La tradición mexicana de los exvotos, esas pequeñas pinturas que la gente lleva a los templos para solicitar un milagro o agradecer por uno concedido, tiene históricos y profundos orígenes, que se remontan a la época prehispánica. Durante la colonia, esta costumbre fue importada de España y se quedó en el país para convertirse en una de las manifestaciones de fe de los mexicanos.
Los autores de esos pequeños cuadros son en su mayoría las mismas personas que hacen la petición y a pesar de su origen popular, muchos ya forman parte de colecciones muy importantes.
Al mismo tiempo, son objeto de estudio de especialistas por su valor estético, histórico y social, pues a través de esas pequeñas obras, compuestas por escenas sentimentales, llenas de drama, se puede conocer los nombres de los donantes, sus vidas, preocupaciones y alegrías, síntomas de toda una época.
Una de las especialistas que ha dedicado investigaciones a esta tradición es la doctora en historia Clara Bargellini Cioni, autora del libro Testimonios de fe: Colección de Exvotos del Museo Amparo, cuya versión digital puede ser descargable para hacer más amenos estos días de cuarentena.
La investigadora universitaria centró su estudio para ese libro en la colección del mencionado recinto poblano, que en su mayoría proviene de santuarios de la región del Bajío, así como de los estados de Puebla y Tlaxcala.
El volumen descargable desde el sitio en internet del museo muestra que esas manifestaciones de devoción están dirigidos a diferentes santos, como el señor del hospital, san Antonio de Padua, san Miguel Arcángel o el santo niño de Atocha, así como advocaciones de la virgen y a Cristo en su pasión.
