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Planes al futuro

JULIO FAESLER

Avanza a su propio aplastante paso la pandemia coronavirus. Ha secuestrado y sometido todos los medios de comunicación. Siguen una tras otras, repitiéndose, las crónicas y los interminables comentarios y evaluaciones de los siniestros datos y las referencias a fenómenos semejantes del pasado.

Afortunadamente empieza a escribirse sobre el mundo que nos encontraremos al emerger de esta situación.

A medida que los gobiernos se confesaban impreparados para improvisar reacciones ante lo desconocido se impuso la inusitada reclusión que nos recetaron los expertos en epidemias y en vericuetos políticos se impuso en la mayor parte de los países. Las disciplinas se decretaron y en general se respetaron.

Cuesta trabajo imaginarnos en la etapa intermedia en que nos encontramos cómo será la vida del país y del mundo una vez domesticada el minúsculo ente microscópica que inutiliza los pulmones. Una siniestra paradoja anida en el hecho de que un micro ser, más pequeño que un suspiro de hada, sea capaz de tener como rehén de su capricho a todo el orgulloso género humano, más de siete mil millones de seres. La reflexión nos deja humillados y pensativos.

Al decir que nos encontramos en guerra vale recordar que al finalizarse la Primera Guerra Mundial, con el Armisticio de 1918, no hubo otro plan que el de los vencedores de obtener del derrotado vengativas reparaciones económicas de los alemanes. El caso de la Segunda Guerra fue diferente. Cada lado tenía muy clara su propósito. El Eje había prometido al mundo a una nueva y gloriosa era de desarrollo económico y político. Los Aliados, vencedores, desde mucho antes del final de la Segunda Guerra, ya tenían diseñadas las instituciones que garantizarían la paz permanente para todos.

El resultado de la primera Guerra fue la Sociedad de Naciones y el de la Segunda Guerra fueron las NNUU. En ambos casos al lado de la declaración de fe en la intrínseca bondad humana, la preocupación por proveer instrumentos concretos de bienestar económico y social estaba siempre presente. Hoy día, después de tantos años de ensayos y experiencias la receta fundamental sigue siendo la de lograr que el desarrollo se comparta, por frágil que sea.

La tarea de reconstrucción que nos espera después de que la pandemia universal ha puesto al descubierto el rompimiento de los canales de valor ya forjados y en plena maduración. Las redes de relaciones desde las raíces de la producción primaria, pasando por las arterias de la industria pequeña hasta la intercontinental y apoyada en servicios, sufrirán ajustes y no necesariamente por la problemática de las obligadas reparaciones.

Los ajustes al hasta ahora sistema vigente tendrán que ir más lejos que la mera mecánica de la globalización, y tocar fondo para no replicar las incrustadas relaciones capital-trabajo que se dieron paso a las crasas brechas que se registran que dividen al mundo entre los pocos ricos y los innúmeros empobrecidos.

En nuestro país la diferencia de dimensiones entre los 5 millones de unidades micro, pequeñas, medianas y las grandes empresas de carácter internacional tiene que remediarse abriendo oportunidades reales a nuevos enlaces de producciones que vinculen a los productores de componentes y partes con las unidades terminales de ensamble que existen. La creación resultante de empleos será la respuesta moderna a los retos mundiales que México enfrenta.

Este tema plantea la sustitución de ciertas importaciones que constituye una estrategia necesaria. Son las propias plantas terminales las que han de dar a conocer cuáles partes o insumos están importando y que, a juicio suyo, pueden ser producidos o fabricados en México. La sustitución de importaciones es una estrategia de la que todos los países hoy industrializados han echado mano en alguna etapa de su desarrollo.

México también lo hizo durante toda la época del desarrollo estabilizador. La negativa a su aplicación que caracterizó al país una vez que entramos al GATT en 1985 fue la que atrasó singularmente a la industria nacional impidiéndole librarse de ese yugo.

La pandemia que nos obliga a reflexionar con tranquilidad sobre lo que queremos hacer cuando llegue el momento de emplear plenamente nuestros recursos, acabará siendo, en perspectiva, un hito provechoso en nuestra historia socioeconómica.

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Escrito en: Editorial Julio Faesler

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