Columnas Social

PIÉNSALE, PIÉNSALE

ARTURO MACÍAS PEDROZA

EL NIÑO EN LA SOCIEDAD VIOLENTA

TERCERA PARTE

La violencia "extraordinaria" de la que fue víctima una niña pequeña y que recientemente nos ha cimbrado, esconde otras violencias "ordinarias" que oprimen a los niños en su búsqueda de su inacabada expresividad de sí mismos. Agresiones sofisticadamente crueles, y tal vez por ello más perversas que la violencia física, se esconden en las relaciones sociales.

Interrogando nuestra realidad y sin culpar fácilmente a un sistema socioeconómico, sigamos analizando la relación sociedad-niño, para reordenar los diversos elementos en una síntesis que realmente nos ilumine y reoriente nuestro actuar.

El niño, el ser más desposeído y necesitado, se encuentra cuando nace, a la merced de adultos en general suficientemente integrados en el sistema social en el cual viven, que buscan "manipularlo" y adaptarlo al mismo sistema de vida que ellos llevan. Parece que la primera regla puesta en función en la relación adultos-niños sea la de los "buenos hábitos". Es conveniente habituar al niño a comidas fijas, establecidas por los adultos, a dormir en el horario adecuado, a observar todas las minuciosas reglas de la limpieza, a dedicar al juego momentos convenientes y técnicas más adecuadas, según los más modernos dictámenes de la puericultura. ¿No estaremos tal vez haciendo demasiado mecánica y rígida la relación que instauramos con nuestros hijos desde los primeros meses de vida, en detrimento de su creatividad, de su alegría de vivir y de la recíproca satisfacción que una educación más flexible y natural puede ofrecer? El biberón, los horarios y cantidades, la hora de dormir, el estar sucios, son algunos ejemplos de requisitos que se hacen a los niños pequeños; prohibiciones y limitaciones a las que son sometidos y empujados hacia determinada dirección.

Es así como todo neonato inicia a nutrirse: diez gramos de leche cada tres horas, en la noche un intervalo de seis horas. Aumentar la cantidad de alimento cada día, pero los intervalos quedan inmutables… es este el contenido de la receta que el pediatra le da los padres en cuanto sale del hospital el recién llegado. Los motivos de estas normas y otras no son muy claros, sobre todo si el niño está bien. Se dice: "Hay que habituarlo a los horarios de los grandes", "así aprende a dormir de noche", así digiere mejor…". Al habituar al niño a un horario de comidas aparece evidente la intención de "controlar las situaciones", por parte de los adultos, un modo subrepticio de ejercitar el poder hacia el ser indefenso recién nacido que sabe sólo expresar sus exigencias más naturales. Dejarlo hacer significa darle la posibilidad de manejarnos, de instrumentalizarnos. En cambio de esta manera, es el adulto que, tomando en sus manos las riendas, se posiciona como el domador del "salvaje". La naturaleza "debe ser corregida por la inteligencia, por el saber, que en lugar de profundizar por el verdadero sentido de las exigencias genuinas y naturales, impone normas, prohibiciones, reglas y prescripciones que son más bien satisfacción del deseo de seguridad y de comodidad de los adultos. A veces con buena fe pediatras y padres de familia quisieran habituar al neonato a horarios fijos para no crear "malos hábitos", pero que no es sino justificación de un procedimiento motivado por exigencias más banales e inconfesables: necesidad de tranquilidad, deseo de tener tiempo libre para dedicar a uno mismo, necesidad de adecuar al pequeño al horario de trabajo de los papás, necesidad de ofrecer al niño desde su nacimiento un modelo de vida rígidamente organizada. Y cuando no se adecúan las necesidades del niño a los horarios establecidos, según esta teoría, los papás deberán saber escuchar sin angustia el llanto desesperado del niño y no dejarse conmover. Incluso se justifican diciendo: "Llorar le fortalece los pulmones", o incluso: "Llorar le hace bien a los ojos".

Y el biberón como "conquista social" sustituye la leche materna haciendo que el niño tenga que "adaptarse" a las formulas artificiales con períodos de malestar, diarrea y perdida de peso mientras se busca la leche apropiada, con notables ventajas de las compañías que la producen. Todo en contradicción con las grandes ventajas de la leche materna como el nutriente más adecuado. Es difícil no ver en la elección del biberón especulaciones económicas y una buena dosis de represión del niño privado de una relación física. En el fondo se convence a la madre que el niño no la necesita, que su cuerpo no está en grado de satisfacer las exigencias de su hijo, que es por el bien del niño. Termina en una frustración recíproca en la relación madre-hijo.

¿Y dormir? Cómo y cuando convenga a los adultos. Se establecen horarios para ir a dormir y cualquier transgresión hace que los papás culpabilicen al niño porque "no hace su deber" o se enojan porque están cediendo lo que el niño "quiere". Muchos comienzan a usar sustancias para dormir al niño, que van desde la manzanilla, a pequeñas dosis de somníferos para adecuarlo al horario establecido. "Si llora en la noche déjalo llorar … por su bien. Y paradójicamente cuando duerme profundamente, se le despierta porque "ya es la hora del biberón".

Los niños también vienen obligados a renunciar lo más rápido posible a su interés por sus "primeros productos". La limpieza es otro sector donde el niño es puesto bajo presión para que haga "como debe ser". Qué frustración par los niños cuando son obligados a modificar su valoración infantil como "sucio" lo que para ellos es motivo de orgullo. "Nuestra civilización - dice Haim G. Ginott, un estudioso de problemas infantiles - exige del niño varias renuncias a la posibilidad de satisfacción infantil…" (tratado de psicoterapia infantil, vol. I, p. 554, Padua, ed Piccin, 1974). Estrategias obsesivas como tenerlo amarrado al "bañito" por horas y horas o premios y castigos, no difieren mucho de los perros de Pavlov en su método de crear "reflejos condicionados" contrarios a su naturaleza.

Concluyendo: Tenemos que tener la valentía de reconocer, que en el fondo no son tanto las exigencias naturales y motivaciones desinteresadas en relación con los niños, sino problemas personales y sociales no resueltos, prejuicios, muchas veces también ignorancia y la "maldad" de quien practica la violencia y la represión para defender un rol o conservar un puesto (continuará).

[email protected]

Leer más de Columnas Social

Escrito en: Piénsale Piénsale

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Columnas Social

TE PUEDE INTERESAR

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 1676266

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx