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Recuperar nuestros ríos (II)

A la ciudadanía

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

En la colaboración anterior comentamos como la inadecuada gestión de los ríos realizada en diferentes sociedades condujo a que no pocos de ellos se perdieran, pero también señalamos que esa visión está sufriendo cambios importantes que están corrigiendo esas prácticas de modo que la tendencia mundial hoy en día es plantearse e implementar las acciones necesarias para recuperar nuestros ríos. Se reconoce la importancia de estos flujos de agua a partir de los beneficios ambientales, económicos y sociales que le aportan a dichas poblaciones.

Tal parece que quienes habitamos en esta región de La Laguna creímos necesario canalizar el cauce del río Nazas, amén de represarlo desde las partes altas y medias de la cuenca para prácticamente desaparecerlo en la parte baja donde se forma el delta y escurre a través de la planicie que hoy forma el valle irrigado. Desde el sitio conocido como presa San Fernando, en el municipio de Lerdo, Durango, lo desaparecimos y convertimos en un "lecho seco".

Los costos ambientales de ese represamiento y desaparición del flujo por su cauce natural han sido reconocidos por los mismos reportes oficiales. Uno de ellos, presentado en 1986 por la entonces Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos (SARH), indica que a partir de que inició sus operaciones la presa El Palmito se dejaron de recargar 440 Hm3 en el Acuífero Principal, iniciando el desbalance hidráulico que aún continúa.

Otros reportes académicos indican que ese represamiento de ambos ríos interrumpe sus flujos de agua y se terminan las descargas que formaban las lagunas en su desembocadura, solo ocasionalmente cuando hay excedentes en la presa almacenadora El Palmito se deriva agua por su cauce natural y más excepcionalmente se vuelve a formar la Laguna de Mayrán, incluso en gran parte del valle irrigado al sustituir los sistemas de aniego que formaban las llamadas cajas de agua con que se regaba el algodonero y posteriormente otros cultivos, también disminuye la recarga de los acuíferos e incide en la fertilización natural derivada de las aportaciones de los depósitos aluviales.

La gestión de estos ríos con la construcción de presas y canales de riego que sustituye a los flujos naturales se basó en conceptos de cambio tecnológico que buscaban aprovechar mejor los volúmenes de agua superficial para el riego agrícola, pero hoy en día no pocos ingenieros ponen en duda estos conceptos, o al menos la forma en que se aplicaron. La interrupción de los flujos y la canalización de los cauces no solo modificó el sistema de filtración y recarga de los acuíferos, sino que trajo consigo otros impactos no suficientemente valorados.

Uno de esos efectos del cambio tecnológico en el manejo de nuestros ríos implementados en la segunda mitad del siglo XX ha sido la sustitución y en algunos casos eliminación completa, de la vegetación riparia, aquella que surge asociada a la humedad creada por el agua que fluye por los cauces y sangrías naturales, algo que no solo modificó el paisaje sino que también es posible haya incidido en la formación de microclimas locales y el hábitat de la fauna silvestre, incluyendo la ictiofauna nativa, hoy en día limitada a las especies de peces introducidos a partir de la construcción de las grandes presas.

Cuando pensamos en recuperar nuestros ríos no lo hacemos con la nostalgia y el deseo de volver a tener las mismas condiciones del pasado antes de que antropizaramos los ecosistemas riparios naturales, son tales los cambios que prácticamente resultaría imposible pensar en una restauración de ellos. Pensamos en cuál sería la mejor forma de recuperarlos, tanto en los cauces que atraviesan la actual zona metropolitana como en el resto que lo hace por los espacios rurales.

La visión actual de recuperación de los ríos se ubica dentro del concepto de desarrollo sostenible al que aspiramos los ciudadanos para garantizar un mejor desarrollo económico y calidad de vida para nuestra y las futuras generaciones. Si las anteriores y la nuestra hicieron esa gestión de los ríos es porque su visión se regía por los conceptos con base a los cuales creían o entendían, pensaron que construir presas, canalizar o cancelar cauces naturales ayudaría a aprovechar mejor el agua con fines económicos, tenían una visión restrictiva del desarrollo. Lo bueno es que son generaciones que están concluyendo sus ciclos.

La recuperación de los ríos forma parte de una nueva visión menos pragmática y utilitaria de ver el agua como una mercancía que sirve para el crecimiento económico, de entrada el agua es un bien común y la forma en que se gestione, sea aquella que fluye por la superficie o la que se deposita en los acuíferos, no puede limitarse a unos pocos políticos que manejan fondos públicos o empresarios que la usan como insumo de sus procesos productivos. Estos es precisamente lo que provocó el desastre que hoy enfrentamos, el agua se vio desde la perspectiva del interés particular y no del interés público, el interés de la mayoría de los ciudadanos.

Nos interesa recuperar nuestros ríos para recuperar en lo posible los beneficios ambientales y sociales que nos proveen, tales como contribuir en la recarga de los acuíferos, mejorar el paisaje urbano y rural, la vegetación arbórea, el clima, la calidad del aire y otros poco tangibles pero indiscutiblemente necesarios para que también se obtengan beneficios sociales como los espacios de recreación en medio de esta plancha de concreto y escasos espacios verdes urbanos. Por ello la apuesta para reorientar el desarrollo, no solo el crecimiento, de la región o de la metrópoli regional, debe contemplar esta opción en su visión futuro de nuestra región.

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