes partículas obligan a usar mascarilla.

Agotan buena parte de la jornada en hacer lápidas. Otro artículo con demanda son las placas para gaveta de cementerio. Algunos clientes piden dar forma a lavaderos y fregaderos.

Ver a estos jóvenes en la faena permite escuchar con claridad la sentencia de Omar Khayyam: "Un día un ladrillero amasará tus cenizas y las mías".

PAISAJE

A espaldas del taller, al sur, el Cerro de la Cruz se alza con la tranquilidad de una mole alicaída; al oeste, las vías del tren se asemejan a los puntos de sutura de una tierra herida; al oriente, qué lejos queda el bullicio de los martes de fayuca en La Rosita.

Varios productos de la marmolera solo cruzan la avenida para llegar a destino. Por aquello de la aguja en el pajar, identificarlos entre ese dédalo de cruces y santos exige la asistencia de los creadores.

Piezas tallereadas por Alejandro y compañía forman parte del paisaje permanente en el Panteón Municipal Número 2. Otras viajan hasta instalarse en camposantos de poblados cercanos: Matamoros, San Pedro, Viesca.

Los buenos oficios de estos jóvenes, y de sus mentores, les han valido encargos foráneos. Han enviado lápidas hasta poblados al norte del estado de Durango. Desde esas lejanas tierras, recuerda el marmolero de segunda generación, una vez pidieron siete losas con inscripción.

IMÁGENES

"Me gusta lo que hago, es lo que me enseñaron", comparte y enseguida matiza, "haces lo que te da para vivir". En realidad, comenta, no reflexiona mucho acerca de su labor. "Nos abocamos al trabajo, a hacer las cosas al gusto de los clientes", dice.

Quehacer no falta. Aunque lleguen dolientes con pedidos urgentes, las lápidas no son tortillas. Concluir cada una les toma una semana y así, una a una, van saliendo a cumplir con su función como techos de sepulcro.

La pieza económica cuesta 5 mil pesos. Fuera de los límites que abarca esa tarifa, el precio depende de las particularidades planteadas por el cliente.

Hay quienes hasta en la muerte buscan distinguir el eco de sangre al que responden. Piden productos que permitan diferenciar fácilmente a sus difuntos en el laberinto. Por estos días está de moda la losa color café. No falta quien se incline por el gris o el negro.

Trabajos frecuentes con alto grado de laboriosidad, explica, reúnen banco, cuña, placa, un dado, una base, dos columnas, el motivo central, por lo general una imagen religiosa, todo coronado con hasta tres herraduras, además de la jardinera y los jarrones.

Las imágenes más solicitadas por los deudos son la Virgen de Guadalupe, San Judas, la Virgen de San Juan, Cristo. Otra parte del oficio de Alejandro consiste en hacer de escribiente.

LETRAS

Uno de los epitafios más famosos de la historia ni siquiera existe. Es el que está inscrito, se dice erróneamente, en la tumba del comediante Groucho Marx: "Perdonen que no me levante".

Tener a mano las sentencias de Omar, el sabio persa, cambia la forma de mirar ciertos oficios: "Alfarero, si eres perspicaz, ¡guárdate de maltratar la arcilla con que fue amasado Adán!", o "Amasa la tierra con cuidado: acaso el terrón que vas a aplastar fue antaño el ojo lánguido de un adolescente".

Entre las tareas de Alejandro y su compañero figura una que realizan con mucho tacto y estricto apego al guión establecido: inscribir leyendas en las losas.

Cada letra sale en cinco pesos. Utilizan plantillas. Adaptan el texto a las medidas convenientes. Escriben con cincel.

Grabar nombre, fechas y epitafio les toma, en promedio, tres horas. Algunos textos reclaman más tiempo, otros menos, eso depende de la extensión del mensaje.

Casi siempre les piden imprimir oraciones que acompañen a cada identidad perdida.

LITERATURA

La literatura del camposanto posee lugares comunes, ideas muy correctas y muestras de originalidad con mejor o peor fortuna.

El panteón del poniente exhibe abundante evidencia a ese respecto.

Las líneas clásicas se agotan en unas cuantas palabras: "Recuerdo de tu esposa, madre e hijos", por ejemplo.

Algunos entendimientos desarrollan un poco más y acuñan algo como "Madre: Este dolor callado que llevamos en el corazón vivirá hasta el día en que volvamos a estar juntos y al lado de Dios. Nunca te olvidaremos".

A veces, el trámite se zanja mediante el método de la cita bíblica: "Dios, tú que me has hecho ver muchas angustias y aflicciones, me volverás a dar vida, y me levantarás de nuevo de las profundidades de la Tierra. Salmos 71:20".

En el extremo de la expresión agraciada, se destaca un acróstico un tanto lastimado por el vocablo inicial: Gallardura siempre mostraste / Admirable fue tu bondad / Lo más hermoso que dejaste / Lindos hijos para amar / Oh Señor, en tu gloria está.

El dolor inscrito en las palabras adquiere un tono distinto cuando se invierten los papeles y son los padres quienes despiden a sus hijos.

Una inscripción elemental y agridulce reza: "Aquí descansa el más pequeño de mis hijos".

Hubo quien registró un largo lamento con final inesperado, no tanto por la idea, sino por el idioma elegido para el remate: "Cuando Jesús vino al mundo nació una estrella. Cuando tú viniste al mundo también nació una estrella y esa estrella se convirtió en un ángel de Dios. Lux Dei Lux Parentum Lux Fratum Tuorum".

En este libro coral, algunas erratas yacen sublimadas por la carga emocional: "Madre, te fuistes pero quedaste en el corazón de tus hijos".

COPLAS

Un alfarero sentado delante de su torno. Modelaba las asas y los flancos de sus jarros. Amasaba cráneos de sultanes y manos de mendigo.

Fatigar parte de la jornada en el taller de la colonia Aquiles Serdán te acerca a los Rubaiyat.

Los jóvenes de este negocio no son los únicos marmoleros del sector. A la vuelta del panteón, frente a la puerta principal, hay competencia. En ese local declinaron hacer comentarios.

A lo largo y a lo ancho del poniente, no solo en el cementerio, abundan las cruces. Dos preguntas generan respuestas de las que invitan a guardar silencio. Ciertos temas empañan la mirada.

Acerca de su futuro, el marmolero de segunda generación peca de honesto. No se ha casado con este oficio. Es joven, no tiene esposa ni hijos. Le gusta trabajar, en fin, ¿quién sabe lo que pasará?

Si bien el camino guarda sorpresas, el final ya está escrito. "Un día tu alma caerá de tu cuerpo, y serás empujado tras el velo que flota entre el universo y lo incognoscible", la sentencia es de Omar, como ésta otra: "Sueño sobre la tierra. Sueño bajo la tierra. Sobre la tierra y debajo de la tierra, cuerpos tendidos. La nada por todas partes".

Esa nada duele. Para darse cuenta de ello, basta con adentrarse nuevamente en el dédalo de propósitos extintos y afectos abolidos. Por la puerta principal llega, arrastrando una larga cola de deudos, un nuevo inquilino, otro difunto cuya efímera existencia será resumida con la fórmula nombre-fechas-mensaje.

Unos metros más allá de la puerta lateral, el cincel de Alejandro entona con fuerza una canción indescifrable, acaso sea una cita de la Biblia, un lamento digno, un pequeño poema...

Las personas acuden al taller para rendir un tributo a la memoria de sus seres queridos con un buen mensaje. (EL SIGLO DE TORREÓN)
Las personas acuden al taller para rendir un tributo a la memoria de sus seres queridos con un buen mensaje. (EL SIGLO DE TORREÓN)
La literatura en los panteones está dotada con mensajes de gran creatividad. (EL SIGLO DE TORREÓN)
La literatura en los panteones está dotada con mensajes de gran creatividad. (EL SIGLO DE TORREÓN)
Las imágenes más solicitadas por los deudos son la Virgen de Guadalupe, San Judas y la Virgen de San Juan. (EL SIGLO DE TORREÓN)
Las imágenes más solicitadas por los deudos son la Virgen de Guadalupe, San Judas y la Virgen de San Juan. (EL SIGLO DE TORREÓN)
Piezas tallereadas por Alejandro forman parte del paisaje permanente en los panteones de Torreón y del país. (EL SIGLO DE TORREÓN)
Piezas tallereadas por Alejandro forman parte del paisaje permanente en los panteones de Torreón y del país. (EL SIGLO DE TORREÓN)

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