Columnas Social

CONTRALUZ

EL EXILIO DE LA RAZÓN

MARÍA DEL CARMEN MAQUEO GARZA

¡Se acabó el papel de baño en el comercio! Lo atribuyen a la pandemia por coronavirus.

El COVID-19 es de suyo, parte de la historia del siglo veintiuno. Como en su tiempo se inscribieron los nombres de Marco Polo, Gengis Khan; Napoleón o Manfred Von Richtoffen, mejor conocido como el Barón Rojo, así ahora el COVID-19. Si pudiéramos verlo con un microscopio electrónico de gran resolución, lo hallaríamos agitando de gusto sus ácidos nucleicos para festejar este logro histórico. En muy pocas semanas ha pasado a formar parte de la galería de los super famosos.

Acudí a una tienda departamental a surtir la nota. Entre otras cosas, buscaba un bote de gel antibacterial para rellenar los botecitos que habitualmente cargo en mi bolsa de mano. Cuando salgo con amigos, los comparto y con frecuencia los dejo olvidados en la mesa. Sucedió lo que me temí, no había un solo bote de este producto en toda la tienda. Mientras surtía el resto de mis compras, me sorprendió ver el largo pasillo donde se vende el papel higiénico, totalmente vacío. Ni un triste rollo huérfano de tan noble y humilde producto había quedado, así como para salvar de la acometida de un fatídico desconsuelo al último de los compradores.

Recurrí a Internet buscando información de otras partes del mundo: El fenómeno era el mismo. Un especialista se refirió a esto con un término que me pareció iluminador. "Efecto rebaño", que se explica de muchos modos. Yo lo haré con un ejemplo de mi imaginación: Digamos que estamos en crisis -como ahora-y de repente vemos a uno o dos clientes comprando grandes cantidades de velas aromáticas. En redes sociales, alguien dice que un doctor en Kazajistán acaba de publicar acerca de la curación mediante velas aromáticas. No nos queda claro cómo sucede esto, pero sí entendemos que hay que surtirnos de velas, antes de que venga el tumulto y se las lleve todas. Ya luego investigaremos la causa: tal vez la flama de las velas desarticule las cadenas de ácidos nucleicos del virus, o paralice su replicación, o queme las microscópicas gotas de Flügge de cualquier estornudo y acabe con los virus. A partir de lo que vemos, sin recurrir al pensamiento lógico, actuamos desde la mercadotecnia: Si "todos" están llevando velas, yo también lo haré, y ¡zas! En una mañana se vacían los estantes de velas aromáticas de vainilla, maple, cereza, la Guadalupana, la Santa Muerte y el Niño Fidencio. No queda una sola. Con seguridad algún experto esté ya adivinando que este efecto rebaño representa una maravillosa ventana de oportunidad.

Esa sensación tan extraña de vacío con que me vine de la tienda, y a la cual no acababa de identificar, finalmente tomó nombre y apellido y pude entenderla, y así hablar de ella. El ser humano del siglo veintiuno se encuentra flotando en un universo consumista que lo manipula. Una situación como la pandemia del coronavirus es un excelente escenario para entenderlo.

-El ser humano actual se considera informado. Recurre a las redes sociales, googlea, y da por hecho que tiene información de primera mano.

-Poco o nada repara en qué se dice, quién lo dice, y desde dónde lo dice. El mejor ejemplo está aquí, ante nuestros ojos. No sé cuál se suponga que sea la función del papel higiénico frente al coronavirus. Tal vez piensen utilizarlo como mascarilla (el rollo entero, sobre nariz y boca, respirando a través del tubo como topos), o plegarlo para aplicarlo sobre la nariz) … La utilización en las porciones anatómicas tradicionales no viene al caso, puesto que la transmisión es respiratoria, no digestiva ni urinaria. Alguien dijo "hay que comprar papel", corrió a hacerlo, el otro lo vio y lo imitó, y detrás de él toda una comunidad, y otra y otra, hasta que se agotó el producto en las tiendas departamentales del mundo.

Henos aquí frente al espejo del coronavirus, sintiéndonos los grandes informados, pero actuando conforme a lo que otros determinaron que hiciéramos. ¡Vaya! ¿Y quiénes son estos otros? ¿Qué intereses económicos existen detrás de sus publicaciones?

Éste es el mejor momento para sentarnos con calma, respirar hondo, hacer una lista de medidas sensatas para protegernos unos a otros. Guardar las expresiones afectivas para después, respetar el espacio vital de cada uno, evitar aglomeraciones. Lavarnos las manos, desinfectar superficies que todos tocamos, como barras de carritos de supermercado, pasamanos y demás. Aprender a toser y a estornudar "como Batman", colocando el codo sobre nariz y boca. No compartir utensilios personales que van a la boca; no tocarse la cara. Pero, sobre todo, aprovechar este resquicio de tiempo para analizar cómo las redes sociales se han propuesto exiliar a la razón. Y lo más importante, saber si lo permitiremos.

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