Columnas Social

CONTRALUZ

HISTORIAS DE MAÑANA

MARÍA DEL CARMEN MAQUEO GARZA

Este tiempo ha sido ocasión de bajar el ritmo habitual de actividades y hacer aquello que, ordinariamente, no podemos llevar a cabo. Momento para una revisión personal y familiar que nos permitirá, Dios mediante, superar esta contingencia sanitaria enriquecidos y más humanizados.

La comunicación es una forma de catarsis; volcar al exterior nuestros estados internos, para visualizarlos con mayor lucidez, entender nuestros pasos y salir adelante. Compartir lo propio con quienes tienen la voluntad de escucharnos, es liberar la carga de angustia que traemos dentro.

Más allá de la catarsis, viene el sentido de crear comunidad, de utilizar la palabra para generar un nosotros a donde guarecernos y salir fortalecidos. Apoyarnos unos a otros, cada cual desde su espacio personal, proveyendo a los demás de lo necesario. Así han surgido iniciativas maravillosas, como recaudar fondos o elaborar material y equipo para trabajadores de la salud; facilitar alimentos, transporte o alojamiento, a quienes se dedican a la atención de los enfermos. Resulta lamentable que la ignorancia y el temor, en fatal combinación, hayan propiciado ataques contra profesionales quienes están, literalmente, dando su vida por salvarnos.

La materia prima está ahí, lista para ser trabajada: Están las vivencias personales y familiares, y las propias de nuestra población. Momentos sublimes que jamás deben olvidarse. Hermosas manifestaciones de solidaridad, en las que ha campeado el amor por el ser humano, sin distingo de color, condición social o credo. Nos parte el alma enterarnos de situaciones que evidencian hasta qué nivel escala el temor, activando mecanismos de neurosis colectiva deshumanizantes. Y, todo lo contrario, llegan como bálsamo sanador acciones para rescatarnos, aliviarnos, permitirnos albergar una esperanza cada vez mayor, de que, espíritu y tecnología de la mano, conseguirán dominar la enfermedad.

Vivimos una situación inédita. Nos hallamos en medio de una pandemia tan feroz como otras que señala la historia. Empero, esta vez tenemos a nuestro favor elementos que nos proveen de relativa comodidad para permanecer en casa; entretenernos; abastecernos de lo necesario, sin salir a la tienda. Contamos con recursos tecnológicos que facilitan estar conectados en forma permanente y enterarnos en tiempo real de lo que ocurre en otras partes del mundo. Cierto, también se corren riesgos con la hiperinformación, como caer en pánico atroz, o congestionar las redes, propiciando que sufran fallas o restricciones a causa de la sobrecarga.

Veamos las cosas de este modo: Hoy, precisamente aquí, cada uno de nosotros está escribiendo las historias del mañana. Historias destinadas a contar la percepción que, en forma personal, cada cual tiene acerca de la pandemia y de las acciones que el mundo lleva a cabo para combatirla. Narraremos nuestros temores más íntimos, nuestra frustración; la forma como una partícula microscópica dio al traste con grandiosos planes y proyectos que teníamos preparados. Hoy estamos escribiendo esa historia con nuestras llamadas telefónicas, las videoconferencias; las canciones compuestas y recompuestas; los memes, los poemas; los cuentos y novelas que vayan a surgir, porque tienen que hacerlo, para salir adelante y trascender en el tiempo.

Si no lo hemos hecho antes, es momento de comenzar a organizar nuestra jornada: Fijar la hora de levantarnos y de dormirnos; mantener las medidas básicas de higiene y cuidado, que no nos gane la depresión o la molicie. Elaborar un programa personal y familiar para cada día. Incluir un rato de convivencia en el cual platicar, rememorar, intercambiar opiniones. Se vale expresar nuestros temores; somos humanos, estamos asustados y a ratos paralizados. Hay que administrar ante quién lo expresamos y cómo lo hacemos; permitírnoslo ayudará a todos. Entender que hay elementos que escapan totalmente de nuestra voluntad, y que angustiarnos no hace nada por modificarlos. Asumir que en nuestra actitud radica buena parte del éxito de la jornada. Invocar a ese espíritu superior que mora dentro de nosotros, cada cual según lo conciba. Ponernos en paz con la vida y con nosotros mismos, y tal como deberíamos hacer día con día, pandemia o no, prepararnos cada mañana para morir, entendiendo que nadie conoce el justo momento en que su vida vaya a terminar.

Hoy escribimos las historias de mañana. Tenemos creatividad e inteligencia; vivencias que nos hermanan y otras que nos personalizan. Preciosa materia prima que habrá de volverse música; poesía; guiones; imágenes o texturas; colores y formas; maravillosas estructuras que desafíen al viento. Historias de nuestro tiempo que exclamarán a voz en cuello la consigna: vencimos.

https://contraluzcoah.blogspot.com/

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